6. La importancia del espacio personal

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—¿Y te dijo algo mientras estaban en el cine? ¿Trató de besarte? —le preguntó Beatriz, con una enorme sonrisa, mientras la fresca brisa de la mañana los golpeaba con sutileza.

—No quiero hablar de eso —soltó Ziggy, acelerando sus pasos.

Ziggy se las había arreglado todo el fin de semana para evitar esas preguntas de Beatriz, pero ese día era lunes, y no podía evitarla todo el día escolar, tampoco en esos momentos en los que se encontraban caminando juntos para llegar al instituto.

Beatriz abrió los ojos sorprendida, antes de darle un par de leves codazos a Ziggy.

—¿Te dió tus primeros besitos? —le preguntó Beatriz, sin parar de darle codazos. Soltó una risa al ver el rostro rojo de su amigo— ¡¿Sí te los dió?!

—¡No! —dijo alargando lo más posible la palabra.

—Por un momento creí que habrías dejado de ser el jamás besado —bromeo Beatriz—, ya sabes, como la película. Tú eres muy parecido a la protagonista de Jamás besada.

—Yo no soy como esa tipa —aclaró Ziggy—. Ella es una persona triste sin autoestima y está llena de traumas.

—¿Ves? ¡Son idénticos!

Ziggy frunció el entrecejo y dirigió la vista al camino. Beatriz no volvió a hablar hasta que el ambiente estuvo más tranquilo.

—Te diré lo que la esfera de cristal me dijo, y corrígeme si erré algo —le propusó Beatriz, dando uno que otro saltito mientras caminaba.

—Te escuchó —aceptó Ziggy.

—Pues —sonrió mientras chocaba las palmas de sus mano—, la esfera me mostró que fueron al cine pero resultó mal a causa de ajenos, que tuvieron lo que podría ser su primera discusión y reconciliación, además de que casi tienes una erección cuando traías agarrado a Harper de la cintura.

—Eso nunca paso —mintió de inmediato, sintiendo como si le faltara el aire.

—¿Nada de lo que dije? —le preguntó Beatriz. Su sonrisa se apagaba gradualmente.

—Bueno… lo de el cine sí que pasó, y no peleamos, pero se me salió decir el nombre de Timotheé Chalamet y me enoje porque no entendí algo que el dijo… —dijo Ziggy, haciendo memoria— tal parece que acertaste dos de tres.

—Entonces voy por un buen camino —soltó Beatriz, al tiempo que su sonrisa se volvía a ensanchar.

Parecía que eso fue suficiente para que Beatriz dejara sus preguntas de lado y llegasen al instituto acompañados por un cómodo silencio.

El siguiente reto de Ziggy fue el planear como se comportaría con Harper.

Ahora sería mucho más grosero de su parte ignorarlo, además de que esa obviamente ya no era una opción. Ya no podría solo hacer como si Harper no existiera, menos cuando una pequeña parte de él quería volver a compartir tiempo con el pelinegro.

Estando en su salón de clases, Ziggy tomó asiento al lado de la ventana, mientras Beatriz se sentó a su lado izquierdo.

Minutos después entro Harper, y quizá si no hubiera llegado acompañado por la porrista rubia con el mismo nombre, el aire no habría abandonado a Ziggy.

La rubia se veía mas que sonriente al lado del atleta, y parecía que el contrario también se estaba muy animado al conversar con ella.

Ziggy no se dió cuenta de que los veía fijamente hasta que el pelinegro le dirigió una mirada, comenzando con un contacto visual que Ziggy rompió al instante para ver por la ventana.

Me amarré al Harper equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora