Emilio se encontraba en su cielo, era parecido a lo que tenía en la tierra con su iglesia, donde se encontró por primera vez con Joaquín. Incluso su habitación había sido replicada.
—Imagino allí los recuerdos son de mucha pasión —la voz de Dumah lo interrumpió, era un ángel vigilante, su trabajo en si era cerciorarse de que cada alma estuviera en su sitio, debido a que en el pasado hubo quienes intentaron huir para regresar abajo o simplemente visitar otras puertas.
—Que no te escuchen tus superiores, sino sellan tu lengua —rio Emilio.
—Yo solía ser un cupido, de esos temas se muy bien —dijo Dumah elevando sus cejas.
—Pero fuiste "elevada" a vigilante luego de cometer un error romántico.
—Yo simplemente cumplía órdenes, no es mi problema que Carlos fuera un infiel...pobre Diana.
—Ni siquiera se enamoraron —aclaró Emilio.
—Nunca más te consigo una tv, esa serie* te metió ideas en la cabeza —comentó ella dándole un golpe suave en el hombro —. Vine por lo que hablamos.
—¿No habrá problemas? —cuestiono Emilio. Dumah le dedico una sonrisa e indico que siguiera todas sus indicaciones. El confiaba, ya que Dumah desde que él había ingresado a su cielo, estuvo a cargo de vigilar que cumpliera todas las reglas, y entre visita y visita entablaron una confianza. No debería ser así, pero Dumah se definía como un espíritu libre que añoraba su vida de antaño juntando parejas; quizás por eso le interesaba la historia del sacerdote y ángel caído. Además, siendo alguien tan imponente e importante como Ramiel, que incluso los ángeles creados luego de su partida conocían quien era, le daba mayor sabrosura.
—Yo encantada habría arrojado esa flecha —menciono en una de sus tantas conversaciones, suspirando fuertemente —. Ya sin tu ayuda termino en desastre —le bromeo Emilio. Dumah se molesto ante ese comentario, para luego unirse a la risa contagiosa del rizado.
En el plano terrenal, precisamente la misma habitación que lo visito por vez primera, Joaquín esperaba ansioso, sentía que había pasado décadas desde que había estado con su sacerdote. Durante ese tiempo siguió vagando y probando otros cuerpos, pero ninguno había ganado su alma, por muy torcida y dañada que estuviera esta. No solo era obsesión lo que tenía, sino que ¿amor?, incluso el mismo se cuestionaba si darle aquel título, simplemente sabía que todo su ser se estremecía a su lado. Escucho un ruido de fondo, una puerta que se abría.
—¿Eres tú?... Ah Hola Dumah —la emoción en la voz de Joaquín se esfumo cuando vio que no era su amado quien ingresaba.
—Gracias por recibirme así —respondió con sarcasmo el otro ser.
—Me agradas y aprecio lo que haces, pero estoy expectante.
—Pues que no has tenido suficiente con otros y otras —comento Dumah, mientras de su cuello agarraba una cadena que contenía un cuarzo con energía azulada en su interior.
—Yo creía que cupido eran seres inocentes, literal unos querubines.
—Era, pasado. Y como si no hubiéramos vistos las artes amatorias de mucha gente —aclaro Dumah con su humor característico —. Toma esta cadena y arrójala al suelo.
Joaquín la recibió en su mano, acto seguido la dejo caer y como si de un hechizo se tratara, un hombre de cabellos rizados y contextura delgada surgió de su interior. Las palabras no fueron necesarias ya que ambos se fundieron en un abrazo y beso apasionado. Un carraspeo les hizo separarse, habían olvidado por completo que tenían audiencia.
—Muchas gracias Du — esta vez Emilio abrazo a la pequeña figura que le sonreía.
—Recuerda que tienes veinte y cuatro horas, entonces vendré por ti.
—¿No habrá manera de extenderlo?
—Soy de romper reglas, pero no tentemos a mis superiores. Me voy, aprovechen —se despidió Dumah con un último guiño.
—Mírate, que ansioso por tenerme por horas ¿Dónde quedo el que te dejara en paz? —ahora que estaban solos, Joaquín tomo a Emilio por la cintura acercándolo fuerte hacia si, en lo que le daba besos en su cuello. El rizado sintió el miembro del ángel que se ponía dura, y no podía negar que le excitaba mucho.
—Creo que siempre estuve en negación, pero estar solo allá arriba te hace meditar mucho, y extrañar sensaciones —Emilio se giró para mirarlo directamente a los ojos —¿Qué hiciste para tenerme así?
—Me pregunto lo mismo —replico el ondulado, plantado un beso apasionado sobre el otro hombre. Las horas siguientes fueron solamente ellos dos, como si el tiempo ni personas existiera; cabe añadir que, para suerte de ellos, la habitación había permanecido cerrada desde la muerte del sacerdote. La congregación no podía perdonar ni creer que un ser religioso cometiera un acto pecaminoso como el suicidio, aun así, los feligreses seguían dejando flores en su tumba, siendo Renata la que la visitaba seguidamente. Ella había dejado el centro psiquiátrico para mudarse al área pediátrica de otro hospital, sentía que allí no tendría que sufrir más traumas y los niños le daban mucha alegría. Incluso logro establecerse con uno de los doctores, un chico de unos ojos chinos hermosos.
Regresando a los amantes, cada minuto que estuvieron juntos lo dedicaron a amarse de todas las maneras posibles, yendo tanto al cielo como al infierno. Si estos encuentros perduraron por más siglos, pues cuando eres el ángel de la lujuria, todo es posible. Romper las reglas es algo de cada día.
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*The Crown, serie sobre la corona inglesa.
Esta historia nació por un edit, y fue tomando forma en el camino. Muchas gracias a quienes me han leído y leerán.
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Saludos
Rovallie/Brisallie
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EL SACERDOTE
Random¿Cuánta fuerza de voluntad realmente puedes tener? El joven sacerdote Emilio creía que estaba a salvo en su espiritualidad, pero incluso alguien así puede quebrarse. HISTORIA CORTA inspirada a partir de dos imágenes y la idea de una amiga, además de...