Caminaba por la acera opuesta con tranquilidad. Mi paso, ágil y decidido, pretendía camuflarse con la marabunta que cruzaba las calles de Gaepo-dong. Mi apariencia, sin embargo, buscaba todo lo contrario: ropas negras de infrarrojos, a prueba de cámaras de vigilancia, tacones altos y mi peluca roja ondeando al viento. A un lado de mi cuello, como en cada robo, el tatuaje de una mariposa demasiado llamativa para pasarla por alto.
La policía necesitaba testigos con detalles relevantes para su investigación fallida, y uno de nuestros deberes era darles todos los posibles.
Sabía que entre tanta gente, seguía siendo insignificante. Una persona más, con un atuendo peculiar pero que se camuflaba entre la marea. Una que me haría llegar a mi destino sin inconvenientes. Porque si me dejaba rodear por todas ellas y seguía su rumbo natural (el del paso de cebra que tenía que cruzar para alcanzar mi objetivo), no sería visible hasta que yo quisiera serlo. Y mi cabellera roja y yo cruzamos sin ser percibidas por nadie. Nadie que yo no quisiera.
La furgoneta negra conducida por Hobi se paró junto al resto de coches. No estaba la primera en la fila de vehículos, pero podía verla a la perfección. Y si no la hubiese visto, habría sabido que estaba ahí porque, como yo, llevaba el tiempo controlado minuciosamente; por el reloj de su muñeca (idéntico al mío), la preparación previa al atraco y porque llevaba a Yoongi sentado a su lado, repasando todo el plan y controlando que todos lo siguiésemos al dedillo. Solo nos podíamos salir del patrón si él daba órdenes nuevas, unas que nos llegaban a través del pinganillo invisible que llevábamos.
—Ralentiza el paso, Gi. Chan va con retraso.
Ellos sí que me veían, como siempre habían hecho. Por eso asentí sutilmente y empecé a caminar más despacio.
—Diez segundos —avisé. Tenía que entrar al banco antes que Chan, así que, por si acaso, aproveché mi giro a la derecha para acercarme a la puerta y observé la calle que se extendía ante mí. Igual de llamativo y a la vez camuflado que yo, Himchan estaba a unos diez pasos de la puerta. Al no recibir respuesta y comprobar su distancia, tomé aire y abrí la puerta del banco antes de adentrarme en el local—. ¿La última?
—Yo —me avisó una mujer justo cuando se giró ante mi pregunta. Yo asentí con una sonrisa y me coloqué a una distancia prudencial a esperar mi turno. Y mientras lo hacía... conté las personas que tenía delante, en la cola para la caja, y las de los mostradores de atención especializada. Cinco de pie, tres sentados y... uno en el despacho del director. Uno que no contaba realmente, pero que tenía la misión más importante de todas: colocar un pendrive en el ordenador del directivo sin que este se diera cuenta.
La sucursal de Shinhan Bank en Gaepo-dong no difería mucho del resto de oficinas. Mismas mesas metálicas que gritaban profesionalidad, misma ubicación de los puestos de atención personalizada, misma disposición de despachos, mismos cristales para poder ver a través de ellos... Lo único en lo que se diferenciaban era en los metros cuadrados del local. Este, en concreto, tenía unos setenta. Nuestras misiones no solían ser en locales muy grandes precisamente para no llamar tanto la atención; aunque, por supuesto, eso tenía otras ventajas. Como, por ejemplo, saber exactamente el tipo de ordenadores y sistemas de seguridad que tenía cada sucursal y que, por más que hubiésemos sorteado, nunca cambiaban. Intentaban reforzar sus cortafuegos, cambiar las claves de las cajas fuertes y poner cámaras más precisas, pero no funcionaba. No con nosotros.
Por eso sabíamos con seguridad antes de entrar que el ordenador del director del banco sería idéntico a los demás: una CPU colocada estratégicamente debajo de la pantalla para darle altura a esta y, en nuestro caso, para hacernos accesibles los puertos USB de la parte trasera. Aunque igual que estaban accesibles, también eran visibles para la persona sentada frente a la pantalla. Por eso, aunque nuestro hombre tenía la misión más importante de todas, necesitaba un poquito de ayuda.
ESTÁS LEYENDO
Mousetrap - myg, jjk
FanfictionChu Garam siempre ha querido huir para encontrar su propio hogar, aunque lo que no esperaba es que huir iba a significar evitar la justicia de la mano de Min Yoongi: su novio y líder del grupo de atracadores de bancos del que ella forma parte. Sus a...