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Despertó espantando, jadeando y sudando frío.

Observó su alrededor, ¿Dónde estaba?

Su mirada cayó a sus manos... ¿Quién era?

— ¡Capitán Kae-

Jean se vió sorprendida ante el niño que estaba descansando en la cómoda.

— ¿Capitán? —como murmullo salió de su boca.

Albedo entró inmediatamente junto a Lisa.

—Oh... —quedó en shock ante la persona que estaba en frente suya— Así que el Capitán... —se acercó con cuidado, quitó su camisa y se la puso al pequeño— Creo que salió algo mal.

Lisa dio una pequeña risita, Jean estaba examinando la situación en su mente.

— ¿Q... Quiénes son ustedes? —habló con su delgada y suave voz.

— Somos tus amigos, cariño, ¿No lo recuerdas? —habló suave la bibliotecaria, a lo que Kaeya negó suavemente. ¿En verdad debería confiar en estas personas? No sabía quién era o siquiera dónde estaba, pero no le habían hecho nada malo, tal vez no debería preocuparse.

— No... No sé quién soy yo, tampoco puedo recordarlos a ustedes —agachó su cabeza triste, ocultándose entre las mantas que lo acobijaban.

— Está bien, cariño —alentó Lisa— . Albedo, será mejor que resuelvas esto —aclaró suavemente al peli cenizo, quien asintió.

— Yo lo llevaré por la ciudad, puede que así recuerde algo —el ojiazul informó a las dos mujeres, las cuales estuvieron de acuerdo.

Ya unos minutos después, estaban bajando por las escaleras para dirigirse hacia la fuente central de Mondsthat.

Albedo caminaba al lado del pequeño Kaeya, quién estaba agarrado a su mano.

— ¿Quieres ir a la taberna? Por lo que sé sueles ir muy seguido allá —preguntó el ahora mayor.

— Está bien —respondió tímido, así siendo dirigidos por el mayor al lugar dialogado.

Cuando entraron se podía empezar a distinguir el olor a diferentes bebidas, la madera seca y el sonido de las copas chocando entre si. Un ambiente muy acogedor por lo que pudo notar el menor.

Hoy estaba atendiendo el dueño del Viñedo en la barra.

— Buenos días, Maestro Diluc —saludó Albedo.

—Buenos días, Albedo —su mirada vagó hasta abajo, al pequeño que se escondía detrás de las piernas del alquimista—¿Quién es ese?

Curioso no despegó su mirar del pequeño.

— Oh, este pequeño es Kaeya, sólo le estoy mostrando los lugares que más recurre.

— ¿Escuché mal? ¿Dijiste Kaeya? —se cruzó de brazos ahora con su ceño fruncido.

Albedo asintió y se movió para que pudiera ver al menor.

Abrió sus ojos con sorpresa, enserio era Kaeya.

— ¿Cómo...

— Un experimento salió mal, ahora ni siquiera recuerda nada, apenas y pude decirle que su nombre es Kaeya.

Diluc rodeó la barra y se puso en cuclillas frente al menor. Admirando lo mientras trataba de artícular alguna palabra.

Agarró su flequillo y lo quitó de su rostro, así podiendo admirar el otro ojo del menor. Este estaba más que inquieto, así que su bracito se dirigió a la mano del mayor y le indicó que estaba nervioso.

— ¿Quién eres tu? —preguntó el pequeño.

— Soy Diluc... —retiró su mano y lo siguió mirando— Supongo que te molesta que vea tus ojos.

— N-no realmente, so-solo me das miedo —agachó su cabeza avergonzado.

El mayor se sorprendió ante eso, entonces le regaló una sonrisa.

— ¿Así está mejor, Kaeya? —alzó su rostro y pudo ver la sonrisa del mayor.

Le sonrió devuelta— ¡Si! —exclamó emocionado— Te ves muy lindo sonriendo, pensé que no te gustó que estuviera aquí.

Diluc dejó escapar una risilla para así acariciar la cabeza del menor.

— Tu también eres muy lindo cuando sonríes —susurró embobado en viejos recuerdos vagos de su mente. Kaeya lo alcanzó a escuchar, así que un sonrojo tímido se incorporó en sus mejillas.

Así pasaron los minutos,  haciendo o diciendo cosas muy reconocidas para el de tez morena, pero nada parecía funcionar.

¿Así ta bn?

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¿Así ta bn?

Un pequeño accidente [Genshin Impact]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora