diecisiete

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I s o b e l

Estaba haciendo frio dentro del Caldero Chorreante. Isobel estaba usando al menos tres capaz de ropa, y aun así tenia escalofríos.

Tres capaz de ropa y aun así, cuando ponía su mano en su pecho, podía sentir su corazón latiendo.

Eran la una y diez

Ella había hablado con Draco solo unos minutos anoche. O bueno, intentó hablar con él. El estaba muy borracho, y tan perplejo por su presencia, y ella sentía una inmensa ola de culpa cada vez que él le daba esa mirada triste. Como si él quisiera creer que ella estaba ahí, en frente de el. Pero no podía ser verdad.

Ella no sabías que hacer. No había plan, no había estrategia. No había un camino para que ella siguiera. Así que, en su inseguridad, había tomado el único trozo de pergamino que tenía encima. La carta, su preciosa carta a la que se había aferrado durante meses, que había sostenido en su puño como si fuera parte de ella; y ella lo había roto. Había desgarrado las melancólicas palabras de Dracos y había garabateado una nota en el otro lado. Una invitación a encontrarse con ella aquí, para que pudieran hablar; para que finalmente pudieran resolverlo todo.

Su rodilla se movió nerviosamente debajo de la mesa. Empezaba a darse cuenta de cuántas cosas podrían haber salido mal con esa invitación.

El Caldero Chorreante estaba bastante solo, dado a que hora del almuerzo en un fin de semana.

En la parte trasera del Caldero Chorreante estaba la entrada al Callejón Diagon. Ella no sabía por qué lado entraría Draco - si es que llegaba. Eso la estresó más: no sabía a qué lado mirar. No sabía qué puerta mirar.

La manecilla más larga de su reloj se había corrido al tres. Él estaba 15 minutos tarde.

Estaba bien. Era algo normal. No era algo por lo que había que preocuparse.

Pero Dios, ella estaba preocupada. Había sido diferente anoche cuando lo vio. Estaba llena de adrenalina y alcohol. Ahora, sus pensamientos eran claros.

En primer lugar, no se podían sacar conclusiones de la concertación de un matrimonio. Solo porque alguien más había arreglado que Draco se casara con Astoria, no significaba que no le agradara, o incluso que no la amaba. no significaba que no estuviera dispuesto a casarse con ella.

En segundo lugar, Lucius Malfoy no era solo una pequeña molestia. La familia de Draco era poderosa, e Isobel estaba preocupado de que hubieran interceptado de alguna manera. Ella estaba segura de que si Lucius se había enterado de lo de anoche, en este momento el ya se había involucrado de alguna manera - Ya se previniendo a Draco de que fuera con ella, o viniendo con el... Si Draco llegaba acompañado de sus padres o de Astoria - Isobel no creía que podría resistir eso.

Finalmente, había sido estúpido invitarlo aquí poniendo una nota en manos de una persona borracha. El asumir que una nota era suficiente, un método de comunicación en el que podía confiar, que no la iba a perder en su intoxicante estado. Había sido estúpido pensar que el de hecho se iba a acordar sobre anoche.

La pérdida de memoria era algo formidable, les había robado momentos, meses, años. Emociones. No solo había hecho agujeros en el tapiz, sino que lo había cortado por completo y ella se aferraba a los hilos.

Era una tontería preocuparse ahora, lo sabía. Era una tontería pensar demasiado en todo cuando podía estar a unos minutos de hablar con él. Pero su estómago dio un vuelco y su respiración se aceleró y el aire humeante y brumoso de la barra se abrió paso en su boca y a través de sus pulmones.

Se puso de pie, con las manos temblorosas. Necesitaba aire.

Cayó hacia la puerta con una mano presionada contra su pecho, su visión se nubló. Todo esto era demasiado. ¿Por qué Draco Malfoy y por qué ella? y por qué estaban siendo empujados el uno al otro con tanta fuerza magnética.

Dear Draco, pt.2 (Traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora