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Aquella noche de jueves no la olvidaría, y ahora estaba más presente en su cabeza luego de lo sucedido.
Era tan triste el pensar que la persona a la que más has amado esté del bando rival. Hasta hace poco que se podía sentir la suavidad de sus pieles rozar entre sí, sus labios danzando con ternura y amor.
Pensar en que jamás volverían a tener tales contactos le deprimía. ¿Gustabo se sentiría igual? Es muy probable que no. Porque ni siquiera era Gustabo.
Luego de una breve charla con Horacio supo que el rubio sufría de un trastorno de doble personalidad donde su contraparte era un payaso loco y psicópata, que se hacía autollamar Pogo. Decidió pensar que todo era culpa de tal entidad que ahora manejaba el cuerpo del español. Ciertamente no lo sabía y probablemente haya sido el mismo Gustabo quien tomó la decisión de traicionarlos.
Quería creer que no.
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« El tocar su piel en aquel acto carnal era maravilloso. Sus labios sobre los suyos mordiéndolos con suavidad robándole suspiros. Sus manos acariciaban su cintura dibujando círculos imaginarios con la yema de sus dedos pulgares.
Estaban siendo víctimas de la lujuria y el pecado ahora mismo, corrían el riesgo de ser pillados en aquel aparcamiento de la ciudad. Todo había ocurrido de imprevisto, pero la culpa la tenía Gustabo por insinuarse y provocarlo. Benjamín tiene una mecha corta con este tema y eso fue el detonante.
He ahí. Ambos en la parte trasera del Mercedes repartiéndose besos húmedos, acariciando el cuerpo del contrario marcándolo con chupetones, mordidas y arañazos. Para ese momento las ropas estaban esparcidas por los asientos delanteros del auto e incluso en el suelo.
El roce directo de sus pieles hacía más caliente el ambiente deseando empezar de una vez.
─ joder, quien diría que eres jodidamente bueno en esto ─murmuró al separarse del candente beso─. Pareces inocente. ─
