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—¿Momo? —la llamó Dahyun.

La pelinegra se encontraba en una mezcla de emociones encontradas y cada una de ellas golpeaba en su interior con insistencia. Se sentía saturada.

Necesitaba irse. Necesitaba escapar. Necesitaba estar sola. Pero al mismo tiempo, necesitaba saberlo todo.

El sonido de la máquina que conectaba con su cuerpo empezó a emitir y revelar el latido exagerado que estaba teniendo su corazón en esos momentos. Sintió al Dr. Hirai ponerse de pie pero no quiso volver a mirarlo. Cerró sus ojos por unos instantes.

Sintió la mano de Dahyun apretar la suya. La respiración de la rubia chocando contra su oreja izquierda.

—Respira, amor. Inhala y exhala con tranquilidad, por favor —murmuró sobre su oído y Momo odiaba saber que aquello sería suficiente.

Una parte suya se sentía tan vulnerable sabiendo que Dahyun parecía ser la única capaz de calmarla, incluso antes que ella misma. Suspiró y miró a la rubia con ojos acuosos, tenía ganas de llorar.

No le importó que su abuelo y la enfermera estuvieran allí. Tomó a Dahyun por la nuca y la acercó para un beso en los labios. Cabe destacar que la menor se sorprendió y aunque al principio correspondió sin problemas, supo que Momo quería desahogar sus emociones en aquella acción, que si hubiera permitido ir más lejos, habría quedado muy mal visto frente a las otras dos personas en la habitación. Separó a Momo de mala gana y la tomó por los hombros.

—Pregunta lo que tienes que preguntar. No dejes que esta información haga con tus emociones lo que les plazca, tienes que resistir esto. Estaré aquí en todo momento —dijo Dahyun con seguridad y dulzura en su voz.

Momo se sintió conmovida. Asintió.

—Dr. Hirai —lo llamó, todavía sin la confianza para decirle «abuelo»—. Una parte mía le cuesta creerle —admitió—, necesito evidencia... quiero saber qué pruebas tiene para afirmar eso. Quiero saber si mi padre era su hijo realmente —confesó en voz baja y con un nudo en la garganta.

Taeyeon y el Dr. Hirai compartieron una mirada. La enfermera volvía a mostrarle el apoyo que necesitaba, careciendo de palabras pero sabiendo bien lo que ella pensaba.

El Dr. Hirai volvió a acercarse a la camilla donde descansaba su nieta ahora despierta. Revisó en los bolsillos de su bata blanca y al encontrar lo que buscaba lo sacó a la luz. Un pequeño sobre más su propia billetera.

Primero abrió la billetera con la intención de mostrar su primera prueba. De ahí terminó sacando una pequeña fotografía y a Momo se le aceleró el pulso, sentía la presión cerca, la ansiedad consumiéndole cada segundo mientras parecía que las cosas iban con más lentitud de lo normal.

—Esta es la última foto que tengo de él —al Dr. Hirai se le había cambiado el tono de voz, como si estuviera reprimiendo una emoción oculta a los demás—. Podría decirse que la más actual ya que fue del año pasado —le alcanzó la fotografía a Momo para que pudiera verla ella misma.

La pelinegra a pesar de estar con su mente echa un lío, pudo reconocer el rostro de su padre en la imagen. Lo veía algo cambiado a comparación de la última vez que ella lo había visto. Esa última vez a sus dieciocho años, donde había decidido hacer su vida y dejarlo atrás por su propia estabilidad y salud tanto mental como emocional. Un nudo en su garganta se pronunció mientras una punzada en el pecho se hacía notar en su cuerpo.

Momo vio la vejez en su padre, vio su rostro mucho más triste y cansado. Ni siquiera parecía serio, él siempre solía mostrarse tan indiferente que le sorprendía siquiera ver esa expresión en él. Se preguntaba por qué su abuelo tenía esta foto tan depresiva de su propio hijo.

¿Súper Momo?  Ꞝ DahmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora