4- Los más puros

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Los bandidos y los rehenes gritaron al ver ese humo negro quemarse. En sus gritos podía distinguirse sus intentos por diagnosticar lo que acababan de ver. Sam y Dean trataron de calmarlos, pero la histeria era demasiada.

Castiel revoleó los ojos con hastío y resopló:

-Cierren los ojos.-les pidió por lo bajo a los hermanos. Ellos se miraron entre sí, pero luego obedecieron.

Castiel levantó su mano y una fuerte luz blanca iluminó el lugar por tan solo unos segundos. 

-Listo.- el ángel les indicó luego, y los dos Winchester abrieron sus ojos, para ver a todos los presentes mirándose entre ellos con ojos extrañados, poniéndose de pie, y volviendo a la vida cotidiana. Incluso el gerente del banco salió de la habitación y ya estaba agradeciendo al sheriff y… "sus alguaciles" por evitar el robo. 

Colocaron una manta sobre el cuerpo del bandido muerto, que llamativamente para Dean y Sam, todos estaban convencidos que Castiel lo había abatido en medio del enfrentamiento armado para salvar la vida de todos los ciudadanos en peligro. El dueño de la morgue ya había sido advertido del nuevo difunto, así que no tardaría en venir con ayuda para llevarlo.

Salieron del banco, Sam y Dean tenían a punta de pistola a los bandidos, y el chico ya se había despertado, caminaba cabizbajo y avergonzado, delante de Castiel.

Llegaron a la comisaría y ni bien el padre del muchacho lo viera, corrió a abrazarlo. El jovenzuelo comenzó a llorar desconsoladamente, pidiendo perdón a su padre una y otra vez.

-Gracias señor comisario, gracias.- sollozaba el buen hombre.

-Lléveselo a su casa, creo que ya aprendió una buena lección.- sonrió Castiel.

El hombre asintió, al igual que su hijo, quien agradeció en silencio al ángel, bajando el rostro con profundo respeto. Los dos se fueron.

-¿También vas a dejarnos ir, comisario?-se burló uno de los bandidos, era el que vigilaba Dean, el cazador lo miró enojado, iba a decirle algo pero Castiel ya estaba allí, echando una mirada de fuego al sujeto. La intimidación era tal, que el tipo tragó con dificultad y se hizo hacia atrás instintivamente.

Dean estaba admirado de la energía del ángel, como su sola presencia y mirada podía hacer que alguien tan rudo como este bandido casi se orine en los pantalones. Encontró todo eso bastante… candente.

-Mañana vendrán a buscarlos para llevarlos a la prisión del condado vecino, ya me pondré a arreglar para que así sea.- Luego empujándolos dentro de la comisaría, les dijo:-Espero les guste el piso sucio, duro y con olor a materia fecal, porque ahí es donde dormirán esta noche.

Dean rió para sí, y Sam apretó los labios para no hacerlo.

-¿Qué les hiciste?- preguntó Sam, por lo bajo, una vez en la oficina del comisario.

Castiel los miró solo por unos segundos, 

-Les borré la memoria. Recordarán solo los eventos como yo se los he hecho ver.-Explicó Castiel.

-Oh, claro, eso es bastante… útil.- dijo el menor de los hermanos. Pero Dean no lo creyó así.

-No, no lo es.- se enojó:-¿Quién nos asegura que no hará lo mismo con nosotros?

Castiel lo miró entrecerrando los ojos, y entonces murmuró:

-No lo había pensado…- colocó un dedo en su barbilla meditativo:-Quizás lo haga cuando todo esto termine.- agregó.

Blue Fire (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora