Prólogo

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Al principio se sintió como un hormigueo. Como lo que ocurre cuando se te duerme una extremidad o una parte del cuerpo.

  Un simple y pequeño hormigueo inconstante vagando de aquí para allá por todo su tórax y costados por no más que unos cuantos segundos.

  Sunoo le restó importancia debido a su escasa duración. Creyó que era porque había dormido en una mala posición y decidió ignorarlo de la misma manera en la que ignoraba los resfriados y síntomas menores. De buena gana que su salud resistía los descuidos de no haberse abrigado en un día de lluvia, por ejemplo, y aun más porque se trataban de enfermedades fáciles de curar.

  En los días siguientes a ese, cuando las nubes blancas ya no eran impenetrables y comenzaban a dejar que el sol asomase sus rayos entre ellas, el hormigueo se volvía aún más persistente; quizás en la misma medida en que sus ojos tendían a quedarse fijos en las expresiones de su amigo que poseía un cabello como la noche y dos lunares como preciosas estrellas decorando su rostro.

  Sunoo no sabía a qué se debían las cosquillas que por todo su torso crecían conforme su cercanía con Sunghoon lo hacía, ni la razón por la que sentía que su interior dolía y punzaba como si algo dentro de él estuviera creciendo...

  Para cuando se dio cuenta, ya había escupido el primer pétalo.

  No había marcha atrás. El proceso era irreversible y su muerte inminente contra todo pronóstico: Sunghoon no podría amarlo jamás.

𝓗.⠀𔘓⠀𝓥𝒐𝒎𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐  𝓐𝒎𝒐𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora