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El destino a veces se empecinaba en ser extraño

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El destino a veces se empecinaba en ser extraño. La dinámica que tenía para hacer coincidir a las personas no dejaba de sorprender, y resultaba gracioso cómo cada caso resultaba ser tan particular pese a los llamados clichés que podían existir. Quién iba a pensar que el destino iba a obligarlo a cruzarse con un catedrático altamente reconocido en su facultad, y que además, ahora mismo estuviese derritiéndose en sus brazos.

Su piel febril ansiaba el contacto de su amado; predispuesta, sensible e impaciente. Los escalofríos le recorrían de punta a punta cada vez que sentía los labios presionar en alguna parte de su cuerpo y los suspiros no paraban de salir de sus belfos.

Los gemidos hacían una grata sinfonía acompañados del silencio nocturno. Aquel en donde las cacofonías de la hora pico eran inexistentes y lo único que reinaba era la calma, era ahí, en plena oscuridad, en donde se les permitía amarse.

—Namjoonnie... —la dulce voz se escurría sin inhibiciones al sentir la respiración del contrario cada vez más cerca de su intimidad, pero su novio era increíblemente desconsiderado y decidió detenerse a lamer con más ahínco la parte interna de sus muslos—. Namjoon... —protestó ahora un poco molesto e irritado, recibiendo a cambio una brisa de lo que era su risa— no es gracioso... continúa, por favor —rogó tomando un par de hebras entre sus dedos guiándolo con parsimonia hasta donde verdaderamente necesitaba de sus atenciones.

—¿Quieres que me encargue de esto? —preguntó divertido sin quitar la vista del pene rosado y morbosamente erecto que, bañado en presemen, imploraba por caricias.

Un gemido ahogado llenó la estancia cuando su lengua decidió pasarse por su glande. «Tan perfecto», pensaba el catedrático mientras chupaba cada vez con más ganas mientras era animado por los sonidos que le regalaba su novio.

—Namjoonnie... estoy a punto —mencionó con trabajo, jalando de sus cabellos hacia atrás en la espera de que retrocediera, pero no lo hizo—, quítate... ah... —y eso había sido todo, un orgasmo fulminante lo abrazó, y cuando el líquido perlado hubo salido en su totalidad, sintió cómo se paseaba limpiando su ahora flácido y sobre estimulado pene, haciéndolo temblar y respirar agotado.

Con lentitud, lo atrajo a sus labios para otorgarle un perezoso beso, símbolo de cuánto había disfrutado aquel momento y saboreándose en el camino. —He dicho que te quitaras —sonrió.

—¿Por qué habría de hacerlo? —preguntó taciturno—. Me encanta tu sabor.

Un furioso rubor se instaló en sus mejillas. —Eres un descarado— dijo abochornado.

—Pero así te gusto —respondió risueño. Eso era verdad.

Namjoon había llegado como un bálsamo de quemaduras y como un conjunto de ropa de lluvia en verano.

Pero sin duda, la parte abrasadora y abrumante la hallaba por las noches; a veces pensaba que lo único que buscaba era curarle para él mismo quemarle, y que también buscaba cobijarle para después empaparle.

𝑙𝑜𝑣𝑒𝑚𝑒𝑚𝑜𝑟𝑒. [NᴀᴍGɪ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora