Epílogo

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La luna brillaba en lo alto, hermosa ante los ojos de los hombres, que ignoraban la cara oculta que escondía tras su luz. Símbolo místico de la diosa del amor, les traía infames recuerdos de un tiempo en el que su influjo había dado fuerza a la maldición que sobre ellos había pesado y por la que tanto habían perdido para poder aprender y avanzar.

Jaskier punteaba su laúd, pensativo. Le había dado muchas vueltas a la canción que estaba componiendo pero ninguna melodía le parecía lo suficientemente digna de Eskel, quizás esa canción nunca vería la luz, pero no tenía importancia, volvería a intentarlo con otra, porque había un motivo para cantar, para vivir y para amar. Su voz nunca había sido más dulce, ni más pura, en los anales de la historia la voz de Julian sería conocida como la más melancólica e hipnótica de todos los de su profesión.

Cirilla lo descubrió así, junto a la ventana y se sentó a su lado, atenta y paciente. Jaskier le sonrió mientras perdía el hilo de sus pensamientos, sus dedos ahora jugueteando con las cuerdas sin buscar ningún sonido coherente.

—Ya no eres más una niña, la leoncilla ahora es toda una leona, una mujer que nunca llegará a serlo, me pregunto cuántos años más podré seguirte la pista —le dijo Jaskier mientras observaba lo grande y hermosa que se había vuelto. Bruja y hechicera, Cirilla era única en su especie y en todos esos años, había sido una hija y una amiga, cuando lejos habían quedado las hazañas del pasado, junto con los amorios pasajeros y los líos de faldas.

—Tú nunca morirás, Jaskier. Ni yo ni Geralt lo permitiríamos —le aseguró, haciendo que el bardo se riese. Su pelo ya era totalmente cano y aunque disfrutaba de bastante buen estado de salud, los años comenzaban a pesarle. Estaba perdiendo la visión como antaño le había ocurrido a su madre y ahora sus ojos, siempre preciosos, estaban algo opacos y perdidos.

—Vienes a despedirte, ¿verdad, querida? —adivinó Jaskier.

—Pero volveré —le aseguró con rotundidad.

—Sé que lo harás, y yo te esperaré como siempre, dulce niña, ya no niña —respondió antes de que Cirilla se inclinase y le diese un beso en la mejilla y Jaskier hizo lo mismo, antes de que ella se apartase y se marchase.

Aunque no lo escuchó, lo sintió y de nuevo sonrió, haciéndose el desinteresado, sin mirar a la puerta donde sabía que Geralt lo miraba.

—Tienes una buena hija —halagó de manera casual.

—Como la tienes tú, Jaskier, pues es tan mía como tuya —dijo Geralt con el mismo tono firme que Cirilla empleaba para hablar.

De nuevo, la sonrisa de Jaskier se ensanchó, antes de mirarle. Su relación no tenía nombre, pero no lo necesitaba, amigos, después de tantos años, parecía quedarse corto, aunque así se llamaban en el uno al otro, compañeros de penurias y consuelo en las largas noches.

¿Amor? Sin duda, del que primero crea maldiciones y después las cura.

—Estoy componiendo otra canción para Eskel, ¿querrías escucharla?

—Siempre —contestó Geralt, acercándose a él. Se sentó con cuidado detrás de él y lo abrazó.



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NA: Hemos llegado al final de esta historia, queridos lectores.

Tengo sentimientos encontrados. Creo que he roto muchos corazones, me devasta el final de Eskel pero no veía otro modo de terminar lo que había empezado.  Aún así, espero que la hayáis disfrutado de la lectura.

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La cara oculta de la luna [Geraskier]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora