Verano de 1988, 12 años

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Debo admitir que lo que quedó de año no fue fácil. Pensaba mucho en ella, en lo que pasó en la carpa. Creo que mi madre sospechaba algo, pero nunca le dije. Tenía miedo de lo que me fuera a decir, pero más que eso, fue un momento algo personal, prefería que se quedara así. Era extraño, ya no sentía la misma emoción de antes por volver a la montaña, quería ir, quería ver a Madeline, pero no me moría de ganas por hacerlo De hecho hasta sentía temor ante la idea de hablarle y que ella no me dirija la palabra. La verdad, se sentía mal, se sentía como si hubiese algo que me faltase.

Ya en verano, fuimos, y como el año anterior, la familia de Maddy ya estaba allí. Esta vez volví a ayudar a desempacar todo de los autos, a hacer las camas, a ordenar los platos, entre otras cosas. Quería ir a la cabaña de al lado, pero temía que ella no quisiera verme. En fin, ayudé a mi madre a preparar la comida, almorzamos como siempre, pero yo no me sentía como en casa, no me sentía acogida por los árboles, ni consolada por los caudales a la distancia. Había una pieza que estaba perdida, y no sabía cómo recuperarla.

A la tarde salí, y me encontré con nada más y nada menos que con la señora Inés, afuera, sentada en una silla, con su cabellera blanca y sus ojos azules.

-Hola querida.

-Hola.- Guardé silencio.

-¿Hay algo que te preocupa?- La miré.- ¿Tiene que ver con mi nieta?- Me preguntaba si ella sabría lo que pasó en mi casa en el invierno.

-Tengo miedo de hablarle.

-Supuse que algo había pasado. Cuando ella volvió con nosotros estaba distraída.

-Juro que no le hice nada.

-Linda, no te preocupes por eso, si algo podemos hacer es corregir los errores.- ¿Era eso lo que hice? ¿Un error? ¿O ella lo cometió?

-¿Pero y si ni siquiera sé cómo acercarme a ella? Ni siquiera sé si ella quiere acercarse a mí.- Ella me tomó las manos

-Lily, mira esos cerros, las montañas azules a lo lejos. Mira todo lo que hay aquí. Escucha el río. Piensa en cómo fue que la conociste, piensa en la amistad que ustedes tienen. Una amistad así no se deja ir. Alguien encendió una llama entre ustedes, una llama que nadie puede apagar o conquistar. Mi nieta era una prisionera, y tú la liberaste. Eventualmente se hablarán. Eso te lo prometo.

Aquellas palabras me hicieron sonreír. Dios bendiga a esa señora. Me entré, dispuesta a hablar con Madeline el día siguiente. Pero como si fuese el destino, al entrar en mi cuarto, había una pequeña nota. "Te veo en nuestro lugar a las 18:00" –M.

Fue un total alivio, sentí cómo un peso se quitaba de mi espalda. Le dije a mi madre que iría al cerro, y partí. Mientras subía, sentía un hormigueo en mi pecho, estaba muy nerviosa, no sabía qué decirle, o qué me diría ella. Al llegar, ella estaba sentada en una piedra, mirando el horizonte. Cuando me vio, se puso de pie.

-Hola.- Me dijo.

-Hola...- Ambas nos miramos un poco.- ¿Querías decirme algo?

-Solo quería hablarte. Escuché lo que le dijiste a mi abuela, que no sabías si yo querría hablarte.

-Sí...

-¿Por qué no querría hacerlo?

-Es solo...por lo que pasó esa noche...en la carpa.

-Ah... Sobre eso, perdóname.

-No tengo que perdonarte nada.

-Sí, no sé por qué lo hice...fue un impulso.

-Está bien, no me molestó.

-El punto es...que quiero que olvidemos lo que pasó. No quiero que signifique nada, ni que nos separe.

Siempre nos recordaréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora