🍪Capítulo 22🍪

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Mi corazón cayó en la boca del estómago y sentí ganas de vomitar. Allí, frente a mí, estaba sentado Grayson con su secretaria en su regazo, besando seductoramente su mandíbula. La misma secretaria que decía ser suyo y que yo soy una puta. Mis labios temblaron cuando llamé su nombre en voz baja, lo suficientemente fuerte como para que él lo escuchara. Su cabeza giró hacia mí y sus ojos se volvieron fríos y distantes mientras me miraba.

Bebió un trago de licor antes de empujar a su secretaria de su regazo suavemente y levantarse. Los largos pasos de Grayson hacia mí me hicieron temblar en mi lugar. —¿Por qué?— Lloriqueé acercándome a él. —¡Por qué!— Grité y golpeé su pecho repetidamente, rogando por una respuesta. —¿No fui lo suficientemente buena? ¡Qué había hecho mal!— Mi voz se quebró mientras miraba entre él y su secretaria.

Se sentó con las piernas cruzadas, su largo cabello rubio echado detrás de sus orejas. Su rostro estaba limpio, sin una sola mancha en él; Me pregunté si no sería demasiado bonita. ¿Fueron los pequeños rollitos de panza que tuve? ¿Fueron mis pechos pequeños? O tal vez fue mi personalidad. Mi cabeza daba vueltas con todas las inseguridades que había tenido. De repente, pareció como si estuviera haciendo tictac. Sentí el escozor en mi mejilla, y el sonido resonó en toda la habitación cuando me dio un revés.

Mi cabeza voló hacia los lados y caí al suelo sujetándome la mejilla. —¡Te atreves a venir a interrogarme cuando estabas puteando con él!— Rugió mientras señalaba a Vincenzo. Fruncí el ceño mientras miraba a Vincenzo, su rostro igualmente desconcertado. No hice nada con Vincenzo, amaba a Grayson. ¿Por qué no podía ver eso?

Mis ojos se pincharon con las lágrimas, mientras rodaban por mi barbilla como una caída de agua. Mi cara se puso roja en parte debido a que traté de calmar mis sollozos y también debido a la vergüenza de todos al verme abofetear. Me miró con los ojos llenos de disgusto. —Debería haber sabido que eres uno de esos buscadores de oro—. Escupió antes de darse la vuelta y caminar hacia su secretaria.

Levantándome sobre mis piernas temblorosas, me abracé en una postura protectora. —¡Te odio!— Sollocé y él se quedó quieto. —Te odio tanto—. Susurré mientras salía de la habitación. Abriéndome paso entre la multitud que bailaba abajo, salí del club. Las lágrimas nublaron mi visión mientras cruzaba la calle corriendo. Un cuerno perforador de orejas resonó en el aire antes de que sintiera un dolor insoportable que me dejó inconsciente en segundos.

𝐃𝐚𝐝𝐝𝐲|✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora