EL SACERDOTE II

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Habían pasado dos días desde que viera a aquel doctor, no había tenido ni el valor de acercarse, ni tampoco la oportunidad. Menos le había comentado a Renata que le recordaba a aquel ser. Aunque ella se había vuelto alguien de confianza, seguía siendo la enfermera que lo cuidaba y administraba los remedios, y sinceramente no quería que le aumentaran más la dosis. Temía que le estuviera perjudicando más que ayudar.

Sin embargo, aquel tercer día, algo cambio. Se encontraba desayunando, se suponía que Renata como su enfermera vendría con la pastilla correspondiente a ese horario, en lo que tomaba su jugo, la vio aparecer junto con alguien que casi le provocó un ahogo.

—Emilio, mira te quiero presentar al Doctor Joaquín Bondoni —le dijo ella sonriente, con el joven doctor de pie a su lado sonriendo también.

—Un gusto, la enfermera Gress me ha hablado de ti —comento amablemente.

—Este si bueno, espero que cosas buenas —Emilio no sabía que decir, más bien quería matar en aquel momento a Renata por traerlo frente a él. Era cierto que quería hablarle, pero no de aquella manera tan sorpresiva

—Sabes ¿puedes darle su pastilla al joven Marcos? Es que tengo que hacer —le pidió amablemente la enfermera Gress a Joaquín, este asintió con la cabeza. Ella le hizo entrega de un vaso pequeño que contenía la pastilla, y se marchó dejándolos solos.

—Me dijo que sí o sí te diera tu remedio, que estabas algo testarudo —dijo Bondoni, en lo que tomaba asiento frente al sacerdote. Entregándole el vaso, el contrario a regañadientes acepto —. Ahora por favor, puedes mover la lengua de arriba abajo.

Emilio hizo lo que le fue pedido, haciendo un gesto incluso burlón al doctor, quien ni se inmuto ante ello. No sería el primer paciente que quería pasarse de listo

—Cree que quiero pasarme de listo —ante aquel comentario, Joaquín abrió un poco los ojos, Emilio simplemente sonrió satisfecho y añadió —. Tres meses aquí ya hasta conozco como ustedes los "loqueros" piensan.

—Entonces, si tanto conoces ¿por qué sigues aquí? —le preguntó Joaquín, cambiando su tono a uno serio.

—Por culpa tuya, porque creen que te veo en todas partes —respondió Emilio desafiante, una parte de su mente le advirtió que no siguiera, que pisaba un terreno delicado, pero simplemente no escuchaba, como si nuevamente algo se estuviera apoderando de él.

—¿Qué has dicho? —inquirió Joaquín.

—¿Quiero que me digas si eres real u otra alucinación?

—Creo que debes calmarte, quizás volver a tu habitación —le intento tranquilizar Joaquín sin perder su seriedad y compostura, pero por error al poner su mano sobre la del otro hombre, este reacciono bruscamente empujándola y levantándose de su silla.

—¡No te atrevas a tocarme! Aquí no soy de tu propiedad —grito Emilio. Su grito había sido escuchado por toda la sala, Renata que se encontraba con otro paciente, corrió rápidamente hacía él.

—Emilio por favor, no querrás que te aumenten la dosis —suplicó Renata, intentando calmarlo.

—¡Hazlo! Si ya estoy lo suficientemente drogado.

—Para, por favor. Sino harás que el Doctor Osorio venga...Muy tarde —justamente como había dicho la mujer, el Doctor de edad mayor se estaba acercando hasta donde estaban ellos. Joaquín no se había movido de su asiento a pesar de la conmoción, pero si lo hizo al notar la presencia de su colega.

—Enfermera Gress, ahora mismo lleva al joven Marcos a su habitación, y le da un calmante —ordenó Osorio.

—Pero ya le fue dada una dosis, no creo que sea bueno aumentarla si me disculpa —Joaquín fue el que intervino.

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