Capitulo 5 (Pasado)

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Pasaron dos meses y entre más corría el tiempo más alterado se sentía Tony por la presencia de Vicent que no dejaba de molestarlo y joderlo una y otra vez, hartandolo y haciéndole cuestionarse seriamente si las palabras que Rhodes le decía una y otra vez cada vez que hablaban por teléfono, eran verdad.

¿Quería a Vicent? ¿Estaba atraído por él?

Claro, no se podía negar que Vicent era un chico atractivo e inteligente, cuestiones que le llamaban enormemente la atención al futuro ingeniero, que comenzaba a pensar que Rhodey tenía razón al decirle lo que siempre repetía.

Tony suspiró y se dejó caer sobre el sillón, pensando y volviendo a pensar sobre Stephen, sobre ese hermoso e interesante hombre. Pensando en sus labios, en sus ojos, en su manos, en su cuerpo y... ¡Mierda! ¡¿En qué carajos estaba pensando?! ¡Se suponía que Vicent lo detestaba y él que se ponía a suspirar por él!

Anthony levantó la cabeza y la sacudió al escuchar como alguien llamaba a la puerta con fuerza, obligándolo a levantarse para ir a atender de mala gana, rodando los ojos con aún más fastidio y pereza al ver quién era.

—¿qué quieres Hammer?—preguntó a regañadientes.

—Hablar contigo—respondió serio, analizándolo de arriba abajo—, en el bosque.

—¿para qué?

—Te dijo allá—aseguró—. ¿O qué tienes miedo de que te coma?

Tony chasqueo con la lengua molesto, empujando al joven antes de cerrar la puerta con un portazo y mirar de forma retadora al chico.

—Que te quedé claro que Anthony Edward Stark no le tienen miedo a nadie, y mucho menos a ti.

—Entonces demuestramelo.

—¿Qué crees que estoy haciendo, tarado?

Y sin más Stark se fue, siguiendo a Hammer que sonría triunfante al estar apunto de conseguir su cometido.

Strange suspiró abatido, cambiando por medio de aquel bosque mientras se sumia más en sus pensamientos donde sólo reinaba su compañero de vivienda, al cuál no podía sacarse de la cabeza por más que lo deseará. Se había enamorado de Edward, él chico que le había llamado la atención desde que lo vio la primera vez, hace un año, y no pudo sacarlo de su mente en todas las vacaciones, teniendo la oportunidad de convivir con él hasta ahora que tenía 16, enamorándose perdidamente del chico que era brillante y hermoso, como la más maravillosa obra jamás realizada por Miguel Ángel.

Amaba sus chistes inteligentes que nadie entendía a excepción de él y que en silencio le hacían reír.
Amaba su voz al hablar sobre cosas tan profundas y raras para alguien de su edad. Amaba ver sus ojos brillar emocionados o sus labios carnosos sonreír con genuina alegría al ver como algo le salía bien. Amaba ver ese semblante fuerte y decidido con el que se enfrentaba a todos sin temor cuando lo insultaban o menospreciaban. Amaba su intelecto, su forma tan brillante y extrovertida de ser.

Amaba su cabello, sus labios, sus ojos, su cuerpo. Amaba ver la forma en la que este se movía a la par de la música mientras bailaba al lado de bellas damas mientras charlaba con ellas. Pero sin duda, amaría más estar en el lugar de las chicas, poder mirar de cerca ese angelical rostro era uno de sus sueños más recurrentes y de los más inocentes, porque los más hormonales y calientes también eran causados por el genio y su detallado cuerpo que atraía a todos como un imán lo hacía con el metal. Simplemente amaba verlo moverse y no podía negar que no disfrutaba la vista cuándo veía como se quitaba la playera para entrar al pequeño río que había cerca de ahí y en el que se iban a bañar el resto de sus compañeros cuándo hacía sol.

Todo del castaño lo había conquistado, hasta ese acento tan raro y ajeno el suyo le había logrado fascinar como nunca creyó que pasaría.

Vicent suspiró cansado, caminando hacía dónde venía el ruido de unas pisadas que lo habían inquietado al pensar que quizás podía ser descubierto, sin embargo, todo esto lo dejó aún más inquieto al ver que quiénes estaban ahí también, no era nada más que Edward y el otro chico que había llegado hace dos semanas y que también venía de Estados Unidos.
Ambos parecían hablar, claro que Edward parecía más irritado e incluso enfadado de estar ahí, sin embargo, todo eso desapareció o aumentó al ver como el tal Hammer había tomado el rostro del castaño para besarlo, provocando que un cosquilleo intenso y agudo golpeara la panza de Stephen, obligándolo a actuar de cualquier forma, acercándose apresuradamente hacía ellos para poder ayudar a Edward a separarse del agarré de Hammer, que lo miró confundido y asustado al verlo.

—¿Qué hacen aquí?—cuestionó de inmediato a lo que Hammer tartamudeo antes de encogerse de hombros—. Largate—le ordenó con frialdad—. Voy a hablar con Edward sobre esto, y espero que no sea lo que estoy pensado que es porque entonces estarás en muchos problemas.

Él estadounidense afirmó aterrado y se alejó de ahí pálido, dejando solo a Tony con su compañero.

—Vicent... Yo, lo puedo explicar—replicó—. Te juró que no es lo que tu piensas, así que por favor déjame explicarte todo, no le vayas a decir nada a nadie, por favor.

—Ven—le pidió demandante, provocando que él moreno obedeciera con cierto miedo por replicar, caminando por la zona alejada por la que antes había estado Stephen.

—Vicent—lo llamó al observar como él sujeto se paraba y lo miraba—. Mira se que Hammer es un pesado, pero no lo delates, lo meterías en muchos problemas con su familia, y aunque el tarado es un dolor de cabeza, nadie merece vivir con el odio y rencor eterno de su familia, así que por favor, te lo pido y suplico, no vayas a decir nada de ninguno de los dos, porque sin...

Anthony abrió los ojos con sosrpesa al sentir como algo frío pero suave chocaba contra sus labios, apricionando lentamente su cuerpo contra el árbol que había detrás de él, que le obliga a retroceder rendido por la intensidad y demanda de aquel beso, al que todavía no lograba corresponder por el estado de shock en el que estaba; sin embargo, al pasar de los segundos y observar como Stephen se separaba de él con el rostro pálido y avergonzado, titubeando y murmurando cosas sin sentido, se vio en la necesidad de volver a juntar sus labios con los del más alto, que al principio no se movió, pero después correspondió, besando sus labios con pasión y demada, dejando a sus lenguas explorar todo lo que desearan explorar y sintiendo como un poco de saliva escurria de las comisuras de sus labios.

Stephen pegó más su cuerpo al de Tony, apriciandolo contrario el árbol que tenían de espaldas y que le impedía no caer y lastimarse ante la presión que tenían. Anthony se aferró con un brazo al cuello del británico, mientras que con su otra mano tocaba el pecho del chico, quién simplemente correspondía al tacto tomando su cintura con fuerza ante de volver a separarse, mirarse, sonrerise como si jamás se hubieran llevado mal, para después volver a besarse con pasión y demanda, repitiendo esta acción tantas veces hasta que sus bocas se secaron y sus labios acabaron inchados, ensangrentados y un tanto dolidos por la intensidad de los tractos, pero aún así, conformes con lo que éstos les habían revelado.

Ambos estaban muy enamorados, tanto que ni siquiera quería aceptarlo, aunque era evidente de ver.
Y eso sólo significaba una cosa, y esa era, que Tony le debía cincuenta dólares a Rhodes.

El primer amor nunca se olvida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora