No sentía culpa, y eso le hacía sentir culpable. Debería portar un revoltijo en el estómago mientras observaba al pelirrojo alejarse desorientado por el pasillo, tambaleándose de vez en cuando y con la parte trasera de su camisa cubierta por manchones rojizos. Debería sentirse culpable por lo que dijo, por presionarlo, pero no podía.
No pensó en dar la vuelta, no quería perseguirle, sabía que el mayor no se lo permitiría, nunca lo hacía. La relación que pudo llamar alguna vez de amistad se encontraba tan oxidada como las bisagras de sus puertas, y tan resquebrajada como sus mismas autoestimas. No tenía nada, no le quedaba nadie, y por mucho que quisiera, no podía concentrarse completamente en Felix.
Quería que el chico pudiera verle a los ojos, como hacia tiempo ya no pasaba. Sabía que se estaba hundiendo, más de lo que antes sucedía. Felix había tocado fondo una vez, pero nunca pudo salir a flote, no del todo. Y lo sabía, intentaba entenderle, intentaba borrar su propio dolor, su propio resentimiento, porque sabía. Hyunjin sabía, que al fin y al cabo, Felix había sido el responsable de todo, pero no tenía la culpa. Nadie dentro de aquellas paredes tenía la culpa; no en ese instante.
Así que siguió por el pasillo vacío, arrastrando el carrito sostenido por sus manos, y avanzó, sin dar otra mirada hacia atrás, olvidando nuevamente a aquella perdida alma, a aquel mejor amigo que antes respetó, y ahora compadecía desde lo más profundo de su corazón, donde el dolor aún conservaba su fuerza a la par, y se mezclaba en un amargo remordimiento.
La siguiente habitación no estaba lejos, unos cuantos metros más y la puerta de un decolorado blanco ya se encontraba frente a sus ojos. Temió abrir, había oído los desgarradores gritos por la noche, pero debía ser fuerte, debía ayudarle. Eso era lo único que le hacía sentir vivo; ayudar. Era egoísta e hipócrita, porque no podía ayudar a nadie allí dentro; él simplemente era una pieza olvidada del retorcido reloj, un engranaje que tardaba demasiado en girar para ser tomado en cuenta entre las brillantes joyas que le rodeaban. Joyas que eran destruidas, una por una.
Abrió la puerta con cierta rapidez, dejando el carrito afuera para tomar los primeros platos, viendo una pequeña cabellera castaña sobresalir entre las grandes mantas de tono amarillento. Le hubiese sido más sencillo adentrarse con el carro, pero no podía. Estaba prohibido entrar a aquella habitación con esa herramienta. Y no era una regla instaurada por aquellos, no, la habían creado quienes vivían dentro de las habitaciones, los grises, los que ya no portaban ni vida propia ni voz.
– Seungmin...– Saludó en un murmuró mientras dejaba los platos en el escritorio pegado a la ventana, moviendo papeles y lápices partidos para que pudiera apoyar todo.
– Fuera– escuchó en respuesta, la voz salió apagada, rasposa, adolorida. No le sorprendía, los alaridos de la noche no habían sido discretos, aún cuando el castaño por lo general intentaba contenerse lo más posible para no darle el placer a aquel despiadado ser de escuchar su dolor.
– Traje el desayuno– Ignoró las palabras entremezcladas con súplicas, saliendo unos segundos del cuarto para volver con un pequeño vaso de jugo fresco y otro muffin idéntico al que él mantenía ahora en su habitación. Estaba seguro de que Felix los había horneado para ellos, solo para ellos, porque en el carrito había únicamente tres, no cuatro, y mucho menos cinco. Ese último pensamiento perforó su corazón, pero se abstuvo de producir una mueca, no era necesario, no hacía falta. No seguiría retorciéndose en ese dolor punzante cada vez que la oportunidad se le brindara, tenía otras cosas en mente, otras más preocupantes.
– No tengo hambre– aquello provocó que un indicio de enojo se creara en su pecho, no le gustaba que creara excusas, Seungmin no era alguien que susurrara, no era alguien apagado, ni sumiso; Seungmin no era de esa forma. Y eso le aterró por unos instantes, porque solo le había visto así una vez, y no quería que se repitiera. Nunca.
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🕸️Dark Lights 🕸️ [ Stray Kids ]
Misteri / Thriller«Saltemos la cuerda en honor al que no tiene piernas Juguemos a las escondidas, y que cuente el que no puede ver Cantemos las canciones del que se quedó sin voz Y riamos todos juntos, porque otra cosa no nos queda por hacer.» Muchas son las luces...