3.- Destierro

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-¿Corredora? -dijo medio sarcásticamente un chico que anteriormente se había presentado como Gally.

-Sí, imbécil. Corredora -replicó ésta. No llevaba mucho en aquel Claro pero ya había oído hablar varias veces a ese chico y no era precisamente una joya de hombre. 

Éste resopló pero no dijo nada.

Alby dio unos cuantos pasos más hacia la chica, frunciendo el entrecejo y poniendo voz seria.

-¿Estás segura?

-Claro que lo estoy. ¿Qué pasa, es difícil de creer? -preguntó molesta dirigiendo la mirada a cada uno de los miembros de la reunión. Ninguno habló durante varios segundos.

-No -dijo Newt-. Sólo que es peligroso estar ahí fuera. No queremos que nadie que no esté preparado saque su fuco trasero y eche a correr.

-Bueno, pues es así. Yo era corredora. ¿Vais a quitarme esa oportunidad porque soy la nueva? -dirigió la mirada a Gally-. ¿O porque soy una chica?

-No es porque seas una chica -replicó éste.

-Oh, seguro.

-Basta -sentenció Alby, que hasta ahora había permanecido con la mano en la barbilla pensativo-. Según lo que sabemos, podrías o no ser corredora. Bien. Si dices la verdad, no tendrás ningún problema en hacer una prueba, ¿no?

-Por supuesto que no.

-Minho -Alby se giró para mirar al chico asiático, que se levantó y se acercó a ellos-. Mañana te la llevarás al Laberinto. Necesitamos saber si está hecha o no para él.

Minho asintió con la cabeza y se quedó mirando a la chica, como evaluándola.

-Bien, pingajos -continuó Alby-. Tenemos un destierro al que asistir.

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El sol estaba a punto de ponerse en el cielo. No hacía mucho frío en el Claro, aunque tampoco hacía calor. El viento soplaba ligero y a Diane le llegaba el aroma de las patatas de Fritanga, lo que hizo que le rugiera el estómago.

Entonces ocurrió. Dos chicos llevaban agarrado al chico que iban a desterrar, Ben, hacia la Puerta Este. No quedaba mucho tiempo antes de que las puertas se cerrasen.

Un buen grupo de clarianos se encontraba reunido alrededor de las enormes puertas. Diane se abrió paso a través de ellos, pero el chico al que iban a desterrar aún no había llegado, así que se cruzó de brazos no muy segura de si quería quedarse a presenciarlo. Pero antes de que pudiera tomar una decisión, unos gemidos que se acercaban le apartaron de su ensimismamiento.

El pobre chico tenía un aspecto horrible. Diane, que ya llevaba varios meses en el otro Laberinto antes de que le mandaran a éste, ya había visto lo que ocurría cuando los laceradores te picaban; aun así, nunca había visto a nadie tan afectado como él.

Minho y otro chico lo sostenían por los brazos. Los reunidos entorno a la puerta se dispersaron unos metros para dejarles pasar, y cuando lo hicieron cerraron el círculo. Diane se quedó fuera con Thomas, aunque lograban ver a la perfección lo que ocurría. Ella no sabía si eso era bueno o malo.

-Ben -comenzó a hablar Alby. Se mantenía rígido y su cara no expresaba absolutamente nada, lo que impactó a Diane-. Has sido sentenciado al destierro por romper una de las reglas más importantes del Claro. Intentaste matar a Thomas -hizo una pausa-, y por eso no volverás nunca.

Los demás clarianos, que ya se acercaban cada vez más con las pértigas, obligaban al chico a entrar en el Laberinto. Éste se retorcía y suplicaba, con los ojos llorosos y la voz quebrada. Por un momento, a Diane le dio lástima. Aunque, por otro lado, había intentado matar a Thomas.

Los gritos desesperados de Ben se escucharon hasta el mismísimo momento en que las puertas se cerraron completamente. Durante unos segundos, todos los clarianos, incluidos Thomas y Diane, se quedaron mirando la puerta. Al final, cada uno se fue dispersando para seguir con lo que estuvieran haciendo, pero Thomas y Diane estaban demasiado conmocionados como para reaccionar. Al pasar a su lado, Minho le dedicó una mirada a la chica que ésta no supo descifrar. No sabía por qué, pero le pareció que era de desconfianza y hostilidad. 

Diane se giró para volver también; antes había pensado en ir a cenar algo, pero no se vio capaz de comer nada tras aquella escena.

Thomas seguía ahí pasmado, así que se acercó a él y puso una mano sobre su hombro.

-Vamos -dijo casi entre susurros, mirándole a los ojos. Sólo había presenciado un destierro en el otro Claro, pero no estaba acostumbrada y no podía imaginar lo que sentía entonces Thomas, que era aún más novato que ella.

Él la siguió.

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La noche se cernía sobre el Claro. Parecía que todos se habían ido a dormir, pero Diane no conseguía conciliar el sueño, así que se levantó y decidió dar un paseo por ahí.

Llevaba unos minutos caminando cuando una rama crujió detrás suyo. La chica se giró de golpe, asustada, pero Newt salió de entre las sombras sonriente.

-Dios -dijo ella llevándose una mano al pecho.

-Lo siento, no pretendía asustarte -comentó él aún sonriendo.

Ella suspiró, medio riendo.

-Mañana es tu gran día. ¿Estás preparada para salir ahí? -señaló con la mirada al Laberinto.

-Estoy más que preparada -le contestó-. No es la primera vez que entro, ni mucho menos -sonrió con autosuficiencia.

-Eso espero. Porque si no, pingaja, te habrás metido en un buen lío.

La última clariana (El Corredor del Laberinto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora