Día 3 - Escribir es más difícil de lo que parece

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Día 3

Pérdida de memoria temporal

"por favor dime"


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Kongpob es un novelista, y Arthit, además de ser su esposo, es gran fan de sus novelas. Sin embargo una tarde, al leer una escena que lo deja devastado, Arthit no puede aguantar más tiempo sin saber qué le pasará al gran protagonista de la historia.


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"Paredes blancas e impolutas saludaron a Wirat la mañana del viernes. El pitido del monitor a su lado además de la intravenosa en su mano le proveyeron de la información necesaria para saber que se encontraba en un hospital. Trató de moverse, pero un peso sobre su regazo le impidió hacerlo; y ahora que volvía poco a poco en sus cinco sentidos, la respiración apacible de la persona que le acompañaba le hacía saber que esta se encontraba durmiendo.

—Nnnghh... —Gimió en tono bajo cuando, al intentar girarse para ver a su acompañante, la cabeza de Wirat recibió una punzada de intenso dolor. Se llevó una mano a la frente, dándose cuenta de la venda que le envolvía la cabeza.

—¿Cielo?... —Se escuchó una adormilada voz masculina y luego sintió movimiento a su alrededor. —Cielo, ¿cómo te sientes? ¡¡Enfermera!!

Entonces, alguien le tomó por el rostro. Escuchó sollozos y más llamados por una enfermera que pronto entró con ellos y empezó a revisarlo, confundiéndolo más cada vez. ¿Qué había pasado? ¿Qué hacía allí, en un hospital?

Wirat no entendía el porqué. Esa era la gran interrogante, además de la identidad del joven que, de pie frente a él, le veía con ojos de amor y preocupación al mismo tiempo."


—¡Cómo te atreves, Kongpob! —un sorprendido Arthit se dirigió a su esposo. —¡Olvidó a su prometido! ¡¡OLVIDÓ A RUNE!!

Habiendo colocado la tableta de regreso en el escritorio de Kongpob, un furioso Arthit tomó enseguida un grueso diccionario y empezó a estamparlo contra el hombro de su esposo. Este se quejaba entre risas, tratando de protegerse con ambos brazos de los golpes que le propinaba su amado.

—¡Para, para! ¡Déjame explicarte, amor! —intentaba razonar el más joven. —¡No es lo que crees!

—¡Si no es lo que creo, ¿entonces por qué le has borrado la memoria a Wirat?!

Los golpes seguían, aunque de todos modos no eran muy fuertes. Era simplemente Arthit desquitando su frustración por haber leído arruinada la estabilidad de su pareja de ficción favorita, ¡obra de nadie menos que de su propio esposo!

—De verdad... ¡no es lo que crees, amor! Para, por favor... —seguía suplicando el joven escritor. —Para y te explicaré...

Aunque no muy convencido, Arthit se detuvo y bajó el libro. No lo devolvió a su lugar por si acaso se le volvía a ofrecer. Se colocó una mano en la cintura y alzó una ceja en dirección a Kongpob.

—Explícate entonces. Tienes dos minutos —sentenció, haciendo un ademán amenazante con el diccionario.

Mirando entre divertido y asustado a su esposo, Kongpob respiró profundo. Se volteó hacia él sobre su silla giratoria y, luego de echarle un fugaz vistazo al borrador de su novela que aún se leía en la pantalla de su tableta, sonrió.

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