𝕴𝖓𝖙𝖊𝖗𝖕𝖔𝖑

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La pelinegra se quedó inmóvil, aquella voz... Era él.

—¿Qué quieres, L? —cuestionó con hostilidad—. ¿Qué quieres de mi ahora, después de todos estos años?

—Sinceramente, tú ayuda —respondió.

La fémina rió con cierto tinte irónico antes de contestar.

—Ni lo sueñes.

—Si sueño contigo o no, no es algo que pueda controlar... Al menos no siempre.

—No preguntaré sobre eso porque sencillamente no me interesa —dijo sentándose en aquel escritorio, quedando frente a la computadora—. Y si eso es todo, adiós.

—¡Espera! —exclamó aquella voz—. ¿Si quiera sabes para qué te necesito?

—Para hornear pasteles —respondió con sarcasmo—. Realmente eres idiota si crees que no lo sé, era tú compañera y la segunda o primera mejor detective del mundo.

—¿Me ayudaras con el caso entonces?

—Ya te dije que no.

—Es el caso Kira, de hecho en unas horas tengo una reunión con la ICPO.

—No me interesa, resuélvelo solo, estoy segura de que puedes hacerlo ¡Ah! Y dile a Watari que deje de seguirme.

Seguido a eso, desconectó aquel aparato de forma brusca, estaba molesta, demasiado, le molestaba el hecho de que la misma persona que la había destrozado le pidiera ayuda, si bien la fémina no era una persona que guardara rencores, sabía que L se lo merecía, por su culpa habían pasado cosas imperdonables. Soltó un pesado suspiro, tomó su toalla y se metió al baño, necesitaba relajarse con urgencia.

Del otro lado del mundo, más concretamente en Japón, el llamado mejor detective del mundo mordía la uña de su pulgar derecho después de que la que había sido su compañera lo rechazara tan directamente, siempre había sido así, pero también era dulc...

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Del otro lado del mundo, más concretamente en Japón, el llamado mejor detective del mundo mordía la uña de su pulgar derecho después de que la que había sido su compañera lo rechazara tan directamente, siempre había sido así, pero también era dulce con él. No importaba ya. Tomó unos papeles que tenía al lado y comenzó a leer donde lo había dejado hace algunos minutos, escuchó que alguien tocaba la puerta para después abrirla, ese alguien era Watari.

—¿Hace cuánto llegaste? —preguntó el detective sin despegar la mirada de los papeles, pero dejando de leer.

—Como al rededor de media hora.

—De acuerdo.

—Iré a la Interpol dentro de diez minutos.

—¿Entonces la reunión comenzará en una hora aproximadamente?

—Sí.

El pelinegro asintió y el anciano se retiró de la oscura habitación, dejando trabajar al detective, también preparándose para aquella reunión.

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𝕬 𝖑 𝖜 𝖆 𝖞 𝖘   𝖞 𝖔 𝖚 ~𝔩   𝔩 𝔞 𝔴 𝔩 𝔦 𝔢 𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora