[🍋] One-shots kimetsu No Yaiba ᵖᵉᵈⁱᵈᵒˢ ᵃᵇⁱᵉʳᵗᵒˢ

𝙺𝚊𝚒𝚐𝚊𝚔𝚞

No sabías cómo habías llegado a este tipo de situación. Estabas forcejeando contra aquél demonio, quién tenía una de sus grandes manos agarrando firmemente un mechón d𝚎 tu cabeza, y empujaba tus dos brazos (Los cuales sostení𝚊 con una mano) contra tu espalda. Era inútil tratar de liberarte de la fuerza de ese demonio, pues claramente eras más débil. Solo sabías que su nombre era Kaigaku, entonces intentaste nombrarlo en un intento desesperado de que pare.

-¡K-Kaigaku!

Trataste de liberar tus manos de una sacudida, pero mientras más forcejeabas, más fuerte te agarraba, y eso te hacía doler los brazos y la cabeza (por el mechón que él sostenía). Luego de escuchar su nombre, Kaigaku jaló tu cabello para atrás, así apegando sus afilados dientes a uno de tus oídos.

- Deja de resistirte~ o será peor.

Pasó su cálida lengua por tu oído, esa acción te hizo temblar la médula y respirar frío. Obedeciendo las órdenes del chico, dejaste de luchar, quedando a su merced, aunque él seguía agarrándote, pero no tan fuerte como antes.

- Muy bien, (T/n) ~

Te puso boca arriba sobre su cama, montándose sobre tí para que no puedas huír. Su peso era aplastante en tus piernas, y lo peor fue que entrelazó sus garrosas manos contra las tuyas, apegando con fuerza tus manos contra la cama. Te veías en una postura muy sumisa, sin saber cómo reaccionar. Solo veías el rostro de aquél demonio, en el que se veía marcada una sonrisa sádica. El contacto visual entre ambos fue muy directo, esto hizo que el demonio frunciera el ceño.

-¡Estúpida, deja de mirarme!

La situación era incómoda, podías sentir una presión extraña en el aire ante la silenciosa y sádica mirada del chico. Pero no era una presión que diese miedo, más bien podías notar otras intenciones en esos ojos turquesa, los cuales se veían algo más serios para el momento, concentrados en tu cuerpo. Empezaste a pensar un poco en aquella posibilidad, ni siquiera hacía falta decirla, las intenciones del masculino eran claras. Sentiste cómo acomodaba lentamente sus piernas entre las tuyas, su peso ya no te apegaba tanto contra la cómoda cama. Para confirmar tus sospechas, sentiste cómo acomodó tus brazos por sobre tu cabeza, juntando tus muñecas para luego sostenerlas con su mano izquierda. No sabías a dónde iba a dirigir la mano derecha, pues cerraste los ojos al sentir vergüenza de la situación, hasta que sentiste su mano apoyándose en las paredes internas de tu muslo derecho. Un sonrojo invadió tu rostro en el acto. Moviste un poco tus piernas, intentabas cerrarlas mientras el toque de su mano se aproximaba a tu entrepierna, incluso intentaste levantar un poco tu cintura. Empezabas a sentir un fuerte cosquilleo en la zona baja de tu abdómen incluso antes de que te tocase.

- ¡K-kaigaku, basta! ¡N-no!

Te atreviste a mirarlo de nuevo, trataste de verte desafiante, pero te veías increíblemente sumisa con tu rostro sonrojado y ojos brillosos. Parecías un pequeño gatito bufando para tratar de parecer peligroso. Kaigaku se burló de esto, con sus afilados dientes demoníacos asomándose en su sádica sonrisa.

- Aww ~ qué mirada tan peligrosa. Ni siquiera estás intentando liberar tus brazos, estoy seguro de que en el fondo quieres esto, pequeña perra.

No ibas a permitir que te insulte de esa manera, ibas a responder, pero un beso repentino ahogaron esas palabras. Kaigaku había decidido callarte, empezando a besarte de una manera lenta y suave. Te sorprendió que su beso fuera así teniendo en cuenta su rudeza, pero también empezaste a sentir que desde que empezó el beso, el demonio había empezado a explorar dentro de tu falda. Estabas tan sonrojada que se sentía un calor en tu rostro. Algunas lágrimas de culpa rodaron por tu enrojecida mejilla, ya que en el fondo disfrutabas el momento, mientras él simplemente empezó a intensificar el beso; te devoraba la boca con sus labios y jugaba con tu lengua. Luego de divertirse y alterarte un rato jugando con tu muslo, llegó a tus bragas. Intentaste cerrar tus piernas nuevamente, pero era en vano, pues el cuerpo del contrario no te lo permitía.