CAPITULO VII: NO BUSCO VENGANZA...

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El abrazo entre madre e hijo era la unión más perfecta y espiritual posible, nadie que viera a Alexandra abrazar a su hijo podía dejar de conmoverse, ni siquiera William, que bajó la cabeza sacudiéndola, ni Tom, que tuvo que cerrar los ojos para que no se le rompiera el corazón. El tiempo fue pasando pero nadie se movió. Por fin Sebastian miró a su madre con una expresión de condena.

- No gutan hombres malos.

Fue entonces cuando le fallaron las piernas. La voz de su hijo rompió el poco control que tenía sobre sí misma y se desmoronó, William lo vio y levantó un brazo instintivamente en un gesto de aviso, Tom se abalanzó hacia ellos y en lugar de caer al suelo se apoyó en el suyo y los tres quedaron abrazados; el niño elevó la vista y miró por primera vez en su vida el rostro de su padre. El luminoso azul se encontró con el azul glacial. Aquel niño era sin ninguna duda su imagen: tenía sus dorados cabellos crespos, sus labios, su piel apiñonada y sus preciosos ojos cristalinos. No había en él ni rastro siquiera del inglés de cabello oscuro con el que Alexandra lo había engañado, el niño parecía un ángel cuando su aspecto debió ser el de un demonio. Su primer impulso fue el de soltarlos a ambos.

- ¡Sujeta al niño, deprisa! -gritó William.

El niño torció la boca y abrió mucho los ojos asustado y lleno de lágrimas.

- ¡Hombres malos! - lloró abrazándola - ¡Abuelo! – sollozó el niño

- ¿Abuelo? - repitió Alexandra abriendo de pronto los ojos.

- ¿Qué diablos...? - murmuró Tom, poniéndose tenso

- Necesitaba confianza - se defendió William-. Se la di del único modo que se me ocurrió.

Era un completo mentiroso, pensó Alexandra. En un brote de ira repentino se soltó de Tom y abrazó a su hijo protectoramente mientras miraba a ambos hombres reflejando en sus ojos la condena.

- Son unos malditos - susurró tensa, se dio la vuelta y salió.

- ¡Alexandra! -gritó Tom agarrándola del brazo-. ¿Adónde diablos crees que vas?

- ¡Lo viste, Tom! -dijo volviéndose para mirarlo-. ¡Fue él quien lo hizo! Por puro egoísmo, y...

- ¡Cállate! Te advertí que no volvieras a repetir esas acusaciones sin fundamento.

Él no se daba cuenta, pensó Alexandra, nunca vería a su padre tal y como era. El tono fuerte de su voz hizo que Sebastian levantara la cabeza y lo mirara, volviendo a gritar asustado:

- ¡Hombre malo!

- ¡Tom! -lo regañó William-. ¡Estás asustando al niño!

Sebastian seguía llorando mientras Alexandra permanecía en pie temblando de rabia.

- Mi padre tiene razón, estamos asustando al niño -dijo-. Toma asiento. Todos estamos nerviosos. Ven...

Renuente, lo hizo. Ambos tenían razón: estaban asustando al niño y Sebastian ya había sufrido bastante. Pero al llegar a donde estaba William, lo miró expresándole que lo sabía todo; aquellos ojos de cazador se suavizaron para mirar al niño y sonreír.

- ¡Abuelo! -exclamó afectuoso el niño.

El tono de voz era tan cariñoso que le afectó incluso a Tom, quien seguía agarrándola y urgiéndola para que se sentara.

- Siéntate -dijo Tom- Padre... -añadió-. Necesitamos hablar.

Para sorpresa de Alexandra, un William obediente y sumiso se retiró accionando los mandos eléctricos de su silla. Tom lo hizo en silencio. Sebastian levantó el rostro del pecho de su madre.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora