Después

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El viento que se cuela por la ventanilla bajada del coche rojo que conduzco hace que mi pelo, del mismo color vivo que el vehículo, se mueva hacia la derecha y por delante de mi cara. Aparto un mechón que se interpone entre mi vista y la carretera. Una que sigue por delante de mí kilómetros y kilómetros. Hacia el sur, sin rumbo fijo. Al menos yo no lo tengo; el asfalto supongo que acabará en algún sitio. Probablemente una playa de Jeolla del Sur. O incluso de Busan si no voy tan recta como espero. No tengo ni idea, porque no he mirado la ruta antes de subirme a este coche. Solo he cogido mis pertenencias, las he metido en el maletero, he llenado el depósito y he seguido la primera carretera que me sonaba del sur.

A lo mejor dentro de cincuenta kilómetros decido desviarme porque el nombre de algún pueblo me manda una señal. O a lo mejor sigo hasta que se acabe la tierra.

Supongo que esto es la libertad. Mirar hacia delante sin pensar en lo que dejas atrás. Seguir la carretera buscando un sitio en el que quedarse. Decidir dónde hacerlo, sin pensar en ningún tipo de estrategia. Hacerlo por placer, sin presión. Sin huir.

Entonces, si esto es la libertad, ¿por qué no me siento libre?

¿Por qué cada kilómetro que recorro no me siento más cerca de mi destino, sino más lejos de lo que soy?

¿Por qué me siento más atrapada que cuando mi vida era una huida constante?

Ni siquiera el viento, que siempre me había dado la sensación de liberación y fuerza para seguir, consigue hacerme sentir menos enclaustrada.

Sé dónde está la respuesta. Ni en la brisa, ni en el asfalto, ni en el sonido del motor. Ni siquiera está en mi maleta o en mi teléfono móvil recién comprado: está en mi corazón, que a cada metro recorrido parece un poco más muerto y nervioso.

¿Estoy buscando mi libertad o estoy volviendo a huir?

El mechón escarlata que vuelve a ponerse ante mis ojos me dice que soy una Garam diferente; que he cogido todo lo que he sido estos años para reconstruirme y abrazar mi liberación. Pero quizá la incomodidad que siento cada vez que me impide ver no tiene tanto que ver con la falta de visión como con el hecho de que, incluso con el pelo rojo, estoy huyendo de lo que he sido. De lo que sigo siendo.

Dejo que el viento siga moviendo mi cabello y que lo ponga delante de mis ojos. Y con la vista dividida entre el rojo y el negro, giro el volante para tomar la salida de Daejon.

Vuelvo.

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¡Hola!

Se me hace raro volver a publicar algo, pero... aquí estoy again y espero que sea para volver a ser constante. Tengo que admitir que llevo una racha de inseguridad con la escritura bastante grande, y sobre todo con este proyecto. Y ayer me vino el pensamiento al cerebro de empezar a subirlo de una vez, así que he cogido todo el valor que he podido y... aquí está.

Es un capítulo extremadamente corto que sirve como prólogo, pero espero que os haya gustado este inicio y la sinopsis (que tenéis al acceder al libro, ya sabéis). Bueno, y que os haya dejado con dudas, teorías y muchas ganas de más. No tengo yo mucha pregunta que hacer, así que cualquier cosa, dejadla por aquí que yo la leo más que encantada.

Seguramente abra un preguntas y respuestas por IG para cualquier duda, incógnita y tal que vayáis teniendo sobre esta cosa rara que estoy escribiendo ahora, por si queréis pasaros por ahí también.

¿Nos leemos el lunes que viene? Espero que sí.

¡Os leo!

Mousetrap - myg, jjkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora