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Los largos y rizados cabellos del más alto caían sobre su frente, sus cejas pobladas y perfectas, sus ojos del color del oro fundido siendo enmarcadas por sus largas pestañas, su sonrisa socarrona luciendo preciosa por sus labios rosados y carnosos; Mingi trago en seco cuando la lengua del más alto se asomó a humedecer los mismos.

Padre santo.

-No es que me moleste que me veas, pero podríamos hacer algo más que eso-la sonrisa del pelinegro se ensanchó y se acercó a milímetros de la cara del menor, el aroma a madera inundó las fosas nasales del menor, se sentía embriagado y eso que nunca había bebido alcohol en su vida.

El pelirrojo se sonrojó y se levantó de su cama-Y-yo, por qué, quién-las palabras se atropellaban en su boca y en su cabeza-¿Un íncubo?-cuestionó incrédulo, era mucha coincidencia que un incubo llegará a su cama la misma noche que leía sobre ellos.

El pelinegro suspiro y asintió-Así es, soy tu nuevo íncubo-sonrió en grande y el rio de oro en sus ojos parecían arder en diversión por las expresiones del menor.

-Mientes-aseguró el pelirrojo-, no existen registros de íncubos desde la época victoriana, mientes.

El pelinegro ladeó la cabeza mientras alzaba una ceja y se levantaba de la cama para caminar al pelirrojo, mismo que retrocedía con cada paso que daba el más alto.

-¿Cómo podría mentir con algo como eso?-cuestionó alzando su mano izquierda enseñando una pulsera de lo que parecía ser plata-, esto es lo que me conecta a tu mundo, y esto-señalo un pequeño nudo de tiras en la pulsera-, es lo que me une a ti, el sello aun no esta completo, pero por muy raro que sea, tu energia me llama y su olor es tan deliciosa que no me rendiré hasta probarte-aseguró clavando sus ojos en los del pelirrojo-, puedo tomar la cara de quien desees, puedo responder al nombre que me quieras dar, no me interesa en quien pienses o a quien imagines, solo me importa alimentarme-la frialdad en las palabras eran igual de frías que ese mar de oro en sus ojos.

La saliva de Mingi se atoro en su garganta y estuvo a punto de toser cuando el rostro frente a el cambio a uno más familiar, Lee Seokmin, uno de los sacerdotes del seminario y el profesor de demonología, el único hombre sobre la faz de la tierra que lo hacía dudar sobre sus creencias y enseñanzas religiosas, por el que estaba dispuesto a tocar el mismo infierno solo si eso le garantiza estar en sus brazos.

-Q-Qué-Mingi parpadeo repetidas veces impresionado con la imagen frente a él, alzó su mano con ganas de tocar al hombre frente a él para comprobar si era verdad o solo era su mente cansada quien lo atormentaba. Su mano se detuvo a medio camino, que el Señor sobre los cielos lo perdonara, que la Virgen perdonara sus pecados y que el hijo lo guiara por el camino correcto, no era correcto tocarlo, no era correcto desearlo.

-Te dije que tomaría la forma que más te gustara-dijo la voz rasposa del hombre-, entonces, ¿sellamos el trato conmigo?-preguntó acercándose al menor y vio como sus ojos se cerraban a sentir la cercanía del más alto, la gran mano del más alto toco la cintura del menor comenzando a rodearla para acercarlo a su pecho mientras su otra mano recorría su brazo hasta llegar a su cuello.

El pelirrojo se sentía desfallecer, sentía las manos grandes del hombre frente a él, como su calor y su olor, Mingi sabía que era falso, lo sabía en lo profundo de su corazón, pero no podría rechazar la idea de ser tomado por ese hombre.

Sus pestañas se alzaron sus ojos se fundieron en los negros del hombre-Jeo Yun, si sello un pacto contigo mi alma ira al infierno?-la duda y el miedo bailaban en los ojos del menor y eso era muy divertido para el más alto.

La sonrisa socarrona del pelinegro adorno al rostro de aquel hombre respetable y sereno haciéndolo una imagen de lo más magnífica-¿Que hijo de dios no está destinado al infierno?-le preguntó para después acercar su rostro al del menor y rozar sus labios con los ajenos y sentir como el menor temblaba bajo su toque y como cerraba sus ojos nuevamente.

El pelirrojo se sentía desfallecer por roce, sus manos viajaron rápido a los amplios hombros del más alto y apretó sus puños en los mismos, sabía que todo era un mentira, pero que mentira mas dulce estaba por probar.

°

El calor subía por su cuello y sus manos se tensaban con cada roce de las manos ajenas en su torso.

Sus mejillas sonrosadas, su cabello hecho un desastre cayendo por su frente, sus labios rojos y ligeramente hinchados, Song Mingi era un pequeño desastre sobre esas sábanas blancas.

El rizado se alzó sobre el cuerpo del menor y mordió su labio al ver la imagen ante él y sonrió en grande al ver las marcas que adornaban el cuerpo del menor, lo hacía sentir satisfecho por tal imagen.

Sus manos recorrieron los costados del pálido cuerpo y se sintió desfallecer cuando el menor sacó un gemido tan ligero y suave que parecía un suspiro.

Se inclinó sobre el menor y con suavidad le susurro al oído:-Para sellar el pacto tienes que pedirme que te folle-dijo con la voz áspera-, tendré que beber tu sangre y tendré que llenarte de mí, ¿lo entiendes?-el menor suspiro y asintió-, necesito que lo digas, Mingi-yah-dijo el pelinegro.

-Seok-Seokmin, por favor-la voz del menor salia mas baja y entrecortada, ni en sus mejores sueños.

-¿Por favor que, Mingi?-le reto el pelinegro rozando sus labios por el pómulo y mejilla del menor.

-T-Tom... Tómame, p-por favor-pidió con la voz entrecortada y el cuerpo tembloroso por los toques en su piel.

El pelinegro se separó de él y sonrió; Mingi cerró los ojos un momento y cuando los volvió a abrir se encontraba totalmente vestido sentado en su cama y con el pelinegro parado frente a él:-Song Mingi, a partir de este momento, comenzaremos con el ritual para cerrar el pacto-la sonrisa del hombre frente a él lo embriago.

El pelirrojo asintió, el mayor frente a él alzó su mano en espera del menor, mismo, que no dudo en tomarla, los largos dedos lo tomaron con delicadeza y lo acercaron al pecho del mayor.

Ah, Lee Seokmin es tan apuesto.



adán. [Yungi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora