CAPITULO VI: VOLVER

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Tom bajó las escaleras y entró en el despacho: estaba lleno de aparatos de alta tecnología, con él estaban David, dos policías y otros dos hombres que supuso provenían del departamento de servicios especiales. De pie o sentados, todos ellos estaban ocupados con el complejo equipo de comunicaciones.

- Es casi la hora -dijo David-. Todo está listo.

Hiddleston asintió y se dirigió a la mesa del despacho, los demás lo observaban moverse por la habitación como un animal salvaje. Estaban en tres grupos: uno seguía la pista a los secuestradores, otros sólo hablaban y otro hombre estaba listo para dar la señal en cuanto se lo indicaran. Entonces el teléfono sonó. Todos en la habitación se quedaron helados e inmóviles. Tom estaba sentado en su silla, muy quieto, con las manos tensas y los ojos fijos en los dos policías. Esperaba. Sonó dos veces. Tres veces. Aquello parecía una eternidad. Cuatro veces. Por fin agarró el auricular y contestó... luego de colgar, miro a los presentes y dijo:

- Esto tiene que funcionar. Si fallamos... No quiero que la vida del niño corra peligro, ¿está claro?

Comenzaba a amanecer cuando Tom entró en el dormitorio de Alexandra y la sacudió ligeramente para despertarla.

- ¿Qué pasa? -contestó ella poniéndose en alerta instantáneamente.

- Ya terminó todo -murmuró él suavemente-. Tu hijo está a salvo.

- ¿A salvo? -parpadeó sin terminar de comprender-. ¿Dijiste a salvo, Tom? ¿De verdad está a salvo?

- Sí.

- ¡Dios mío, gracias! -exclamó cubriéndose la boca con las manos mientras lágrimas de alivio iban inundando sus ojos-. ¿Cómo...? ¿Dónde está?

- Te llevaré junto a él en cuanto estés vestida y lista para viajar.

- ¿No está aquí? ¿Le hicieron daño? -preguntó alarmada.

- No, ni está aquí ni le han hecho daño -contestó él con calma-. Toma...- dijo ofreciéndole una taza-. Me gustaría salir en media hora.

- Sí, por supuesto...

- Bien -contestó él dándose la vuelta deprisa para dirigirse hacia la puerta.

- ¡Tom! -él se detuvo justo delante de la puerta- Gracias.

Después de lo que había ocurrido la noche anterior era irónico que ella le diera las gracias, sin embargo él las aceptó y asintió con la cabeza antes de salir. Alexandra se duchó y se vistió en el tiempo acordado, Tom la esperaba en el vestíbulo, la observó bajar las escaleras enfundada en un atuendo muy sencillo, no llevaba maquillaje, casi nunca lo llevaba. Se había peinado con una coleta alta. Nada de lujos ni de alta costura, iba tal y como la vio por primera vez: había vuelto a ser aquella chica de gustos sencillos en el mismo momento en que él la mandó a vivir a Londres. Él, en cambio, tenía aspecto de hombre de negocios. No llevaba uno de sus trajes de seda hechos a mano, esta vez iba casual, de Armani, casi siempre que iba de sport usaba ropa de esa firma.

- ¿Dónde está David? -preguntó Alexandra mientras salían.

- Atendiendo unos negocios -contestó él con frialdad abriendo la puerta del Mercedes en marcha al pie de las escaleras.

El problema estaba resuelto, así que Gandy podía dedicar su atención de nuevo a los negocios. Se preguntó cuánto tiempo iba a gozar de la compañía de Tom antes que él volviera su atención sobre otros asuntos.

- ¿Está muy lejos? ¿Tardaremos mucho en llegar?

- Mucho -murmuró él-. De hecho está en St. Bastian.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora