el rio

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Lo empecé a buscar por todo el cuarto, empecé a tirar todo lo que veía, y me estresé. Decidí ir a la habitación de Tom para ver si estaba ahí; para ver si el lo había tomado. —¿Tomaste el libro?— le pregunte a Tom, —Claro que no, ese juego es del diablo, ¿por que lo tomaría?— me dijo. No conteste, y me salí de su habitación, baje las escaleras y al llegar a el ultimo escalón, vi a mi madre, viéndome fijamente, con el libro en la mano, —¿Qué es esto Ben?— me preguntó mi madre, no contesté. Hubo un silencio incomodo durante 5 segundos, cuando de repente, Zac sale de el baño, y nos ve a mi y a mi madre en las escaleras. Se acerco a nosotros y dijo —No se preocupe Karen, solamente es un libro muy estúpido.— Después de eso, mi mama me jalo de el brazo, —no hagas estupideces— me dijo mi madre, viéndome a los ojos. Afirme con la cabeza, y unos segundos después, mi madre me lanzo el libro a el pecho. Me dolió bastante, pero me aguante para no quedar mal con Zac. Agarré el libro y nos subimos de nuevo a mi habitación. Al llegar, coloqué de nuevo el libro en el librero amarrado con un listón, y esta vez, con doble nudo. Después decidí ir por Tom y Katia, estaban en la otra habitación. La puerta estaba cerrada, así que la abrí con mucho cuidado. Escuchaba ruidos muy extraños en el fondo de la habitación, entré muy despacio, y al llegar a el final de el pasillo de esa habitación, vi los brazos de Tom, ahorcando a Katia, una pequeña y insignificante risa salió de mi boca, pero no me escucharon, me acerque unos centímetros para ver mejor. Estaban acostados en su cama, sin ropa. De repente, se empezaron a besar, muy, pero muy, salvajemente. esta vez, si me reí muy fuerte, y ellos al escucharme, se taparon con una cobija que estaba ahí. —¡¿Qué haces aquí?! Lárgate pedazo de basura— me gritó Tom. Salí corriendo a mi habitación. La puerta estaba cerrada, la abrí sin tener ningún cuidado, y al entrar, estaba completamente vacía, con una temperatura muy fría. Decidí entrar, y después de unos segundos, la puerta se cerró sola. Me dieron escalofríos, sentí presencia de alguien. Empecé a buscar una sudadera, para poder taparme, y en ese momento me di cuenta que el libro, no estaba, de nuevo. Agarre la primera sudadera que vi, y después salí corriendo a buscarlo por toda la casa. Entré de nuevo a la habitación de Tom, sin permiso. Estaban sentados en su cama, con ropa, con una cobija en sus piernas, —¿Qué quieres ahora?— me preguntó Tom, no le contesté.

No encontré el libro por ningún lado, así que salí de la habitación, y cerré la puerta. Después baje las escaleras y vi a lo lejos, a Zac a lado de el rio que esta a un lado de mi casa. Tenia el libro en la mano. Abrí la puerta y corrí hacia el. Al llegar, me senté en la calle, estaba muy cansado de correr, —¿Qué haces Zac?— le pregunté, —Estoy cansado, eso es todo, me gustan mucho los ríos, ¿Sabias?— Me pareció irrelevante su comentario así que, me levante y le arrebate el libro, —¿Qué haces con el libro entonces?— le pregunté de nuevo a Zac, —Lo iba a lanzar, estoy harto de el— afirmó Zac. No le conteste nada, no sabia que decir, —¿Crees que nos va a pasar lo mismo que a Amelia y Airona?— me preguntó, —T...todo va a estar b...bien, no te p...preocupes— le respondí a Zac, muy nervioso, —¿Seguro? No te ves muy convencido...Ben, tengo miedo.— afirmó Zac. No logré responder la pregunta de Zac, así que cambie de tema, —¿Por que te gustan los ríos?— le pregunté a Zac, —Me gusta explorar en el agua, me parece muy entretenido. Me gustaba hacerlo con Amelia.— Unos segundos después de que dijera eso, me quite los zapatos, y después los calcetines. Zac sin pensarlo, me siguió. Eran las 5:30 de la tarde, así que no me preocupe por la hora, y lancé el libro a el pasto. Al meter mis pies en el agua, sentí la tierra metiéndose por mis dedos, era un sentimiento muy satisfactorio. Después, Zac lo intentó. Decidí ir a la parte mas profunda de el rio, me quite la sudadera que tenia, y después la playera. El agua estaba muy fría. —¡Zac! Ven conmigo, no me dejes solo.— Vi su mano asomarse por un árbol, se quito la playera y se aventó a el agua. Empezaba a oscurecer, pero no le tomamos tanta importancia. Empezamos a echarnos agua a la cara, quedamos empapados. —¿Jugamos a las escondidas?— me preguntó Zac. Yo afirme con la cabeza y empecé a contar, —1...2...3...4...—

The red bookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora