Historias cortas principalmente de:
Ubbe Ragnarsson / Jordan Patrick Smith
Hvitserk Ragnarsson / Marco Ilsø
Ivar the boneless / Alex Høgh Andersen
Esta historia tiene alto contenido sexual y lenguaje explícito, lees bajo tu responsabilidad.
Segundo...
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Te gustaba la iglesia tan tarde en la noche, abandonada por todos mientras dormían, las velas aún brillaban aunque quemadas y goteando cera. La quietud te hizo sentir más cerca de algo. Fue el momento más pacífico para orar, pensaste, porque era solo entre tú y lo divino.
Aunque tus pensamientos todavía se centraron en cómo el obispo Heahmund dormía en una habitación humilde aquí cuando estaba en la ciudad. De hecho, él fue la razón por la que viniste esta vez. Porque no podías dejar de pensar en él, y no de la forma en que un santo o una cristiana deberían hacerlo.
Sabías que estaba mal y, sin embargo, cuando lo viste cabalgar por la ciudad como un guerrero de Dios, todo vestido con una armadura, parecía imposible no encontrarlo entrometiéndose en tus pensamientos a altas horas de la noche. Cómo se sentirían sus besos en tu cuello.
Entonces, mientras el mundo dormía, viniste aquí al tranquilo santuario sin miradas indiscretas para pedir perdón.
—Lilith– dijo la voz de Heahmund llena de sorpresa, y tus ojos se abrieron para verlo parado frente a ti.
Su cuerpo fuerte se oscureció con la iluminación detrás de él.
Sentiste que se te encogía el estómago y te quemaban las mejillas; habías elegido esta noche porque Heahmund estaba destinado a estar ausente, ahora te había atrapado, podía ver tu rostro culpable... y lo que era peor, era tan intenso y guapo como siempre, en todo caso, incluso más de cerca.
—¿Qué te trae por aquí tan tarde en la noche, estás bien?– Preguntó lleno de preocupación.
Te apresuras a recuperarte para irte tratando de evitar sus ojos, tratando de no dejar que tu corazón se acelere ante el hecho de que él supiera tu nombre.
—Siento mucho, creo que solo me iré.
—No, está bien– ofreció –Estuviste aquí para orar, lamento ver eso ahora, por favor disculpa mi intrusión.
Las palabras se borraron más allá de tu lengua antes de que pudieras detenerlas.
—No estás entrometiendo.
Algo en la energía entre ustedes comenzó a cambiar. Lo mirabas ahora y él te miraba a ti.
—¿Puedo preguntar, qué la ha movido a orar a esta hora tan tardía?– Aventuró Heahmund.
Ahora te retorciste. ¿Qué habías hecho? Esto fue estúpido, debiste haber salido cuando tuviste la oportunidad.
—Yo...
—Perdonada– tus ojos de repente se iluminaron –Conozco bien el sentimiento de vergüenza Lilith, puedo leerlo de ti. Pero nunca debes llevar esa carga solo. Hablame. No hay nada que puedas decir que... me sorprenda o haga que te ame menos.