Capítulo 5

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Sigo con los ojos como platos y la boca entreabierta contemplando todo a través del cristal. Detrás de mí escucho un sonido y me giro. No hay nadie.

Genial, otra vez estoy sola.

Me dirijo hacia la puerta para abrirla aunque en el fondo sé que va a estar cerrada. Empujo la puerta hacia fuera y hacia dentro y nada. Está cerrada, me han vuelto a encerrar. Vuelvo hacia la ventana para ver si se abre pero es inútil.

Con un bufido giro sobre mis pies y contemplo la habitación. Es muy espaciosa y bastante cálida, ya que he dejado de temblar del frío. Hay una cama grande en un rincón, un escritorio con una silla y un armario lo suficientemente grande para ocupar media pared. Me acerco al escritorio y abro los cajones para ver si hay algo. No encuentro nada, solo es un escritorio de madera con una lámpara encima y con una silla de madera que parece bastante incómoda. Ni papeles, ni lápices, ni plumas. Pruebo con el armario y miro lo que hay. Que resulta ser... nada.

Doy vueltas por toda la habitación para encontrar una salida o algo que me ayude a salir de aquí. Muevo algunos muebles sin ningún resultado, solo hay polvo.

Sin nada que hacer, salvo que esperar a otra situación surrealista, vuelvo a asomarme por la ventana.

¿Qué es este lugar?

La nieve blanca cae con delicadeza sobre la copa de los árboles, la calle, los tejados... Veo a niños y niñas corretear, tirándose entre ellos bolas de nieve, haciendo muñecos de nieve y riendo. Otra vez vuelvo a ver a las personas montando a caballo. Acerco mi cara todo lo que puedo al cristal hasta aplastarme la nariz. Mis ojos caen sobre más personas con la especie de armadura pero esta vez no van a caballo, simplemente van andando o están de pie, parados en un mismo lugar.

El cristal se empaña debido a mi respiración y me separo de la ventana. No sé qué hacer ni cómo actuar.

Voy a la cama que está en el rincón, pero a mitad de camino cambio de dirección. Me dirijo al escritorio, desenchufo la lámpara que estaba encima, la cojo y voy de vuelta a la cama con la lámpara en mano. Nunca se sabe cuándo la vas a tener que necesitar.

Al sentarme en la cama me doy cuenta de lo cómoda que es. Aparto los cojines para colocarme mejor y me tumbo con la lámpara al lado.

Estoy cansada y cierro los ojos para aclarar la mente, pero no me da tiempo de hacer nada cuando la puerta se abre de golpe.

Una mujer mayor con un vestido de color blanco pero manchado de cenizas y un delantal, aparece en mi campo de visión.

Ya estaba con la lámpara en mano preparada para algún ataque pero lo cierto es que parece inofensiva.

Parece, no confíes.

Cuando la mujer llega a los pies de la cama en la que estoy, deposita una caja en ella. Se lleva las manos a la espalda e inclina la cabeza.

- Señorita, aquí le dejo su uniforme oficial. El señor quiere que te lo pongas mañana al amanecer para empezar las pruebas. Vendrán a ayudarte con el ropaje - Vuelve a inclinar la cabeza y murmura. - Con permiso. - Se da la vuelta para marcharse.

- Espera, por favor. - Ella se gira.

- ¿Si?

- Yo... puedes... quiero decir... ¿qué está pasando? ¿por qué estoy aquí?

- Mañana se lo explicará el señor. - A paso rápido se dirige a la puerta, pero antes de cerrarla dice algo más. - Señorita, no salga de la habitación... aquí está segura. - Y se marcha.

Como si pudiera salir de aquí, si estoy encerrada.

Cruzo las piernas y cojo la caja. La abro y saco lo que hay dentro.

El mundo de MilhéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora