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«¡Carajo! ¡Dios gracias por tanto!»

Mi mirada recae en los penetrantes ojos de Changbin y no puedo evitar sonreír.

—¡Más... rápido! —mi espalda comienza a sentir esos ricos y deliciosos espasmos señaándome que estoy a nada de llegar.

Binnie eleva la comisura de su labio y obedece a mi petición.

Me aferro con mis manos a la valla metálica a mi espalda mientras las estocadas del fornido y sensual hombre metido entre mis piernas aceleran su ritmo. 

Su pene siempre me ha parecido la mejor creación de los dioses de entre todos los hombres con los que he estado, pero hoy se siente diferente... 

Más vivo... 

Más palpitante...

Más...

Dejo mis cavilaciones de lado cuando mis sentidos comienzan a nublarse. 

—¡Ahhh! 

Esa estocada se clava hasta el fondo de mi y por fin llego al tan ansiado y húmedo orgasmo. 

El chico incrementa frenético sus movimientos y un gemido de satisfacción llena el pequeño almacén ubicado en lo más alejado del pasillo.

—No puedo creer... que hayamos roto nuestro récord —su respiración suena entrecortada y para mi es el mejor de los sonidos. Me encanta que sea rasposa y que denote lujuria.

Desato mis piernas de su bien trabajada cintura y, con ellas aún temblando, pongo mis pies en el suelo. Me acomodo la falda en un intento de que no se note lo que acabamos de hacer.

—Lo sé, jamás imaginé que en seis minutos lográramos llegar —ambos reímos en voz baja.

Mis manos buscan su rostro y le seco las pequeñas gotas de sudor que surcan sus costados.

—Un día de estos nos van a descubrir y nuestros empleos se irán a la mierda, Soo Jung —sus fuertes brazos rodean mi cintura y siento su aliento cerca de mi boca. Por segunda vez en la noche las sacudidas en la parte baja de mi vientre se arremolinan como enjambre —No podemos seguir follando en horas de trabajo... —acerca sus labios a mi oreja —Debemos encontrar otro lugar —siento mis bragas mojarse... otra vez.

«¡Maldito!» Odio que sepa el efecto que tienen sus palabras en mi. Es como si al instante me volviese gelatina y quedara a su merced sin que exista salida alguna.

Sin previo aviso toma mis labios entre los suyos y comienza a besarme. 

Errático e impaciente como solo él es capaz, su mano viaja por entre mis piernas hasta que siento sus dedos masajear descontroladamente mi clítoris.

Un jadeo inesperado sale de mi boca pero no puedo pronunciar sonido alguno, ya que él es más rápido y lo tapa con sus labios. Sus expertos dedos logran abrirse paso por entre mis bragas para introducirlos de lleno en mí.

Su lengua sale de mi boca y con ella comienza a descender hasta llegar a mi cuello, mientras que mis manos juegan con la prominente erección que tiene sujeta por el pantalón.

—¡Sus quince minutos se terminaron! —el grito atronador del otro lado de la puerta nos hace detenernos en seco. 

—¡Con un carajo! —lo escucho maldecir por lo bajo y yo suelto una risita. Ambos estábamos ya tan calientes que bien pudimos haber incendiado el almacén e iniciar fuego en cada rincón.

Ordenamos nuestros uniformes y antes de salir nos miramos el uno al otro.

—Esto no se queda aquí —Me da un beso fugaz en los labios y sale primero. Aprovecho de verle ese suculento trasero y me muerdo el labio inferior.

«¡Ese hombre sí que tiene de todo!»

Alejo mis pensamientos pecaminosos y tomo camino al exterior.

—Creí que nunca saldrías —la voz sale de una figura recargada en la pared a mi izquierda y por un segundo altera mi ritmo cardíaco.

—¡Estúpido, mi corazón, idiota! —mi mano viaja a mi pecho y el chico bajo, quien está cruzado de brazos, me escanea de pies a cabeza.

—No decías eso mientras Changbin te la metía allá adentro.

Giro mis ojos e ignoro a Jisung pasando a su lado y apurando el paso.

Al llegar al final de corredor diviso a mi alrededor de que no exista moros en la costa y abro la puerta, haciendo que el ruido vuelva a invadir mis oídos. El casino está lleno de vida, con personas apostando hasta el último centavo que tienen en el bolsillo y bebiendo cuanto alcohol pueda soportar su organismo.

—Apresúrate si no quieres que noten que no estuvimos por veinte minutos —la voz del quokka (como le digo de cariño) está llena de temor.

—Relájate —quiero parecer despreocupada pero es cierto, tardamos más de lo que hubiesemos querido.

Camino entre la gente con mi mejor amigo pisándome los talones y arribamos a la barra en cuestión de segundos.

—¡¿Dónde diablos estaban?! —la voz profunda y atronadora de Felix me altera por un segundo, pero me recompongo y con mi cara de niña buena le miro directamente.

—Lo siento, Lixie —me estiro por sobre la barra y le toco su pecho con mi dedo índice —Hanji me ayudaba con algunos borrachos por allá —pongo cara de perro apaleado y sonrío cómplice —¿Hay algún problema?

—Este... —el color comienza a asomarse por las mejillas llenas de pecas de Lee y no tarda en rascarse la parte trasera de su cabeza. Está nervioso, puedo verlo —No, no, para nada pequeña Soo Jung... —pobre pollito, ¡No puede pronunciar palabra! —Necesito que lleves esto a la cabina cinco —carraspea un poco y me desliza una bandeja plateada con un whisky recién hecho —No tardes por favor, hay muchos clientes hoy —finaliza sonriéndome, el muy tonto.

Tomo la bandeja y le lanzo un beso volado al pobre chico que más que mudo estoy muy segura que se le paro con mi simple cercanía.

Levanto la bandeja sobre mi cabeza y atravieso con paso cuidadoso el mar de cuerpos humanos arremolinados entre las mesas de la ruleta.

Me dirijo al segundo piso, donde se encuentran las cabinas VIP que sirven única y exclusivamente para el blackjack y obvio, para aquellos que tienen la capacidad económica de apostar cantidades exuberantes de dinero.

—Eres una mujer malvada —Hanji, como buen amigo, me sigue sin dejar de mover su cabeza como muestra de desaprobación —Por un lado tienes a Bin que está más que enamorado de ti y por el otro, al pobre Felix que es capaz besar el suelo que pisas. Terminarás rompiéndoles el corazón un día de estos.

Llegamos al tramo de escaleras y yo estoy que no puedo con la risa. Jisung debería ser comediante en lugar de mesero en un simple casino.

—Ellos se hacen ilusiones, mi querido quokka. Si Seo Changbin no comprende que lo nuestro es solo sexo y ya, pues ese es su puto problema, y Felix... bueno, ese idiota jamás estará entre mis piernas. Que se dedique solo a servir tragos y ya —llego a la cabina número cinco y me giro para quedar frente a él —Esta señorita es agente libre y nada ni nadie podrá cambiar eso —le guiño un ojo antes de abrir la puerta y entrar a la habitación.

—Me retiro —la figura dándome la espalda coloca sus dos cartas boca abajo en la mesa y veo al crupier sonreír de oreja a oreja.

Esa pobre cosita fea debió perder su dinero por cómo sonríe Seungmin.

—Ya ha perdido casi toda su apuesta inicial esta noche, señor Hwang —debería convertirme en adivina o chamana en lugar de dedicarme a llevar a tragos a gente que no quiere ir a la barra con sus propios pies.

—Necesito mi bebida —la voz de aquel hombre es gruesa y varonil. No puedo negarlo, su tono es aterciopelado y llama mi atención enseguida.

Me acerco a él con sigilo para ver expectante de qué clase de persona se trata.

Coloco el whisky a un costado de su mano y tontamente mis ojos viajan a su rostro. 

«Dios, acaso... ¿Estoy en el paraíso?»

Blackjack ~ Hwang HyunjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora