«Viernes, 5 de Junio. 17:37 h.»
Cristian estacionó el automóvil frente a «La casa de arena» y bajó la maleta de Javier, este le pidió las llaves y corrió rápidamente a abrir la puerta, tras entrar, miró todo aquello de lo que Cristian le había hablado; se veía mejor de lo que su pequeña mente pudo imaginar.
—Asombroso ¿No lo crees? —Comentó Cristian mientras observaba a su hijo con la mirada perdida, pensando en que juego utilizar primero, no sabía si a los diez años ya se interesaba por el billar, pero sería interesante enseñarle habilidades que le hicieran ser respetado entre sus amigos cuando tuviese más edad. Sonrío ante el pensamiento, sabía que aquello haría enfurecer a Carmen, su ex-esposa.
—¿Puedo usar la máquina Arcade?
—Primero ve a tu habitación y acomoda la ropa, tienes bastante tiempo para jugar.
—Tengo exactamente el mismo tiempo para acomodar la ropa. —Protestó el pequeño dirigiéndose al
refrigerador y abriéndolo.— No tienes jugo de manzana, Cristian.—Olvidé comprarlo, vamos mañana, ahora ve a tu habitación y desempaca. —Su voz tomó un tono más serio, por lo que Javier, a regañadientes, caminó con su maleta en dirección a la habitación.
Cuando miró a su hijo entrar al cuarto sacó una cerveza del cajón para las verduras del refrigerador, un lugar que Javier nunca revisaba, vertió el líquido de la lata a un termo de metal, cuando su hijo saliera fingiría estar tomando agua. No fumaba frente a él y tampoco tomaba una cerveza directamente de la lata, a pesar de no ser un padre ejemplar; se preocupaba demasiado por mantener a Javier alejado de cualquier tipo de vicio.
Javier colocó la maleta en la cama y comenzó a sacar la ropa, miró a través de la ventana y lo único que podía observar era la inmensa oscuridad del desierto, aquello le causaba inquietud, por lo que le gustaba mantener las cortinas puestas y así ignorar la oscuridad de la noche, quedarse envuelto en la luz de su habitación. Había algo diferente, él lo notaba y no eran precisamente las sombras proyectadas por las plantas desérticas, algo más. Algo más ¿Qué era ese algo? La luz lo abandonó abruptamente, y con ella desapareció la sensación de seguridad que antes sentía, lo único que pasó por su mente en ese instante fue una palabra: «Papá...» no sabía si lo había gritado o sólo era un pensamiento, pero el pánico cada vez era mayor.
«Papá...»
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El mimetista
HorrorCristian solo deseaba pasar unas vacaciones junto con su hijo en la cabaña desértica cuando, en una estación de servicio, se ve atrapado junto con otras personas en el momento en que la energía eléctrica los abandona, y misteriosas muertes comienzan...