Alex echó un vistazo a su alrededor, satisfecho con el resultado. Su sala de
reuniones destilaba un aire profesional, y el ramo de flores frescas que su
secretaria había colocado a modo de centro de mesa le confería un toque
personal a la mullida moqueta de color vino tinto, a la reluciente madera de
cerezo y a los sillones de cuero claro. Los contratos estaban situados con suma
precisión, junto a una elegante bandeja de plata con té, café y una selección de
pastas. Un ambiente formal, aunque amistoso... tal como quería que fuese el
talante de su matrimonio.
Decidió olvidar el nudo que se le formaba en el estómago cada vez que
pensaba en volver a ver a Lucia Sandoval. Se preguntó cómo habría
madurado. Las anécdotas que le había contado su hermana describían a una
mujer impulsiva e imprudente. Al principio, pensó en rechazar la sugerencia de
Maggie: Lucia no encajaba en la imagen que él necesitaba. Los recuerdos de
una niña de espíritu libre con una coleta al viento lo atormentaban con insistencia.
Sin embargo, sabía que era la propietaria de una respetable librería. Aún pensaba
en ella como en la compañera de juegos de Maggie, aunque llevara años sin
verla.
Pero se le acababa el tiempo.
Compartían vivencias de un pasado lejano y tenía el presentimiento de que
Lucia era de fiar. Tal vez no encajara en su imagen de esposa perfecta, pero
necesitaba el dinero. Deprisa. Maggie no le había contado el motivo, pero sí le
había asegurado que Lucia estaba desesperada. Que necesitara dinero le
resultaba cómodo, porque dejaba las cosas muy claras. Sin ambigüedades. Sin
sueños de establecer una relación íntima entre ellos. Una transacción de negocios
formal entre viejos amigos. Algo soportable para él.
Hizo ademán de pulsar el botón del interfono para hablar con su secretaria,
pero la pesada puerta se abrió en ese preciso momento antes de cerrarse con un
golpe seco.
Se volvió hacia la puerta.
Unos ojazos verde claro se clavaron en su cara sin apenas titubear y con una
expresión tan clara que le indicó que esa mujer sería incapaz de ganar una
partida de póquer: poseía una sinceridad brutal y jamás iría de farol. Aunque
reconocía esos ojos, la edad había cambiado el color a una inquietante mezcla de
aguamarina y zafiro. Su mente imaginó una imagen muy concreta: se vio
sumergiéndose en el mar del Caribe para desentrañar sus misterios e imaginó un cielo azul tan inmenso como el que describía Sinatra en una de sus canciones, con
un horizonte tan amplio que ningún hombre sabría dónde empezaba y dónde
acababa.
Sus ojos contrastaban muchísimo con el Castaño de su pelo, una
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Matrimonio por Contrato
FanfictionAlejandro Rivera no cree en sentimientos, ni en compromisos. ¿Amor, matrimonio, familia? Esos conceptos ni siquiera existen en su mundo regido por la eficacia y la profesionalidad que le han permitido triunfar en su profesión. Pero la familia y sus...