Los últimos días de clases Elizabeth no fue, solo se quedó encerrada en su cuarto, solamente saliendo para buscar su comida o por algo de agua.
Su madre comenzaba a preocuparse por ella, no le gustaba verla así. Su hija solo comía la mitad de su comida, apenas dormía, estaba muy débil y la podía oír llorar a veces, sin embargo no hizo nada, ya muchas veces había intentado hablar con ella y nada, así que se rindió y decidió que esperaría a que ella quisiera hablar por su cuenta.
Por su parte, Elizabeth se sentía cada vez peor. No podía ni ver a Meliodas a lo lejos porque siempre estaba acompañado de alguna chica riendo y hablando muy animado, fue por eso que dejo ir a estudiar unos días, no podía ni verlo sin querer llorar. Había apagado su teléfono para no recibir ninguna llamada, ni mensaje. Solo quería dormir, aunque en verdad no podía, sus pensamientos ya no la dejaban.
Se acostó en su cama soltando algo aire, tendría que volver a clases y enfrentarlo todo, pero esta vez trataría de ser más positiva con respecto a todo, al menos lo intentaría.
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—¡Ellie! ¿Donde has estado? —La primera persona a la que se encontró fue a su mejor amiga y quien de verdad se veía muy preocupada por ella. Le dio una sonrisa y le tomó del brazo para poder caminar juntas, no dijo nada— ¿Estás bien, Eliza?
—Si... Eso creo —Le dio una sonrisa tan grande que al menos logró convencer a su amiga un poco. Se fueron caminando hablando de todo lo que había pasado en esos días, charlaron, rieron y ambas olvidaron completamente el problema de la peliplateada, quien en realidad estaba un poco.
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Ese día Meliodas volvió a quedarse en cualquier lugar donde su chica de las cartas se las fuera a dejar, sin embargo nunca apareció nadie que tuviera cara de querer entregar una carta de forma anónima. Esos días no había vuelto a recibir alguna carta, ni ningún indicio de su chica. Ese día también se rindió de esperarla.
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Una dispuesta Elizabeth caminaba con una carta pegada al pecho hacia la puerta del departamento de Meliodas, solo la deslizaria por debajo de la puerta y se iría rápidamente. Gracias a sus mejores amigos y a Gelda, que ahora sabía su secreto, se lleno al menos de un poco de esperanza para enamorar al rubio, bueno, podría hacerlo a través de las cartas, pero entonces tendría que ir poco a poco.
De forma realmente lenta y segura. Pero lo haría y cuando estuviera segura de que al menos el sintiera algo de atracción por ella, entonces le diría quien era y que pasara lo que tuviera que pasar, ya de eso se encargaría el destino. Su corazón se lleno aún más de esperanza y sus ojos se llenaron de un brillo que hace mucho que no tenía. Ella estaba realmente feliz.
Tomó aire cuando llegó frente a la puerta y se agacho para deslizar la carta, inmediatamente después se fue con una gran sonrisa e imaginando muchas cosas bonitas, lo último que ella había querido estaba pasando. Estaba totalmente enamorada y aunque para ella eso era malo, no podía tener aunque sea algo de esperanza.
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Salió corriendo a la puerta a penas vio como alguien deslizaba una carta por debajo de su puerta, tomó la carta y la coloco en la mesita para salir corriendo a buscar a su chica misteriosa, sin embargo no la encontró, el pasillo estaba solo y cuando apretó el ascensor este estaba lleno, ella estaba allí. Bajo corriendo por las escaleras intentando llegar antes que ella, pero cuando termino de bajar era tarde, el ascensor estaba solo y no había ninguna chica por allí, ni siquiera una mujer. Subió desanimado una vez más a su departamento.
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La Chica De Las Cartas [Temp.1] 💌 Melizabeth.
Fanfiction¦Terminada.¦ Borracha no es la mejor manera de empezar a mandarle cartas a tu crush. Tampoco es el comienzo de una historia para contarle a tus nietos. Pero sin dudas si una muy divertida para recordar. «Querido Meliodas: No trates de esforzarte, es...