Cap. 4

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Vi entonces en medio del trono, de los cuatro seres vivientes y de los ancianos, un niño y un Cordero de pie con señales de haber sido degollado.

Tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus del Creador enviados por toda la tierra. Se acerco él niño y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono; y cuando tomó el libro, lo cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante Israel.

Cantaban una alabanza que decía:

Eres digno de recibir el libro

Y romper sus sellos,

Porque degollaste al cordero

Y con su sangre compraste para el Creador

Hombres y mujeres de toda raza,

lengua, pueblo y nación.

Oí después, en la visión, la voz de innumerables ángeles que establan alrededor del trono, de los siete seres vivientes y de los ancianos; eran cientos y cientos, miles y miles que decían con fuerte voz:

Digno es el Cordero degollado,

Digno eres tu de recibir el poder,

La riqueza, la sabiduría,

La fuerza y el honor.

[...]

Después del viaje, llegamos a la mansión. Ahora estamos sentados en sillones, bebiendo.

—Any puedes pasarte de fiesta en fiesta, pero acepta que con más de 5 tragos encima terminas diciendo todo lo estúpido que se te cruce por la mente. – joder, claro que tiene razón.

—No puedo negar eso –confirma Joan disimulando su sonrisa bebiendo de su vaso.

—Eso es totalmente falso. — mentira, es verdad, pero primero muerta antes que aceptar eso.

—Joan, ven conmigo a buscar algo con Gabriela. Mientras que Any toma un poco de aire fresco para reflexionar de sus acciones estando borracha. —sentencia mientras camina en dirección a quien sabe dónde, con Joan detrás.

¿Iré a tomar aire fresco?, si, pero no porque me lo dijo Lili.

Repítelo hasta que te lo creas

Estúpida conciencia.

Estúpida tú, puta.

Ignorando a todo tipo de persona que se me acerca para ofrecerme cualquier cosa, subo las escaleras en dirección al balcón.

Me percate de dos sillones, así que tome asiento en uno de ellos. Apreciado el pacífico silencio que no duro mas que unos cuantos minutos.

Ver el cielo de noche me pone un poco melancólica, porque me recuerda todos los momentos lindos que he vivido a lo largo de mi existencia. Imagino que todas las pocas personas que ya no están, viven los momentos junto a mi, puede que no los vea, pero siempre siento su presencia. 

—Siempre he...

—¡AHHHHHHHHHHHHHHHHH!

—¡¿Desde hace cuánto tiempo estabas sentado ahí, Luther?! —cuestione histérica

—Desde que llegaste tú, y la verdad me ofende muchísimo que me hayas ignorado, y también arruinado mi momento poético.

—Solo cállate o vete a contar cuantas gotas tiene el mar.

—En algunos pensamientos que se me cruzan a la mente al sentarme a admirar lo hermosa que es la luna —lo deje continuar para no volver a arruinar su momento "poético". Payaso. — y que siempre es testigo de la mayoría de los actos de esta humanidad, que abarcan hasta los más lindos y románticos, hasta los más atroces e inhumanos. 

Dejé pasar los minutos, y decidí que ya era hora de ir con Joan y Lili. No sin antes decirle a algo a Luther.

Baje las escaleras en busca de mis amigos, que estaban en la cocina, sentados en la mesa.

Tomé una silla y me senté junto a ellos.

—Conseguí con Gabriela unas pastillas que son de Efilina o conocidas como Pastillas de la Felicidad, junto con otros nombres. —parlotea. — Lo mejor es que no tiene efectos secundarios.

Si lo pruebo no pierdo nada, y si no lo hago, no pasa nada a sí que decido hacerlo.

El lado bueno es que Lili hizo lo mismo, Joan no porque es el conductor designado.

Tragué la pastilla y ahora no siento nada extraño, pero me dieron unas malditas ganas de bailar, así que jale a Lili para que venga conmigo.

Al final Joan fue a buscarnos, más bien a Lili que estaba a punto de desnudarse en frente de todos, así que terminamos en un cuarto de la mansión esperando a que Lili se calme o se duerma, cualquier opción es buena para Joan.

—Joan ayúdame, creo que estoy volando y viendo gatos ladrando. —dice Lili.

Y no pude evitar reírme a carcajadas por su estupidez.

—Lili, entiende, que los gatos no ladran, los gatos dicen muuuuuuuu

Y volví a reírme.

—Mierda. —maldice Joan. — tenemos que irnos.

Me aburría quedarme allí, así que lo seguí. No sin antes detenerme un momento en el balcón.

 Admiré el cielo oscuro con pequeñas estrellas y una enorme luna. Me puse a pensar en todas las cosas que pudieron evitarse o situaciones que debieron mejorarse, me percaté de las lagrimas corriendo por mis mejillas, recordando lo que no pudo pasar. Lo hermosa y distinta que sería mi vida si todo fuera diferente.

 Distinguí la silueta de Luther por atrás y se quedó quieto hasta que dijo:

—Te prometo que la luna será testigo de cómo desaparece todo lo que te mortifica y de una nueva historia que se crea para que la felicidad renazca en ti, por toda la eternidad. Donde los momentos se quedarán marcados en las estrellas y las tristezas se secaran con un viento de paz.

Y desapareció, literalmente lo hizo.

—Any, vamos. Se nos hace tarde.— Y camine junto a Joan hasta en auto.

Apenas subí, caí rendida ante un sueño muy prometedor para mi, pero creo que para Joan no.


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