Capítulo 8: La maldición de Neville

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Caminó todo el trayecto hablando con Merlín sobre lo que haría en las siguientes dos horas y cuando llegó al lugar donde tuvo su pelea con el basilisco (debía ponerle nombre), preparó todo, sacando los muñecos de madera únicamente, cuando los 50 estuvieron posicionados, Merlín dio la última instrucción.

"Debes decir este hechizo, así podrás combatir con ellos en movimiento, así también podrán lanzarte hechizos y combatirte físicamente, debes tener todos tus sentidos alerta, no puedes permitirte distracciones ni confiarte. Tus sentidos están sobre desarrollados, lo que quiere decir que percibes cosas que los demás no y las que ellos sí perciben, tú lo haces 10 veces más rápido, aprovecha eso, chico" - Harry asintió y dijo el hechizo (una variación de Piertotum Locomotor con más usos y habilidades de combate) que Merlín le había hecho practicar solo moviendo la varita durante el verano, alegando que le serviría en el futuro, solo esperaba que le saliera bien.

Los muñecos cobraron vida, eran algo lentos, Harry pensó que se debía a que no sabía perfeccionar el hechizo aún, pero cuando lo hiciera podrían moverse y atacar como personas normales o incluso mejores.

El primer hechizo vino de su derecha, era uno desarmador, Harry se hizo a un lado con rapidez y el hechizo dio de lleno en el pecho de otro muñeco, que salió disparado hacia atrás.

Uno menos, faltan 49 - susurró antes de correr hacia otro a su izquierda y patearlo con fuerza, destruyéndolo - 48.

En los primeros veinte usó solamente el físico y su fuerza bruta, que funcionó muy bien, pero debía practicar la parte mágica y su ofensiva y defensiva, así que giró su varita entre sus dedos y empezó a disparar hechizos, que, si bien no eran nada elegantes ni discretos, daban en sus oponentes de madera y, en menos de cinco minutos todos sus muñecos de prueba estuvieron en el suelo, la mayoría destruidos.

"Ahora veamos cómo te va con unos de metal" - dijo Merlín en su mente y él se dispuso a hacer el hechizo con más precisión, logrando que estas figuras humanoides se movieran con completa soltura y tuvieran reflejos. Sin embargo, el hechizo requería mucha energía y, aunque él tenía de sobra, lo dejó algo desgastado.

La lucha comenzó, en ese momento solo se valía la magia, nada de fuerza. Eran diez seres de metal contra él, que repelía los hechizos que le lanzaban mientras que lanzaba otros y repetía. Así pasó media hora, hasta que los diez muñecos de metal estuvieron tendidos en el suelo, sin duda en mejor estado que los de madera. Harry, a diferencia de veces anteriores, no se encontró totalmente bien. En un descuido un hechizo cortante le había dado en el abdomen y ahora su camisa blanca estaba pintada de rojo. Por lo menos había aprendido algo: no era inmune a esa clase de hechizos, debía tener cuidado.

"Ve a la enfermería, chico" - le ordenó Merlín.

"¿Y qué le digo a la señora Pomfrey cuando me vea entrar con un corte limpio en el abdomen?" - retó Harry.

"Cualquier cosa menos la verdad, dile que te cortaste con un papel o en la ducha, no lo sé..."

"Que útil eres" - dijo Harry sarcásticamente.

"Cállate, solamente sal de aquí y ve a la enfermería, te terminarás desangrando"

"Bien" - se resignó y salió de la cámara dejando sus muñecos ahí, igualmente volvería al día siguiente.

En el camino a la enfermería pudo notar que el sol ya estaba apareciendo, pero no tenía mucho tiempo ni ganas de apreciar el amanecer, pues sus manos estaban fuertemente apretadas en su herida por encima de la camisa, que estaba totalmente ensangrentada. La situación era totalmente absurda, pues ni siquiera le dolía o picaba, era una ligera molestia, pero igualmente sabía que, aunque no lo sintiera, debía tratarlo, porque estaba perdiendo sangre. Se apresuró a llegar a la enfermería y cuando por fin llegó, la puerta estaba abierta.

Harry Potter y el poder del herederoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora