Sedici

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Harry ansiaba una venganza. Eso era lo único en lo que mantenía centrada su mente. Ya lo había charlado con Seamus mientras desayunaba en la habitación y, aunque este le había prohibido por completo que se entrometiera en su asunto, Harry no estaba dispuesto a dejar que las cosas fluyeran sin que él interviniera.

Algo tenía que hacer. No sabía qué, no sabía cómo, pero sabía que alguna ingeniosa idea se le ocurriría en algún momento. O, al menos, eso esperaba. Entretanto, tenía la certeza de que lo golpearía en honor a su mejor amigo apenas se le presentara la oportunidad. No le temblaría el pulso, ni lo abordaría el miedo, de eso estaba seguro. Y más le valía al alfa que no le devolviera el golpe, porque entonces el asunto se volvería personal.

Luego de almorzar, el omega se pasó gran parte de la tarde dando vueltas en la habitación, pensando en cómo debía actuar cuando se enfrentara a Dean y qué debía contener su venganza para que la misma resultara efectiva. Todavía no lo sabía bien, pero ya estaba cansado de maquinar ideas con su cerebro. Estaba cansado y aburrido. Muy aburrido, pues el celular tampoco le entretenía los suficiente.

Es decir, él era un omega de calle. Amaba salir, conocer gente nueva todos los días, embriagarse por allí con su grupo, lo que sea, pero afuera. Detestaba permanecer mucho tiempo en soledad dentro de cuatro paredes. Le sofocaba.

Además, no se había cruzado a Draco en todo el jodido día, y ni siquiera sabía a que hora lo vería. ¿Así sería el resto de los días? ¿Él encerrado allí, albergando el mayor aburrimiento posible, mientras aguardaba impaciente la llegada del alfa durante el anochecer? Una inmensa porquería.

Harry estaba inquieto, ansioso, nervioso. Al no tener nada importante que hacer su estado de alteración aumentaba por cada instante. Sus manos le sudaban, concorde su respiración se aceleraba. La falta de droga en su organismo se hacia notar cada vez más, carcomiéndolo por dentro.

No sabía qué hacer. Quería salir de la habitación. Quería correr en busca de la salida y huir. Escaparse y reunirse con la marihuana. Pero de más sabía que los de seguridad no le dejarían el pase libre para que se fugara con tanta facilidad. Lo atraparían y lo encerrarían de nuevo allí, informándole a Draco de su fallida escapada. Y Draco se enojaría, y no confiaría en él. De seguro lo castigaría y lo encerraría con llave… y… y…

Tras dar la milésima vuelta por la inmensa habitación, decidió marcar el número de Draco. Ya estaba desesperado.

—No puedo hablar ahora, más tarde te llamo —se oyó la voz mecánica de Draco a través de la linea teniendo de fondo el leve rumor de un bullicio.

—No, no, espera, no cortes —suplicó el omega aterrado de perder la comunicación—. Lo siento, es solo que estoy a punto de colapsar… Estoy sufriendo un ataque nervioso y no sé cuánto más pueda resistir… no sé qué hacer para calmarme… Y-yo…

—Tranquilo, bebé, respira hondo. ¿Qué ha ocurrido para que te pusieras de ese modo?

—Na-nada… No me gusta es-estar solo y encerrado sin nada que hacer… Me agobia, y no sé cómo distraerme. Yo ne-necesito salir un rato —comunicó el omega en medio de su desesperación articulando lo mejor que le era posible, omitiendo por completo el asunto de la abstinencia.

—¿A dónde irías?

—A visitar Seamus —reveló.

La línea quedó en silencio, aunque todavía se lograba oír apenas el revuelo que habitaba del otro lado.

—¿Draco? —lo llamó, y por alguna razón su voz se escucho quebrada como si estuviese a punto de largarse a llorar. Y quizá, era así.

—¿Estar un rato con él te tranquilizará? —preguntó el alfa.
Harry asintió con la cabeza frenéticamente, pero al reparar en que no podía verlo repitió la palabra sí varias veces.

Sublime Dominación - DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora