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En las noches, a Yoongi le gustaba pretender que sufría de amnesia

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En las noches, a Yoongi le gustaba pretender que sufría de amnesia. Su cerebro y todo su cuerpo gritaban una sola cosa en silencio: «Namjoon, Namjoon, Namjoon...». Sus noches no se tocaban, sus noches eran sagradas. La serenidad de las caricias sobre él, hacía que sus músculos se destensaran uno a uno con facilidad.

Los besitos en su estómago lo hacían reír quedo de la misma forma en la que le hacían sonrojar violentamente. El amor se desbordaba de sus ojos, de sus labios, de sus manos; a veces se le hacía insuficiente solo decirle «te amo». La coherencia desaparecía de su sistema y sus acciones eran por mero instinto.

La sombra les observaba en todo momento, pero ellos, desinteresados y sumergidos en sus caricias, decidían ignorarla. La fría mirada no se distraía en ningún momento, feliz de mirarlos en búsqueda de sus puntos más débiles.

—Mírame —le decía Yoongi subiéndose a su regazo. Con el pecho descubierto y pezones erectos por el frío—, mírame — le repetía cuando frotaba disimuladamente sus sexos, haciéndoles temblar con anticipación —mírame —esa era su palabra favorita, pues aunque la iluminación en esos momentos era inexistente, con convicción podía asegurar ver las constelaciones en los ojos de Namjoon.

—Te estoy viendo —le respondía con la voz entre cortada, impaciente, guiando con sus manos el movimiento de caderas de quien yacía sobre él.

—Pues mírame más —le sonreía coqueto invitándolo a llevar una de sus grandes manos a su pecho.

—¿Cuánto más? —preguntaba pellizcando con delicadeza el botoncito rosa que ansiaba de su afecto.

—Mucho —suspiraba al sentir la cálida lengua pasearse por su aureola—, mucho —le encantaba poner sus manos en los grandes hombros de su amante y pasearse por ellos hasta llegar a su cuello, a su cara, a su cabello y espalda—, muchísimo —no había ropa que estorbara, y tampoco nada que los detuviera—, más... —Namjoon le miraba. Como si fuera la cosa más preciosa que pudiera haber observado jamás. Con las mejillas sonrojadas y ojos cristalinos por la excitación y su pecho moviéndose irregularmente. Gemía contra sus labios, gemidos que nacían desde lo más profundo de su pecho y otros ligeramente más agudos que nacían de su garganta. Y él, desesperado, se mecía con más rudeza.

—Yoonnie... —le llamaba con la voz estrangulada, para finalmente, besarlo. Se dejaba llevar, perdía el control y gran parte del entendimiento, empero, mientras Yoongi mantenía sus ojitos cerrados, Namjoon mantenía su promesa y le seguía admirando.

(***)

Cuatro clases habían transcurrido exitosas; el hombre gigantesco y de hoyuelos había preparado cada uno de sus discursos con pulcritud, Yoongi ni siquiera tuvo que tomar apuntes para poder entender cada una de las palabras que salían de su boca. La matrícula no disminuyó -como suele suceder normalmente-, los ciento veinte alumnos siguieron llenando la estancia hechizados por las palabras de aquel catedrático.

𝑙𝑜𝑣𝑒𝑚𝑒𝑚𝑜𝑟𝑒. [NᴀᴍGɪ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora