JOAQUÍN

86 8 1
                                    

No me acostumbraba a este cuerpo, sentía que con el anterior me admiraban y respetaban. Quizás porque era un joven doctor apuesto que marcaba presencia al caminar. No es que Renata fuera una chica poco agraciada, al contrario, era muy guapa y atraía miradas, pero una subordinada. Entre las enfermeras era de las más queridas y profesionales, en especial notaba que Osorio le tenía una particular estima. Durante mis días suplantando al Doctor Bondoni, supe el porqué.

—Renata, que seas hija del que fuera mi mejor amigo, no te da mayores libertades —había escuchado un día de casualidad tras la puerta de la oficina de Osorio.

—Lo sé, prometo que me comportare —había dicho ella, en un tono que sonaba a sumisión.

—Además es por tu bien, ya se comenta que cuidas en exceso al joven Marcos.

—Lo hago en mi deber de enfermera simplemente —se había explicado ella.

—¿Estas segura? —había preguntado el doctor, no supe la respuesta de ella porque se quedo en silencio. Quizás hizo algún gesto, que, al no estar allí dentro, me perdí. Luego volví a escuchar la voz de Osorio —. Bueno, eso ha sido todo. Puedes marcharte.

Desde ese día, con aquella nueva información empecé a meditar que ella podría ser la próxima en serme útil, era cercana a Emilio y al parecer tenía sentimientos más allá del vínculo enfermera y paciente. Además, aunque había recuperado al joven Bondoni, sentía como este se iba debilitando cada día. Solo que me gustaba ser él, no solamente por la sensación de admiración, sino que también tenía miradas de hombres y mujeres, siendo los primeros mi preferencia.

Les diré de mí, soy Ramiel, uno de los primeros caídos cuando Lucifer se rebeló. Soy el que le enseño a manejar la lujuria a los humanos, cuando estos eran unos monos colgando de árboles, o cuándo recién conocían la maldad a causa de una manzana. Todo según como vean la historia. Los primeros siglos éramos poderosos, nos mezclábamos entre humanos, algunos incluso tuvieron hijos, que aberración. Pero yo solo quería disfrutar del placer del cuerpo y los sentidos. Luego nos empezamos a debilitar, aparecieron sacerdotes expertos en exorcismo, los ángeles no necesitamos de aquello, porque nuestros receptores son lo que aceptan la posesión. Pero estábamos relacionándonos con el inframundo, y sentíamos que poco a poco lo angelical se nos iba.

El último siglo, apenas y estábamos sobreviviendo. Las guerras alimentaban a compañeros míos como los jinetes del apocalipsis, hay gente que cree que solo son un mito, pero no. Sin embargo, yo vivo del placer de la carne, no la sangre; a menos que haya algún fetiche. Como sea, así me mantuve por décadas, hasta que lo vi un día.

Llevaba un tiempo poseyendo a Joaquín, me sentía a gusto. En principio había puesto resistencia, era un hombre devoto, acepto porque le dije que le ayudaría con su enfermedad. Pensándolo, quizás por eso estaba tan débil... pero bueno el punto es que un día entre a la iglesia de uno de los tantos municipios de CDMX, y allí estaba un rizado que me cautivo en cuanto lo vi. Recuerdo que decía unas palabras sobre el amor, cómo si me importara, y que no era el único que lo observaba como si quisiera devorarlo; note lo mismo en otros asistentes. Que risa me daban, vienen a la iglesia buscando ser perdonados, pero en sus mentes solo quieren desnudar al padre que les da la misa. Lo que ellos tenían solo en sus pervertidas mentes, yo lo haría realidad.

Deje pasar unos días antes de atreverme a acercar, quería primero observar sus movimientos, el momento preciso en que lo encontraría solo. Y así fue un día al terminar una oración, no quedaba nadie, me levanté de mi banca y di unos pasos hacía él. Este me quedo mirando fijamente, me encantaba notar que aún mantenía mi magnetismo sobre la gente.

—¿Acaso es una competencia de quién pestañea primero?

_______________________________________________________________________

Muchas gracias a quienes leen :)

EL SACERDOTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora