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Louis tiene una gran reputación.

Él, por ahí por mediados del siglo XX, fue el mejor demonio caótico en la Tierra. La verdadera definición de caos y lío. Problemas, disturbios, peleas, masacres y crímenes por todos lados, donde fuese, provenían de Louis. Era muy respetado y lograba las mejores tareas. Le temían en todos los pequeños pueblos y a veces hablaban de él en las grandes ciudades, cuando aún no comenzaba a perderse la credibilidad en las cosas suyas, de dónde provenía y todo eso. Asuntos políticos.

Palabra clave: era.

Por ahí por los dos mil, en el nuevo milenio, Louis estaba organizando una gran revolución en América. Había logrado muchas cosas la década anterior (no es por presumir, pero hizo un verdadero caos cuando todos esos políticos y sus sistemas cayeron gracias a él, rusos comunistas y esas cosas. Una de sus mejores hazañas en los últimos siglos) pero, esta vez, quería hacer algo muy grande. Mejor que las guerras que organizaba el Jefe. Estaba en esa isla pequeña, no muy importante, y tenía todo este grupo de seguidores, todo el país, cumpliendo con sus ideas y vociferando sus lemas. Era todo muy eufórico y grande, gente que realmente iba a organizar un verdadero caos. El Jefe estaría orgulloso de él. ¿Quizás pudiera obtener un ascenso? ¿Al menos un aumento?

Entonces, dos noches antes de que Louis llevara a cabo todo, por supuesto, un pequeño y muy pálido ángel detuvo el tiempo en una de las salas de conferencia que tenían para él.

"Louis" saludó él, un poco desastroso con aún sus alas expuestas, blancas y puras plumas embelleciendo la habitación. Louis no se dejó amedrantar por la gran belleza de la criatura.

"¿Para qué te han enviado, niño?"

"Mi nombre es Harry" se presentó él y realmente lucía como un niño, con todos esos rizos marrones cayendo a los costados de su rostro y sus facciones un poco redondas y dulces, casi aniñadas y, definitivamente, angelicales. Llevaba esta túnica clara y larga y algo demasiado similar a sandalias doradas enrollándose en sus pies y subiendo por sus piernas. Parecía un humano, de esos molestos e irritantes, adolescentes o algo así. (Aunque, Louis no se podía burlar. Él tenía inmortalidad, juventud eterna y todas esas mierdas. Si algún humano lo viera, diría que tiene veinte años o un poco más, un poco menos. Los humanos son realmente idiotas.)

"Bien" dijo, luciendo aburrido y cruzándose de brazos con desinterés. "¿Qué quieres, Harry?"

El ángel ladeo la cabeza.

"Me han enviado para evitar una catástrofe."

"Eso significa que mi travesura dará resultados. ¿Tu jefe movió los hilos y vio el futuro y por eso te han enviado a mí? ¿Soy una gran y peligrosa amenaza?" Louis ensombreció su expresión, sus cuernos asomándose en un parpadeo y dos grandes y furiosas alas negras, similares a las de un cuervo, brotando de su espalda. El peligro y el miedo danzaban en el aire, todo volviéndose oscuro.

Entonces, cuando miró al ángel de rizos y piel tersa, él le sonrió.

Las alas y los cuernos desaparecieron.

Louis se congeló en su sitio.

"Exactamente, Louis" dijo, casi feliz porque Louis supiera que él hacía ahí. Se acercó, sus alas casi rozando el suelo y su túnica arrastrándose tras él. Sorprendentemente, ni siquiera se ensuciaba. Típico. "Quería pedirte que, por favor, no lo hagas. Eso no es bueno."

Y él, bien, estaba un poquito embelesado. Perplejo. La cosa es que, esa criatura pequeña y blanca, le había sonreído. Realmente lo había hecho, como si nada. Como si frente a él no se hubiera expuesto la bestia más horrible y temerosa, el verdadero rostro del demonio. Él solamente se quedó ahí, parado, y luego le sonrió al demonio.

Bien. Los ángeles eran muy estúpidos.

"¿Por favor?" repitió, sorprendentemente incrédulo. Harry asintió, sacudiendo los rizos con su cabeza.

"Si. Por favor."

"¿Por qué lo haría?"

El ángel lució confundido por unos segundos. Ladeó la cabeza, casi como si la pregunta de Louis fuera tonta.

"Porque te lo estoy pidiendo amablemente, Lou."

Lou. ¿Qué era eso que brillaba en los ojos del chico? ¿Qué era ese dulce aroma en el aire...? ¿Esa calidez...?

Inocencia.

Louis pestañeó, aturdido.

"¿Quién eres?" balbuceó.

Harry pestañeó. El demonio descubrió que el ángel tenía los ojos verdes.

"Soy Harry, el ángel. Mis alas brotaron hace diecisiete años. Pronto, en veinte días de luz, seré coronado. ¿Tú sabes quién eres?"

Louis retrocedió.

"Soy un demonio" dijo.

Harry arrugó los ojos con una sonrisa. Tenía hoyuelos.

"¿Podemos ser amigos, Louis?"

Él probablemente se arrepentía. Luego de ello, todas sus misiones habían sido un fracaso. Un absoluto, completo e irreal fracaso. Ni una sola. Había descendido de grandes objetivos, como una legendaria guerra, hasta irrelevancias y travesuras casi de niños. Ya no era el gran Louis. Ahora solo era... el demonio que el Jefe no despedía porque no tenía a donde ir. Un gran fracaso. La decepción de todos ahí abajo.

Por supuesto, había alguien a culpar. Harry. El estúpido ángel que detenía el tiempo cada vez que Louis estaba a punto de lograrlo y lo miraba, todo brillante y verdoso, sonriéndole. Y, pum, la misión de Louis se iba a la mierda de un tiro. No había forma de que él venciera a Harry, o lograra hacerlo con él ahí.

(Tampoco es como si lo hubiera intentado.)

Pero la culpa sigue siendo de Harry. De Harry y esa sonrisa suave que siempre le da a Louis cunado lo ve, como si fuera bonito o hermoso o algo así. Y a Louis nadie le sonríe, nunca, porque los demonios son tipos duros y malvados, crueles y sin sentimientos y bueno, claramente, el Jefe no es el tipo que anda por ahí sonriéndoles. A menudo Zeta y Ele se burlan entre ellos, pero es un hecho. Nadie le sonríe a Louis.

Harry sí.

Y su sonrisa es tan bonita.

I hope that you don't run from me » larryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora