10. El efecto pasajero

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Caminaba a paso lento de una esquina de la sala a la otra, teniendo las manos en la espalda y la vista en sus pisadas, mientras algunos mechones rebeldes caían por su frente.

En unos minutos Joy pasaría por él para ir juntos al instituto. Tenía poco tiempo para volver a vibrar alto.

No estaba funcionando.

Estando oficialmente fuera del equipo de fútbol americano, tenía mucho más tiempo libre, no solo para poner más empeño en las clases, si no que también podría conseguir un empleo de medio tiempo. Eso último no era precisamente idea suya, pero no le desagradaba.

Entonces, si todo estaba mejorando para él, ¿que podría ser lo que lo tenía tan alterado? ¿No es obvio? Era Ziggy Trevor.

Ese castaño pecoso con apariencia de no haber probado bocado desde hace años, ese mismo que se eructaba cada que entraba en pánico, sí, justo ese que empezaba a sudar como si estuviera en un sauna cada que hablaba con alguien desconocido: Era él quien tenía su mente hecha un desastre.

Harper no quería ponerse en el papel de un egocéntrico creyendo que merecía todo lo que quisiera, pero, creía haber hecho las cosas bien con Ziggy, pero era como si cada que diera un paso, Ziggy se encargara de retroceder tres pasos.

—¿No encuentras la manera de pedirme prestada la moto? —bromeó su hermano mayor, Norman, cruzando la sala para tomar las llaves que había sobre una pequeña mesita al lado del sofá.

—Estoy meditando —respondió Harper, regresando a una postura menos robótica.

—¿Te agarra el arrepentimiento por haberte salido del equipo? —preguntó Norman, cambiando su expresión burlesca por una comprensiva— Harper, ese equipo no iba a ningún lado y solo te quitaba tiempo. Tomaste la mejor decisión.

—No es eso —aclaró el menor, dando un par de pasos para llegar al sofá y tumbarse en éste. Soltó un profundo suspiro, antes de pasarse una mano por la cara—. ¿Tienes tiempo para escuchar mis problemas?

Norman se encogió de hombros, metió sus llaves en un bolsillo de su chaqueta de cuero y tomó asiento al lado de su hermano menor.

—¿Es sobre la escuela? —comenzó con el interrogatorio.

—¿Recuerdas cuando te pedí tu chaqueta y tu motocicleta para impresionar a alguien?

—¿Quieres que te las vuelva a prestar?

—Ese alguien parece tenerme en su lista negra —terminó por decir. Norman espero a que volviera a decir algo—. No sé que más hacer. Un día me hablar como si nada, al siguiente tenemos una cita, después me pide que le bese la cara y luego rechaza mi propuesta de salir.

—Quizá solo es el universo tratando de enseñarte que no puedes tener todo lo que quieres —bromeó Norman, apagando su sonrisa al ver la expresión molesta de Harper—. Lo siento…

—¿Debo rendirme o algo así? —pidió su consejo. Estaba más que desesperado.

—El chico ya te rechazó, Harper. Claro que debes rendirte —respondió Norman—. No creas que por insistirle después de eso es una buena idea.

Harper frunció los labios en una línea recta. No le gustaba que la única salida a eso era dejar de lado sus intenciones con Ziggy, pero parecía ser la única.

—No tienes por qué desanimarte —trató de animarlo Norman, tomándolo de los hombros para que lo viera a los ojos—, todavía te queda en el guapo bailarín, ¿no?

Harper lo miró con desaprobación y terminó por ponerse de pie, tomó su mochila y se encaminó a la salida, sin prestarle atención a las palabras de Norman.

Me amarré al Harper equivocadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora