No soy feliz, esa es la realidad

31 8 2
                                    

Querido Yoali,

Te pido me asegures que esto no se trata de una broma de mal gusto o que no me chantajearás después con algo así como contarles a todos. Discúlpame si te juzgo, pero no puedo confiar en alguien que ni siquiera me ha dado la cara para devolverme lo que encontró. Comprendo tu punto, lo habría negado sin dudarlo, pero al menos hubiera dormido tranquila de saber que tu rostro me era conocido, no saber nada de ti, me inquieta un poco, o más bien, mucho. La única pregunta que me he hecho desde que te leí ha sido "¿Quién eres?".

A decir verdad, estuve a casi nada de devolver el sobre que dejaste, puedes agradecerle a mi hermana de que te no lo hiciera. De no haber entrado a buscarme, habría devuelto este sobre a ti sin dudarlo ni un segundo más, aunque, tengo que reconocer que ella no ha influido en lo absoluto a que yo decidiera escribirte, supongo que es lo que mi corazón me ha querido decir, al menos lo que yo he interpretado.

Primero quiero hacerte saber que ese poema no es más que un escrito cualquiera, no todos los escritos tienen que ver con la vida de los autores. Podrás pensar que estoy intentando justificarme, quizás sí, es lo que Sigmund y Anna Freud denominaron como "mecanismos de defensa", más comunes de lo que imaginas.

En gran parte también puedes agradecérselo a mis amigos, generan que me incomode a tal punto en el que lo único que quiero es salirme del lugar en el que esté y ser absorbida por la tierra, nunca es posible esa ilusión. Perdona que te lo diga a ti, quiero darte la credibilidad y confianza que tú has intentado expresarme en tu carta, quiero darte y darme esa oportunidad que mi abuelo siempre decía que todos merecían. Si te soy sincera, no soy feliz, es la realidad, no quiero ser así.

Ahora que pienso en el correo que te estoy redactando, me doy cuenta de que me estoy contradiciendo, primero te he dicho que no hablo de mí en ese poema, pero en el fondo sé que si lo soy, ¿tiene sentido? No, ya no estoy tan segura de si la vida en tiene una lógica.

Pero no me desviaré. Es todo lo que tengo para decirte, te escribo con la esperanza de que no respondas más.

Adiós.

Dirijo la flecha de la computadora al símbolo de "Enviar", siento miedo y me cuestiono si hago lo correcto, mis dudas me llevan a un punto en el que no hago clic en el botón.

Miro el reloj, son las nueve de la noche y me encuentro sentada en mi cama con la computadora ocupando mis piernas como soporte, suelto un suspiro y bajo la pantalla, la coloco a un lado y dejó caer mi cabeza hacia atrás, dejándola reposar sobre mi almohada ligeramente inclinada, pienso en el día que he tenido.

No mentí cuando dije que Agustina influyó.

Pasé un par de minutos recargada en el pupitre con los ojos cerrados, por alguna razón sentí que si abría los ojos terminaría con mi martirio, pues el dueño de aquel sobre aparecería, pero no fue así. Lo único con lo que me encontré fue con el sonido de los pasos de unos bajos tacones seguidos por una voz que me llamaba con un tono de regaño.

—¿Qué haces? Te estaba buscando —mencionó mientras se acercaba.
—Nada —tomé un poco de aire, inconscientemente presioné mis manos en el intento de ocultar el sobre antes de que lo notara—. Vine a buscar al profesor de cálculo, pensé que estaría aquí.
—Es tarde para eso —soltó una risa, caminó hacia mí y me tomó de la muñeca ligeramente—. Vamos, que Melissa nos espera.
—Claro —respondí con torpeza mientras era guiada por ella.

Al salir del salón nos encontramos con Santiago y sus amigos, me mostró una amable sonrisa que, una vez, más fui incapaz de corresponder. Pronto nos alejamos.

Los versos de tu corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora