Nieve de Plata

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Estamos solos. Scott y Jeff me miran, con las armas en las manos. Saco el revólver de mi abrigo y levanto la cabeza. Veinte metros adelante, cuatro hombres se atrincheran en la nieve. Recién cuando veo el blanco paisaje de su lado del terreno, noto el frío y el hielo que cubre todo a mi alrededor. Razono entonces sobre lo difícil que será avanzar a la intemperie, climática y del campo de batalla. Las botas se atorarán en la nieve alta y con los charcos resbalaremos y nos volveremos un blanco fácil.

Miro alrededor con la esperanza de ver un caballo para la huida, pero todos corrieron lejos con los primeros disparos de los que aún puedo oler la pólvora. Oigo el resquebrajar de la nieve cuando Scott se acomoda para tener a tiro a los hombres atrincherados. Miro la luna, blanca como la nieve a mi alrededor, y las estrellas, tan hermosas. La nieve refleja la luz del satélite y torna la escena de un tono plateado tan atrapante, que cuesta ver su belleza sin olvidar el tiroteo.

Escucho un fuerte crujido en la nieve, volteo y veo a uno de los cuatro hombres salir del pozo en el que se guarecía. Asomo mi arma y comienzo a disparar hacia el hombre, que estaba aterrado porque nos dimos cuenta de su estrategia. Jeff lanza un único disparo y atraviesa el rostro del hombre. Me horrorizo al verlo caer, manchando la obra de arte plateada con un rojo que derrite la nieve. A la vez, me sorprendo por la puntería de Jeff a pesar del frío, y veo mis dedos desnudos y congelados tan inútiles que no pudieron apuntar. Maldigo el no haber traído guantes, pero agradezco que mi inconsciente me haya impulsado a ponerme el saco de piel que abriga todo el resto de mi cuerpo.

Noto entonces un detalle decisivo en esta batalla: el desnivel. La zona en la que están atrincherados tiene una ligera inclinación comparada con nuestro terreno. Levanto el carro en el que estoy escondido y lo empujo hacia donde están Jeff y Scott. Mientras me muevo, los tres hombres, sin saber muy bien lo que pasa por mi cabeza, abren fuego hacia mí. Atemorizado, apuro el paso y no noto el pozo delante de mi pie. Resbalo en la capa de hielo y agua y siento un profundo dolor en mi articulación. Me arrastro como puedo y Scott lleva el carro hacia la cobertura. Me recuesto a descansar unos segundos y noto como se moja mi espalda, como la nieve invade cada rincón del abrigo de piel, haciendo que sea una tortura llevarlo puesto. Sin embargo, sacarse el abrigo significaría congelarse aún más, por lo que me levanto como puedo. Tomo mi Colt y cuento mi plan a mis compañeros.

Me subo al carro, Jeff y Scott me miran y comprobamos que tenemos todos nuestras tareas. Miro hacia adelante y veo que los hombres se asoman de vez en cuando. Luego, miro hacia arriba y veo a la hermosa luna que contempla todo con total paz. Le extiendo mi congelado pulgar a Scott, en señal de que estoy listo, y con Jeff comienzan a empujarme. Me sueltan y corren detrás mío mientras disparan a los hombres que no comprenden nada y abren fuego hacia el carro. Yo me asomo y me defiendo, aunque me agacho cuando veo que casi llego a mi destino. Cumpliendo la función de ariete, derribo la cobertura de los hombres y aplasto a uno, que deja un charco rojo alrededor. Jeff y Scott se lanzan hacia los otros dos hombres. Scott forcejea con uno de ellos hasta que lo empuja, toma el arma de entre la nieve y lo ejecuta. Jeff se abalanza hacia el otro, pero este es más rápido y toma el revólver amenazandolo. Scott dispara hacia el hombre y aunque falla le da tiempo a Jeff para que lo tire al suelo y aleje el revólver. El hombre se resiste, pero él lo golpea. Toma una piedra y lo mata.

Ahora sí, estamos solos. Bajo del carro, me acerco rengueando hacia el hombre que Scott derrotó y tomo la bolsa de dinero, la causa de la trifulca. Diez mil dólares. Salgo del pozo, antaño escondite de los hombres, y comienzo a escalar la montaña. El ruido de un disparo y el olor a pólvora me toman por sorpresa. Mi cuerpo se queda sin fuerzas y caigo en la cruda nieve. Recién cuando me desplomo siento el profundo dolor en la zona de mis intestinos, culpa del frío que dejó mi cuerpo como un insensible cascarón. Jeff toma la bolsa de dinero y Scott me quita mi arma. Pasan los minutos. Scott y Jeff ya se fueron. Sigo inmóvil en la nieve. Miro hacia arriba, a la pálida y despiadada luna, que cubre todo con su asesina luz plateada, que se refleja en el suelo, encegueciéndome. Cierro los ojos y mi cuerpo queda tendido allí, en medio de la nieve, arruinando la hermosa obra de arte.

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