1 - La estrella fantasma

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Hace calor.

Me remuevo en la cama y abro lentamente los ojos. Ayer me dejé la persiana subida, y el sol de la mañana ilumina por completo la habitación. Escucho música, se me acostumbran los ojos a la luz, me estiro. Involuntariamente sonrío. Apago la alarma.

Me levanto de un salto y abro la ventana, agradeciendo la brisa que me da los buenos días y hace que las cortinas vuelen.

Cojo el móvil, lo desbloqueo, pongo música a todo volumen. Abro el armario y me pongo lo que me da la gana, me miro al espejo y vuelvo a sonreír.

No creo que haya habido otro momento en mi vida en el que haya sido tan feliz.

Voy al baño y me intento peinar, pero no lo consigo y simplemente me hago un moño tan alto que varios rizos se escapan por detrás. Me encojo de hombros y sigo escuchando la música que se emite desde mi habitación.

En cierto momento me intento subir las gafas, pero se me ha olvidado ponérmelas y vuelvo a mi cuarto a por ellas.

Las limpio, y el mundo se ve menos borroso.

Abro la nevera y me invento un desayuno cualquiera, tomo dos vasos de leche, cojo un plátano para después y salgo del apartamento.

Voy al de mi vecina, una mujer de noventa años, y le cuento qué tal me fue la vida ayer y ella me cuenta qué tal le fue a ella. Vive el doble de drama que yo.

Una hora más tarde nos despedimos. Miro mi reloj: las siete en punto.

Saludo al portero y salgo a la calle con la mochila cargada a tope, llego a mi bicicleta, me subo, empiezo a pedalear. En un semáforo en rojo, miro al cielo.

Está totalmente despejado.

Paso en línea recta por muchas calles y al lado de muchas personas, y a los diez minutos me detengo frente a un edificio. Me quito el casco, me bajo de la bici y la ato a un árbol delgado. Respiro hondo.

--¡Buenos días! –Exclamo nada más entrar.

Todos me saludan de vuelta, algunos sonriendo y otros no, y me subo al ascensor.

--Hoy por la noche es la lluvia de estrellas, ¿no? –Me pregunta Natalia, una compañera de trabajo que pulsa el botón del piso tres a pesar de que tiene que ir al dos. Es algo despistada.

--¡Sí! ¿Con quién la vas a ver?

--Con los amigos del instituto de los que te hablé el otro día. ¡Va a ser la primera vez que vea algo así! –Comenta, ilusionada bajo esa capa gruesa de tranquilidad y calma que la caracteriza. –¿Y tú?

--Con Chipmunk.

--¿Vas a ver la lluvia de estrellas con tu pez? –Pregunta, riendo por lo bajo.

--Síp.

Se abren las puertas y salimos las dos del ascensor.

--Vas al dos –le digo, y ella se para y se queda pensativa un par de segundos antes de dar media vuelta y subir de nuevo al ascensor. --¡Que te lo pases bien! –Le digo, riendo.

Ella ríe también y me saluda de vuelta.

Me giro y sigo caminando, me detengo en un punto del pasillo, abro una puerta y me meto en la sala.

--¡Buenos días! –Saludo.

Me siento en mi zona de trabajo y dejo la mochila en el suelo. La abro, saco papel, portaminas y goma de borrar, empiezo a trabajar.

·  ·  ·

Cuatro horas más tarde, me levanto y subo a la azotea. Media hora de descanso.

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⏰ Última actualización: Dec 28, 2023 ⏰

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