XXIV

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NARRADOR:

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NARRADOR:

Solo pasaron dos días desde el secuestro. Raizel nunca se separó de la rubia, quien aún no despertaba.

Frankenstein estaba al pendiente de ambos, ya que su amo no estaba alimentándose como debía, podía notar un palidez nada normal en el, y eso le preocupaba.

Amo, debe de comer algo, por lo menos tomar una taza de café. El pelinegro lo observó fijamente por unos segundos. Negó.

El suspiro y vio como apoyaba la cabeza en la camilla de ella. Ambos estaban mal, pero Raizel debía de ponerle ganas y no dejarse ganar por la angustia.

Si Eva despierta y lo ve así, se enojara, sabe cómo es ella. Alzó su cabeza y volvió a mirarlo por segunda vez. Eso no lo negaría, sabía cómo actuaría ella si estuviese despierta.

El noble se paró del sofá blanco y desapareció del laboratorio sin decir nada. Era una situación angustiante para todos, aunque salían más afectados los hermanos Loyard, quienes entraban bastante seguido para verla y quedarse un rato con ella.
Incluso, hablaban como si estuviese despierta, a ese grado, Frankenstein pensaba que realmente la querían mucho, la veían como una hermana menor, nunca lo dijeron, pero la manera en que la trataban era obvia.

Rai no volvió al laboratorio, cosa que se le hizo raro al rubio, tampoco fue a buscarlo, el como toda persona necesitaba su espacio para pensar.

...

El noble estaba apoyado sobre el escritorio, sus mechones de cabellos negros como la noche caían sobre su rostro pálido y furioso.
Sus ojos carmesí brillaban en la oscuridad del cuarto y la luna aquella noche no brillaba a causa de las gruesas nubes que la cubrían.

No sabía cómo reaccionar. Dos noches, dos noches dormida, sin moverse, sin mostrar algún signo de querer despertar, nada.
Quería ir a Lukedonia y estrangular a aquella mujer y su estúpido perro Gejutel; sabía que no podía, Eva no querría verlo así.

Siempre leyó su mente, Eva era una joven que no quería ver peleas, no quería ver separaciones, nada de eso, pero ahora...ella no pensaba, su mente estaba muerta, no podía saber cómo se sentía, ¿Si estaba en medio de una pesadilla? ¿Si estaba sufriendo de dolor? ¿Si no podía moverse o despertar? ¿Cómo la podría ayudar? Se sentía un verdadero inútil.

Alzó su mirada y se observó en el enorme espejo que estaba pegado a la pared. Estaba mal físicamente, lo primero que vio fue su rostro, estaba pálido, muy pálido. Bajo sus ojos tenía unas ojeras muy notables, no había dormido nada por ella, estaba cansado.
Su ropa estaba mal puesta, la camisa estaba mal abrochada y salida del pantalón negro que llevaba. Sin dudas necesitaba un arreglo, y de eso se ocupó.

Se dio un baño largo y silencioso, no se oía nada en la casa. Normalmente se escuchaban las bromas o charlas de Tao con los demás, ahora no. Ellos ya no estaban mucho tiempo en la casa, se la pasaban fuera.
Seira y Regis permanecían en la casa, tampoco mencionaban Lukedonia, se sentían culpables por todo lo que había sucedido; Frankenstein hablo con ellos pocas veces y les aclaro que no debían de culparse, pues no era culpa de ellos, eran inocentes.

¿ᴇɴᴀᴍᴏʀᴀᴅᴀ ᴅᴇ ᴜɴ ɴᴏʙʟᴇ?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora