Alysa se removió incomoda, no sabia cuantos días llevaban en la habitación. En el único momento que salieron de la cama fue para ir a darse un baño y eso solo sucedió porque ella se lo exigió al tonto Alfa. Ya estaba demasiado exhausta y su cuerpo le pedía una ducha, solo que a Evan no parecía importarle, mientras no fuera un impedimento para seguir haciéndolo.
Tras los reproches de su linda Omega él la llevó hasta la ducha y la idea de su Omega cubierta de agua y burbujas lo extasió aún más.
Aún recordaba lo asustada que estaba cuando Evan la anudo, nunca imagino que tenían que estar tanto tiempo unidos por ahí, se avergonzaba de solo recordarlo, las siguientes veces no fueron menos vergonzosas que la primera.
Y ahora se encontraba en una esquina de la habitación mientras olía las camisas de Evan, parecía una pervertida y acosadora...pero creía que lo ameritaba ya que otra vez estaba sola en esa habitación y no podía ocupar la cama ya que estaba echa un desastre y el Alfa tuvo que salir a pedir una más resistente, bien reacio a dejarla ahí sola.
Todavía recordaba los pucheros que hizo y la mirada de advertencia que le dio《Prohibido salir en ese estado, prohibido esto, prohibido aquello》era bastante irritante cuando se lo proponía y no quería que nadie viera en un estado tan vulnerable a su Omega, o si quiera pensar en que vieran sus abultadas mejillas sonrojadas y su cabello alborotado.
Mientras Alysa estaba recuperando energías y acomodando otra vez su nido, el Alfa por otra lado estaba furioso.
Viktor Stavrou había ido a su manada al menos 2 veces al día desde hace 5 días que había comenzado el celo de Evan, exigiendo a su hija devuelta o pidiendo a cambio un acuerdo absurdo que claramente no estaba dispuesto aceptar. Pero su suegro era persistente y hacia muchas demandas, lo que lo tenía de malas y por su conexión ya completada con su Omega ya sabia que ella estaba esperando ansiosa su regreso, su oficina ya no estaba habitable por su mal humor.
Era increíble, no tenía ningún momento de paz.
— Es en serio Evan, después de salir de aquí cada tarde va a negociar con otros alfas de otras manadas. Hasta hace poco ni mencionaba a su hija y ahora todo el mundo sabe de su existencia...—le comentaba su amigo para ponerlo aún más de malas.
Alysa no era un pedazo de carne y ella no estaba en juego para nada.
Era suya.
Contradictorio o no, ahora que por fin tenía a su otra mitad, no la dejaría por nada ni por nadie.
Exasperado volvió a rechazar lo más cordial que pudo a Viktor, notificándole que a la siguiente no sería tan amistoso y sobretodo que dejara de ofrecer a su hija como un objeto, su mate ya no estaba disponible.
No era que Evan no quisiera entablar una asociación con la manada más grande, solo que conocía muy bien lo desgraciado que era el actual lider de la manada. El viejo Stavrou no era el problema, era un hombre razonable pero desde que su hijo tomo el mando todo era un desastre y Evan no quería ser partícipe ni menos su gente, a derramamientos de sangre innecesarios, considerando que al le encantaba el rojo que teñia a sus enemigos, lo disfrutaba, pero ahora no solo tenía que cuidar a su manada, si no también a su Omega, pequeña e indefensa, solo de recordarla su cuerpo se estremecía. Debía comprar una cama más resistente, esa era la verdadera urgencia en estos momentos.
Cansado, pero con al fin todo en orden hasta ese momento por fin subía por los tortuosos escalones hasta llegar a la habitación donde estaba Alysa.
Cuando giro el pomo de la puerta, un olor dulce y reconfortante lo inundó, quería grabar en su memoria lo que con sus ojos veía en ese momento.
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La Pequeña Omega.
Hombres LoboLa pequeña Alysa Stavrou parecía una humana sin gracia alguna, de complexión delgada casi desnutrida, careciente de un gran busto o un voluptuoso trasero, era todo lo contrario a lo que debía ser. Tan poco atractiva que si dijera que en realidad era...