Capítulo 4

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—¡Kacchan! ¿Qué haces aquí?

No tengo ni puta idea.

—Deku —murmuro, saboreando su nombre en mi boca. Extiendo la maldita bolsa y la pongo en su mano—. No la abras ahora.

Claro que el maldito jamás hace lo que le digo.

—¡Ah, no es cierto, no es cierto! ¡La encontraste, Kacchan, la encontraste!

Miro la figurita y espero que jamás se entere de que le tendí una emboscada al vendedor y me pelee a muerte con uno de los compradores.

Es malditamente vergonzoso que haya tenido que rebajarme a pelear por una jodidita figurita. Todo por ver la estúpida sonrisa que tiene ahora.

Me maldigo, carajo, porque sé que haría eso una y mil veces más solo para mantenerlo feliz.

Es lo que tengo que pagar por ser el culpable de tantas lágrimas.

Lo haré sonreír tanto, que ninguna de esas lágrimas volverán a aparecen por causa mía. Es una puta promesa.

—Te dije que no la abrieras, maldita sea —farfullo, desviando la mirada—. Solo mete tu culo a la maldita habitación y se el nerd que eres ahí dentro.

Doy media vuelta, dispuesto a irme, cuando siento sus brazos aprisionar mi cuerpo. Su cabeza se apoya en mi espalda y sus manos se cruzan sobre mi estómago.

Tardo al menos treinta segundos en comprender que me está abrazando.

—Gracias, Kacchan.

Sin embargo, mi corazón no tarda absolutamente nada en comenzar a latir con desesperación y a querer salir de mi pecho. Mi respiración se corta por unos segundos más, intentando quedarme quieto para poder grabar este momento en lo más profundo de mi alma.

Mis manos se mueven automáticamente hasta las suyas, apretandolas. Sin intentar separarlas.

Solo tomarlas.

Se sienten ásperas. Admiro las cicatrices con adoración. ¡Cómo quisiera darme la vuelta y admirar de la misma forma su hermoso rostro y seguir cumpliendo con mi deber sagrado de adorarlo por el resto de mi vida!

Y no puedo, porque estoy seguro que esa adoración que tanto escondo ahora es visible.

Adoración que debería repugnarle.

—Eres un sentimentalista ridículo, ¿sabes? —intento que mi voz salga ruda, pero solo suena parecido a un suspiro—. Maldita sea, no me abraces así.

Su abrazo se suelta un poco y quiero decirle que no me suelte, quiero rogarle que se mantenga así por el resto de nuestras vidas.

Y, mierda, no.

Querer eso es solo ser egoísta.

Ya no puedo seguir siéndolo.

No con él.

—¿Por qué no? ¿Te... Te molesta? Yo... Lo siento...

¿Por qué suenas así? ¿Por qué me haces tan difícil todo esto? No lo entiendes. No lograrías comprenderlo, aún cuando te amo de tal manera que mi corazón ya no soporta que me veas con esos ojos y no pueda devolverte la mirada de esa forma.

—Porque me duele —susurro, apretando aún más sus manos. No te vayas. Por favor. Ignoro el dolor de que se apodera de mi y finalmente lo suelto. Nuestros cuerpos dejan de hacer contacto. Dejo de sentirlo—. El entrenamiento de hoy fue una mierda —No es cierto, no es ese tipo de dolor—. Tengo casi todo el cuerpo hecho trizas —Pedazo a pedazo se rompe, intentando ser un contenedor de este amor que no debería sentir—. Y aún así se me dio por salir y encontré esa estupidez que querías. Ahora estoy más hecho mierda, así que no me toques. Duele —Duele que no te pueda tocar de la misma forma—. Ve a tu habitación, nerd. Yo me iré a la mía.

No le di tiempo de responder, solo caminé cabizbajo hasta mi habitación, queriendo poder declararle realmente la naturaleza del caótico sentir en mi corazón.

Ya en la seguridad de mi propia habitación, me dejo caer al suelo. Las lágrimas se deslizan solas.

Debería llorar más. Romperme más. No me merezco que me abrace así. Ni que me siga mirando como cuando éramos niños.

No me merezco nada de él.

Y es por eso que debo aceptar el hecho de que no volverá a ser parte de mi.

Ni ahora, ni nunca.

Porque una luz brillante no puede estar atada a la oscuridad.

¡Deku! (Katsudeku) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora