EL SACERDOTE I

342 15 14
                                    

Un joven de cabellos ondulados se encontraba terminando la oración del día, cuando oyó unos pasos, se supone que a esas horas ya nadie quedaba en la iglesia. Y aunque la edificación databa de hace muchos años, no creía que fantasmas fueran a visitarle. Lentamente se levantó del altar, y se giró sobre sus pies, encontrándose frente a frente con un joven de ojos claros, rizos castaños, complexión fibrosa y una sonrisa hermosa, aunque algo malvada. Quería preguntarle quién era, pero quedo tan anonadado de su presencia, que simplemente se le quedo viendo fijamente.

—¿Acaso es una competencia de quién pestañea primero? —preguntó el misterioso hombre, luego de unos segundos en que sus miradas no se apartaban una de la otra.

—Este, yo no quise molestarte, simplemente ¿Quién eres y qué haces aquí? —le cuestiono el joven sacerdote.

—Soy alguien a quien desterraron, alguien que solamente está vagando.

—Puedo darte acogida en una de las habitaciones disponibles si te parece.

—Me gustaría que me dieras otro tipo de cogida —comentó insinuante el castaño acercándose unos pasos al otro muchacho.

—No...yo no me refería...Este yo no —sé trabó el otro joven cuando sintió la presencia tan cercana, tanto que podía sentir su respiración.

—¿Cuál es tu nombre precioso? —preguntó insinuante el de ojos claros.

—Emilio.

—Puedes hablar, creí que te habían comido la boca los ratones, bueno yo te comería también —siguió con su insinuación el castaño, ya con su boca a milímetros de Emilio.

—¿Quién eres tú? —le consultó nuevamente Emilio en un momento de valentía, empujando suavemente al otro hombre. Realmente su presencia le estaba perturbando.

—Joaquín. Y me ha ofendido mucho que me empujaras, nos podríamos divertir.

—¡Vete de aquí ahora! —ordenó Emilio enfatizando cada palara.

—Tienes tu carácter también, eso más me atrae que espanta —dijo recuperando sus agallas y acercándose nuevamente al joven sacerdote, pero este tenía la misma actitud, por lo que le empujo tan fuerte que hizo que chocara contra una de las bancas de la iglesia —. Esta vez si te has pasado. Por ahora te dejo, pero ten cuidado de que nunca sabes qué sorpresa habrá.

Con esa última amenaza, Joaquín se retiró del lugar dejando a un agitado Emilio que intentaba recuperar el aliento. Ni él sabía de dónde había sacado aquella fuerza, solo sabía que necesitaba mantenerlo lejos, pero temía que ahora sería más imposible que antes. Acababa de hacer enfadar a un ser que decía pertenecer a otro mundo.

<<Desterrado>>, pensó Emilio, aquella descripción calzaba con un demonio, o ángel expulsado del cielo.

Minutos después se encontraba en su habitación, perteneciente a la misma iglesia, aunque fuera un recién egresado del seminario, su función había sido tan notable que prontamente le asignaron un lugar en un municipio a las afueras de CDMX. Él se había sentido muy a gusto allí, todo mundo le había tomado aprecio, y aunque se percataba de las miradas de algunos hombres y mujeres, hasta unos momentos atrás nunca realmente se había sentido preocupado por ello. Se puso su pijama, una playera y pantalones de algodón, luego se acostó e intentó pensar en cualquier cosa menos ese hombre misterioso, pero le fue imposible, por lo que encendió la radio que estaba en su buró. En lo que buscaba alguna emisora, se detuvo en una estación en la que sonaba una melodía levemente rockera. Solo que la letra sintió que era un mal chiste en ese preciso momento.

*I wanna be a preacher

I wanna make you love me

Then I wanna leave ya

EL SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora