Capítulo 4. Fiebre y Gardenias de Hanahaki

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Al doblar la esquina saliendo del comedor, Sunoo volvió a marearse. Pensando que fue debido al movimiento brusco con que giró, ignoró el signo de alarma y lo siguió haciendo mientras subía las escaleras a toda prisa, saltándose un escalón mientras avanzaba hasta llegar arriba.

  Una vez allí sintió su cabeza palpitar en protesta de sus movimientos, pero celebró que su vista y balance no le jugaron en contra por el dolor de cabeza y que hubo pisado correctamente todos los escalones.

  Por lo general, Sunoo era muy organizado con sus cosas, pero debido al ligero malestar que empezaba a descomponerlo, simplemente tiró su uniforme encima de una silla al lado del armario cuando llegó a su cuarto; lo único que quería era acostarse y acallar a su cabeza durmiendo.

  Esa noche no hacía especial calor, apenas entraría primavera, pero Sunoo sentía una calidez por alguna razón; sin embargo, no le tomó mucha importancia, por lo que optó por ponerse un camisón en vez del pijama que solía usar.

  Cuando se cambió se tiró a la cama dispuesto a descansar; pero en lugar de dormir estuvo dando vueltas y vueltas en su cama sin lograr conciliar el sueño. Cambió de posición innumerables veces: boca arriba, de un costado, al lado contrario, sobre su vientre... Pero ni eso jugó a su favor ya que el dolor de cabeza no sólo estaba en la parte posterior, sino que ahora abarcaba la frente y sienes también, donde apareció por primera vez; así que cualquier posición en la que se encontrara su cabeza resultaba molesta, pues acrecentaba el dolor. Además, su mente seguía pensando en Sunghoon a pesar de que no fuese su intención hacerlo.

  Sunoo cerró los ojos, apretándolos con fuerza mientras se decía que todo estaba bien; tenía la esperanza de que si se esforzaba por mantenerse sereno podría dormir aun con el dolor, simplemente lo ignoraría. Sin embargo, su propósito se convirtió en una tarea realmente difícil cuando algo inesperado pasó. Ni bien había cerrado los ojos cuando una extraña sensación lo comenzó a invadir de a poco, como de algo malo e inevitable a punto de ocurrir; una amenaza desconocida, pero familiar vigilándolo, lista para atacar en cualquier instante sin darle ninguna oportunidad de escape.

  Sunoo llevó sus piernas a su abdomen para abrazarlas, haciéndose un ovillo.

  Un miedo inexplicable lo llenó por completo, inundando su pecho gradualmente. Nunca antes había sentido pánico hasta aquel momento, cuando la ansiedad se instaló en cada fibra de su cuerpo y su cerebro no supo cómo reaccionar a la presión a la que era sometido.

  Sus ojos se movían de un lado para el otro sin lograr abrirlos; por más que lo intentara, sus párpados parecían adheridos. Sus manos aferradas a sus antebrazos con sus piernas entre ellos no le permitían incorporarse; lo inmovilizaban por completo. El temblor en sus extremidades no tardó en aparecer, haciendo que su mentón chocara con sus rodillas al tenerlas muy cerca de él.

  Su sistema estaba en un dilema: al saber sobre una amenaza tenía que estar alerta para reaccionar, pero al mismo tiempo no quería saber lo que era esa amenaza.

  Su cuerpo le gritaba "defiéndete", pero su mente quería estar inconsciente.

  Eso sucede cuando las situaciones a las que nos enfrentamos nos sobrepasan, y en lugar de que nuestro sistema reaccione para defendernos, ya sea con la respuesta de huida o la de lucha; el órgano que se encarga de ellas queda secuestrado por las emociones que nos agobian, siendo imposible movernos, quedando prácticamente paralizados de miedo.

  Sunoo sentía la amenaza invisible cerniéndose sobre él; la especie de sombra amorfa que veía en el suelo gracias a la tenue luz de la luna le indicaba que estaba a sus espaldas. Podía sentir que sus ojos se clavaban en su nuca, esperando a que despertase para asfixiarlo en un sufrimiento lento e irreversible.

𝓗.⠀𔘓⠀𝓥𝒐𝒎𝒊𝒕𝒂𝒏𝒅𝒐  𝓐𝒎𝒐𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora