I played

322 40 0
                                    

Sus manos sudaban.

¿Cómo diablos había logrado que Rosé, la chica más hermosa del planeta, estuviera en su habitación?

Rosé se encontraba inspeccionando su habitación, el cual era bastante normal. No era ni muy grande ni muy pequeño. Paredes de un tranquilizante color azul, con su propio baño. Tenía varios posters de idols en sus paredes, IU DAY6, SHINee, eran sus más queridos grupos. Río, a pesar de lo cara dura que solía ser Lisa, seguía siendo adolescente.

2 años.

Y con eso recordaba que, lamentablemente, Lisa todavía era "ilegal" o eso le había repetido una y otra vez Su Ji hoy por la mañana.

Rápidamente borró esos pensamientos  y miró a la pelinegra que se encontraba nerviosa observándola desde su cama. Se acercó a ella tranquilamente y como si no fuera nada, le colocó una mano en el muslo.

—Tranquila, Lis. —Dijo amablemente. —Piensa que esto es como una demo ¿Si?

—Sí sí... —A pesar de ello, la menor sentía como su interior era una explosión de sentimientos, para ella no era una demo ¿Si? aquella universitaria le gustaba más de lo que quería admitir.

—Empecemos.

Dicho esto, Roseanne le tomó el rostro entre las manos y se acercó.

—Tienes que ser natural, Lis. —Otra vez ese apodo que la hacía explotar de felicidad. —No cierres los ojos con demasiada fuerza, se cerrarán solos cuando sea el momento ¿Ok? —La pelinegra asintió mirando los ojos de la mayor. —Cuando lo hagas con la chica indicada no te pongas tan nerviosa, la mayoría no sabe que hacer con sus manos cuando besa. Te recomiendo rodearle el cuello. —La rubia la miró y río. —Al menos que seas la pasiva. Si eres la activa sostenla por la cintura.

Lisa estaba sonrojada hasta la médula. —¿P-pasiva? ¿C-cómo s-sabré  si s-soy...?

Roseanne soltó una carcajada.

—Lo descubriremos. —Y sin previo aviso la besó.

No era nada parecido a como lo había imaginado tantas veces.

No señor.

Era muchísimo mejor.

Sus suaves labios danzaban a un suave compás sobre los suyos. Sabían a universo. Una cascada de estrellas caía sobre ellos. El sol sonreía. La luna lloraba de felicidad. No quería que aquel sentimiento parara nunca.

Roseanne se sorprendió de lo bien que los labios de Lisa encajaban con los suyos. Y, Dios, lo bien que se sentía. A diferencia de Su Ji, los labios de la pelinegra sabían a una combinación de durazno, fresa, manzana y amor. Este último la tensó y se separó de inmediato sin quererlo realmente.

Lisa abrió lentamente los ojos y suspiró. Era el mejor beso que había dado y el único.

—Así es como debes besar en la primera cita. —Le guiñó un ojo Rosé. —Ahora veamos que haces con tus manos.

Eran besos inocentes. Besos suaves. Besos lentos. Besos que las hacían derretirse lentamente hasta fundirse en un sólo cuerpo.

La australiana soltó un suspiro. —Bien, bien, bien, bien. Así es como se tiene que besar. —Acarició lentamente la mejilla de Lisa tratando de recuperar el aliento, cada vez los besos eran más largos y mejores. —Ahora hay que practicar para la cuarta cita...

Y así, cada beso se hacía mas salvaje. Más pasional. Más hermoso.

Lisa sentía que la temperatura de su cuerpo comenzaba a subir cada segundo que sentía los carnosos labios de Rosé sobre los suyos. Cada vez más desesperados, rápidos y hambrientos. Sus manos apretaban fuertemente su cintura, pero no era suficiente. ¿En la cuarta cita podía mover sus manos? Sí. Roseanne movía sus manos de arriba abajo por su espalda, deteniéndose en los omoplatos para acariciarlos o las detenía en la nuca y la acercaba más a ella. Lisa decidió mover sus manos lentamente sobre su cintura. Arriba y abajo. Rosé soltó un ligero suspiro en medio del beso que le pareció bastante sensual a la menor. Y como por arte de magia, ambas abrieron sus bocas y empezaron una danza con sus lenguas.

Al principio era lento, pues Lisa no tenía idea de que diablos hacer. Poco a poco, lentamente entendía como era que le gustaba a la rubia. Porque sí, las clases no eran para aprender a besar, sino para saber como besar a Roseanne. Una mano traviesa se colocó por debajo de la camisa de la menor que la agarró por sorpresa, pero no le disgustaba, claro que no. Sentía pequeñas caricias sobre su abdomen. Se sentía taaan bien. Tan bien que Lisa no pudo evitar soltar un pequeño gemido.

Rosé tenía que parar o ambas se volverían locas. Se sentía como viajar por los colores. El bello color de las olas le pegaba en un costado, mientras que el color del dulce amanecer por el otro. La luz de la luna las abrazaba por un momento y era remplazada por el café que rodeaba los hermosos ojos de Lisa. Claro que la menor no se detendría, estaba alucinando. Entonces, Roseanne tomó la iniciativa y se separó.

Ninguna sabía dado cuenta que en algún momento se habían recostado sobre la cama. Acariciándose, tomando pequeños descansos para volver a respirar, pero no duraban mucho, sus labios se veían forzados a no separarse. Ambas estaban sintiendo algo nuevo. Lisa estaba fascinada. ¿Rosé?

La rubia se levantó rápidamente de la cama, la menor estaba sonrojada y desarreglada, no habían sido más que sólo besos ¿Cómo habían terminado así? No se imaginaba su apariencia. Estaba anonadada de la intensidad que había sentido al besar a su vecina, pero trató de esconderlo. Nadie podía saber que Lalisa Manoban había convertido a Roseanne Park en un manojo de sentimientos en sólo poco tiempo.

Al diablo el tiempo.

—Tengo que irme, tengo practica. —Soltó rápidamente, los ojos de la contraria la estaban volviendo loca. —Se me hace tarde.

La australiana salió como rayo de la habitación.

Lisa estaba como piedra sobre su cama.  ¿Qué diablos había pasado? Ella sabía que lo que estaba sintiendo era algo más, algo que la sobrepasaba y claro que no le molestaba.

Decidió darse una ducha. Podría pensar y quitarse el infierno que sentía entre las piernas.

Oops... I Did It Again!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora