2.- Reunión

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Todos los clarianos le miraban atónitos, con los ojos como platos y sin apenas pestañear.
El chico rubio se acercó más a ella, frunciendo un poco más el ceño, aunque Diane no pensaba que aquello fuera posible.
-¿Otro... Laberinto? -preguntó confuso.
-Sí. Otro Laberinto -resopló ella-. La verdad es que no sé si hay más. No me extrañaría para nada.
Silencio.
-¿Y en ese Laberinto sólo hay chicas? -preguntó un chico bajito y gordito.
-Sí -afirmó la chica-. Y por aquí sólo chicos, por lo que veo. Oye -se le ocurrió de repente-, ¿ha desaparecido algún chico últimamente?
-¿Cómo lo sabes? -esta vez, el chico rubio hablaba con un deje de acusación en la voz.
-Porque, Einstein -dijo ella sarcásticamente-, si me han mandado aquí, será porque a mi Laberinto han mandado a otro chico de aquí. Tiene sentido, ¿no? -aquel razonamiento dejó sin palabras al chico rubio.
Los demás chicos, que ya empezaban a acostumbrarse a la presencia de la chica, iban comentando sus opiniones respecto a ella. Sobre todo reinaba la desconfianza, cosa que ella no podía reprocharles. Pero, si no había escuchado mal antes...
-Espera -se volvió hacia el chico rubio-. ¿Cómo que otra chica? 
Los chicos se callaron y miraron al rubio, esperando a que contestara. Éste resopló.
-No eres la primera. Hace unos días llegó otra chica, pero aún está inconsciente.
-Llévame a verla. A lo mejor es del Laberinto del que procedo.
-De acuerdo -accedió él.
Los clarianos se dispersaron para continuar con sus trabajos. Mientras, el chico rubio guiaba a la chica nueva hacia una cabaña de madera.
-Me llamo Newt, por cierto -se presentó.
-Encantada.
Siguieron caminando hasta que llegaron a su destino. Al abrir la puerta, Diane divisó unas empinadas escaleras que, según descubrió segundos después, llevaban a una estancia que debía ser algo así como el hospital del Claro.
La chica estaba al final de la sala, tumbada en una camilla. Estaba pálida y parecía que no respiraba, aunque Diane sabía que no era así ya que, si no, seguramente ya se habrían desecho de ella.
-Bien, ésta es la chica -apuntó Newt, como si hubiera trescientas más alrededor y fuera imposible discernir cuál de todas era-. ¿La reconoces?
Diane se acercó a la camilla.
Definitivamente no, no la conocía. No pertenecía al otro Laberinto.
-No, lo siento.
Newt resopló. Era evidente que lo de aquella chica era un enigma para él y quería descifrarlo cuanto antes. Era comprensible.
Ya que Newt parecía haber aceptado que nada sucedería hasta que aquella chica se despertase, se giró para mirar a Diane y lo hizo de una forma tan severa que le asustó.
-Me temo que nos debes una explicación, verducha.

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Los guardianes, Alby, Newt y la chica se reunieron en otra cabaña, también de madera, justo cuando se ponía el sol. Habían tenido que esperar a los corredores, y ahora se encontraban todos reunidos. A Diane le intimidó el hecho de que fueran todos chicos menos ella.
-Bien -dijo un chico moreno que, según le había contado Newt, no era guardián de nada al igual que él, pero estaba a cargo del Claro, por lo que ella asumió que Newt debía de ser importante también si le dejaban participar en las reuniones-. Estamos aquí porque las cosas no pueden torcerse ni un pelín más -varios chicos rieron, pero fueron más bien risas nerviosas-. Tres judías verdes en pocas semanas. Y dos de ellos son chicas. No sé vosotros, pero a mí me huele raro.
-Espera, Alby -se levantó Newt y se colocó junto a él-. Eso no es todo. Diane, por favor, cuéntanos lo que sepas -giró la cabeza para mirarla.
Ésta se levantó de su sitio y se colocó justo enfrente de todos los chicos.
-Bien, eh... -empezó a decir nerviosa, aunque se obligó a calmarse-. Bueno, yo vengo del otro Laberinto. En él sólo hay chicas. Todo está más o menos organizado como aquí, cada una tiene su trabajo y hace lo que debe.
-¿Y un día apareciste en la Caja, sin más? -preguntó un chico asiático sentado en primera fila que, por cierto, era muy musculoso.
-Sí. No recuerdo nada de los momentos de antes, sólo de haberme despertado en la Caja de nuevo -contestó.
-¿Y te acuerdas de todo lo anterior?
-¿Quieres decir que si tengo recuerdos de antes del Laberinto? -El chico asintió-. No. Cuando desperté en la Caja en el otro Laberinto, no recordaba absolutamente nada, igual que todos vosotros. Y un día de repente, me encontraba otra vez en la Caja, salvo que esta vez las cosas eran muy distintas.
Todo el mundo calló.
-La otra chica no es del otro Laberinto -intervino Newt-. Al menos, ella no le reconoce -concluyó mirando a Diane.
-¿Y qué vamos a hacer? -preguntó uno de los que estaban sentados.
-No lo sé -resopló Alby, claramente enfadado-. Habrá que darle un trabajo a esta verducha hasta que la otra chica se recupere y nos diga algo. De nada nos valdría que se dedicara a mirar las fucas nubes. Dime, ¿qué hacías en el otro Laberinto? -preguntó.
-Corredora. Era corredora.

La última clariana (El Corredor del Laberinto)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora