Oops, you think i'm in love

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El destino le estaba jugando una muy grande.

Roseanne no era entrometida ni mucho menos, pero en ese momento se encontraba siguiendo a la chica de sus pensamientos.

Al parecer Lalisa Manoban estaba en una cita.

Las había encontrado por casualidad, Rosé realizaba unas cuantas compras y al permitirse un pequeño descanso en una heladería divisó a Lisa.

Se veía extremadamente guapa, maldita sea. Con su hermoso cabello rubio y un atuendo para morirse. Unos vaqueros muy apretados que remarcaban su figura y un top negro que dejaba entrever sus marcados abdominales.

Dios mío.

Rosé, después de haber fantaseado quien sabe qué con la menor, remarcó a la chica preciosa a lado suyo.

No era su tipo, vaya. Era más alta que Lisa, tenía un largo y negro cabello , un cuerpo caliente (nada se comparaba a Lisa, pero meh, la chica se partía de buena a comparación de otras chicas), unas facciones duras y marcadas que la hacían ver fría pero digna de admirar.

Roseanne las observó alejarse y no perdió el tiempo, decidió seguirlas un poco, no había visto a Lisa desde hace dos días. Por lo visto (había stalkeado todas sus cuentas y las de sus amigas) se había ido de camping con las chicas de su clase.

Joder, quería verla.

Se acercó lo suficiente para escucharla decir.

—Sooyoung unnie... —Pronunció dulcemente alargando la última letra. —¿En dónde seguiremos nuestra cita?

Caramba. Roseanne quería morirse ahí. Lisa jamás se había mostrado tan... tan inocente. Ni cerca. Parecía una verdadera adolescente enamorada.

No. Rápidamente ese pensamiento quedó en el olvido y fue remplazado por información que no quería saber.

—¿Qué tal si vamos a aquella tienda y luego a tu casa? —Dijo la tal Sooyoung con una voz melodiosa, señalando una tienda de lencería. Ya sabía a donde se dirigía la chica y no le agradaba para nada. —Podríamos estrenar lo comprado.

—Me parece más que perfecto. —Lisa la miró de una manera que Roseanne no pudo describir pero le produjo una serie de emociones desagradables. —Deberíamos estar llegando a casa en media hora y mamá estará encantada de que una bella dama visite nuestra humilde morada.

—El placer será mío. —Rosé rodó los ojos. —Quiero conocerla.

—Quiri cinicirli. —Bufó Roseanne.

Decidió dejarlas por la paz. ¡Qué Lisa hiciese lo que quisiese! Lo de ellas había sido un calentón, a penas y se conocían. No quería saber sobre el estúpido buen gusto que tenía su vecina con la música y qué podía escuchar por las tardes o su estúpida fascinación por los poemas. Definitivamente no le había puesto atención a las palabras de la menor cuando visitaba su hogar y no sólo se besaban. Definitivamente no la había investigado, ni preguntado a sus amigos sobre ella, ni a su madre, ni hablar.

Por eso Roseanne definitivamente no se encontraba espiando por la ventana, nunca.

Las había visto llegar y al parecer estaba en el primer piso con la mamá de Lisa, porque no subían, hasta que escuchó unas risas. El corazón se le subió a la boca. Lisa sonreía como sólo ella sabía hacerlo, se veía feliz. Y la otra chica también sonreía. Maldita sea. Las dos realmente se veían bien juntas. Ambas eran muy hermosas, con grandes cuerpos y grandes auras.

Se escondió detrás de su escritorio. Se moriría si Lisa se enteraba que la estaba espiando.

Agudizó el oído, pues las chicas tenían una energética platica.

—Sooyoung... ¿Crees que deberíamos probar nuestras nuevas prendas? —Lisa pronunció la última palabra con humor. —Creo que son demasiado sexys.

Roseanne levantó el rostro por inercia. Veía a una acomodada en la cama de su Lisa. Y la otra dentro de su cuarto de baño.

La pelinegra se veía cómoda. Tal vez no era su primera vez ahí. Le hirvió la sangre.

O le salió sangre por la nariz. Lisa había salido del baño con una lencería extremadamente sexy. Unas bragas negras con encaje que no dejaban nada, nada, a la imaginación. Y un bra del mismo tipo que, bueno, lo cubría todo menos lo "importante".

Rosé se quedó como piedra. Primero había pensado: "¡Dios Lisa, qué preciosa!" "Ella es ilegal, contrólate, Roseanne." "¿Cómo es posible que se vea tan sexy?" Luego: "Le quiero arrancar eso con mis propias manos." "¿Cómo hacer que las de 18 tengan 21 en dos segundos?" "Oh no, mejor en 1, no esperaría tanto." Para finalmente: "Oh Jesucristo Santo, Lalisa Manoban, ¿Por qué estás dejando que esa suripanta de nombre Sooyoung te vea en tu máximo esplendor?". Quería cruzar la ventana, romperle la cara a la maldita Sooyoung, también romperle el cerebro para que no recordarse a la menor en esas vestiduras, luego raptar a Lisa y llevársela a un lugar mejor.

—Oye Soo... —Lisa se acercó lentamente y pronunció nerviosa. —¿Me veo bien?

La mirada de la pelinegra se mantenía seria y luego sonrió.

—Te ves fantástica.

Rosé bufó, esa palabra no bastaba. ¡Se veía completamente de otra galaxia! ¡Tan hermosamente perfecta!

—Deberías probarte el tuyo.

La contraria se encogió de hombros y entró al baño.

Oops.

Sus miradas chocaron. Lisa le dedicó una sonrisa ladina y sin más preámbulos abrió sus piernas.

Disparo justo al corazón.

Y a otro lugar.

Sin más preámbulos la rubia comenzó a acariciarse. Siempre manteniendo el contacto visual. Rosé tragó saliva. Joder, lo que daría por ser ella quien la acariciase. Lisa la miraba con lujuria y formuló lo que parecía "ven".

La rubia no paraba y, evidentemente, la temperatura de su cuerpo era como el infierno. Sus mejillas estaban sonrojadas y se veía como tenía que esforzarse por respirar. Soltaba suspiros o gemidos, no lo sabía. Ella había comenzado a tocarse también.

Pero todo se arruinó.

Joy salió del baño encontrándose con una rubia excitada, en una posición comprometedora y con una vestimenta más que provocadora.

¿Qué había hecho?

Había entregado a Lisa en bandeja de plata al enemigo.

Oops... I Did It Again!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora