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La lluvia caía con fuerza sobre la gran ciudad de Tokio y el joven empresario Sasuke Uchiha de 23 años hizo una mueca de fastidio. El reloj marcaba pasadas las doce de la noche, él había sido obligado por su padre, Fugaku, a permanecer en la empresa familiar hasta que terminara de llenar los papeles correspondientes a las últimas ventas de autos que habían logrado concretar.

Cuando hubo finalizado el papeleo, salió del gran edificio de siete pisos de altura para ir al estacionamiento del mismo y meterse dentro de su Maybach Exelero, por el cual había perdido millones en una subasta a la que decidió acompañar a su amigo Suigetsu, pero no le molestaba, el dinero no era problema para él y estaba más que satisfecho con el auto.

En el momento en el que llegó a su casa el teléfono de la cocina comenzó a sonar, extrañado por la hora que era lo tomo y para su sorpresa, era Suigetsu.

-Al fin coges el teléfono, llevo llamándote por casi veinte minutos.

-Acabo de llegar del trabajo ¿Qué es lo que quieres? Necesito dormir.

-No ahora, tengo una sorpresa para ti, más te vale estar despierto cuando llegue o voy a tumbar la casa para que me atiendas.

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Una hora antes de que Suigetsu llamara a su mejor amigo, él se encontraba vagando por las calles de Tokio pensando en su pareja. El creía que era momento de pedirle matrimonio a Karin ya que llevaban cerca de dos años juntos. Pensó una y otra vez en lo mismo sin decidirse por completo, pero todo se esfumó cuando paso por el parque y sintió un sollozo salir de los labios de un pequeño chico que estaba hecha un ovillo sobre un banco. No debía tener más de quince años. Llevaba un viejo gorro de lana en su cabeza y estaba cubierto por una sábana rasgada y sucia, la cual lo llevó a darse cuenta de que debajo de él estaba completamente desnudo.

Se acercó despacio, temiendo asustarlo, pensando que el tal vez había sufrido algún tipo de abuso, pero apenas se acercó lo suficiente, el levanto la mirada, dejando que vea sus ojos azules a pesar de la oscuridad que había, estos brillaban por las lágrimas que el joven estaba dejando salir. Fue cuando su gorro se movió sin ser tocado y cuando él limpió sus ojos haciéndolo caer, que se percató de que lo que tenía enfrente, era una hibridó. Exactamente igual que su novia Karin.

Todavía recuerda el día en que la conoció, en una subasta común de objetos que casi llegaba al final. Casi cayó de su silla al ver a la chica encadenada, con una de sus orejas lastimada y desnuda en frente de tantos hombres mayores que comenzaron a decir vulgaridades mientras ofrecían cantidades de dinero mínimas por ella. Había oído hablar de los híbridos por parte de sus fallecidos padres, le había dicho que eran personas tanto hombres como mujeres que poseían rasgos de animal, orejas y una cola, el gruñido salvaje o el maullido, también él se había encargado de decirles que no eran bien vistos en la sociedad y que casi nadie los consideraba personas por lo que no tenían los mismos derechos, ni siquiera asistían al colegio y eran usados como objetos sexuales cuando a veces ni siquiera tenían la edad suficiente para ello.

Y ahí estaba ella allí arriba, se veía felina, tan vulnerable, tan maltratada, que no se pudo resistir a protegerla e hizo una enorme oferta de dinero que dejó a todos escandalizados. Subió a recoger su premio y la llevó a su casa.

Volvió a la realidad cuando vio que al joven de ojos azules se paraba del banco y se alejaba de él. Corrió detrás suyo, no queriendo que nada malo le sucediese.

-¡Espera! -tomo su brazo y él dé ojos azules se apartó con miedo

_se arrepintió al instante-¡lo siento! No quise asustarte, veras, mi novia es igual a tu y no me sentiría bien si te dejase aquí solo.

El ladeó la cabeza. Ya no lloraba, ahora solo miraba a la persona desconocida enfrente suyo, con el pelo blanco y dientes afilados como un tiburón. Él soltó una risita y él peliblanco lo miró extrañado.

-¿quieres venir conmigo?

El asintió tomando su mano, confundiendo aún más a Suigetsu "¿que el no tenía miedo?" pensó y lo llevó hasta su auto.

Fue cuando iban hacia su casa que se detuvo y clavó abruptamente los frenos. No podía llevarla a su casa con Karin ahí, sería todo un lio si mañana despertaba antes que él y se encontraba con la chica metida en su casa, hace mucho había investigado en internet y sabía que, en efecto, las híbridas e híbridos eran tan celosos como una mascota.

-Oye, ¿te importaría si te dejase en casa de un muy buen amigo mío?

-él se encogió en el asiento mientras sus ojos se cristalizaban, pensando que el peliblanco quería venderlo o alguna cosa extraña de las que había oído en el orfanato

-¡no llores! Prometo que será bueno contigo, o voy a golpearlo

-él sonrió mostrando los afilados dientes y entonces el hizo lo mismo dejando a la vista sus colmillos.

El hibridó vio como el sacaba un aparato extraño, dedujo que sería eso que las cuidadoras de donde lo alejaban usaban, eso a lo que llamaban teléfono móvil o celular.

-Al fin coges el teléfono, llevo llamándote por casi veinte minutos.

Él no prestó atención a la conversación que el chico estaba teniendo y se puso a inspeccionar las calles cubiertas de agua, los autos pasando por ellas y salpicando a los otros, las personas caminando a paso rápido con un paraguas o abrigo. Abrigo. Tembló en el asiento recordando el frío que sentía en su cuerpo y miró a Suigetsu en el momento en que el terminaba de hablar.

-Le he avisado que iremos. ¿Listo?

El asintió en respuesta a la vez que sentía una extraña sensación en su estómago.

My Little FoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora